martes, 26 de noviembre de 2024

LOS QUE VAN A MORIR OS LA SUDAN

Los que van a morir antes de que llegue su hora son una generación que morirá antes que sus padres, una generación que ronda entre los 50/60, aquélla que vio a sus padres abrazar la democracia y acomodarse, con madres dedicadas a sus familias y a echar una mano y que han llegado a la vejez con la salud que les proporcionó la tranquilidad y la sanidad pública. Mientras, los hijos de esa generación vivieron las ansias de libertad, el fomento del estudio, aunque no había para todos, la locura de los 70/80. Muchos se quedaron en el camino porque tenían demasiadas ansias de vivir, porque les convencieron de lo que había que consumir. Los otros continuaron siendo el bastión del Carpe Diem. Y los años pasaron: los padres envejecían, cumplían años como cumplían sus hijos y éstos tuvieron que dedicarse a cuidar de sus padres, a los que el cuerpo respondía, pero no la mente. Cuidaban, trabajaban, tenían hijos e intentaban mantener todo en pie. Llevaban la mochila del cambio sobre sus hombros.
Y sus padres se convirtieron en una carga, un lanzador de problemas. A sus excesos de juventud, se le fueron sumando los excesos de lucha porque habían mamado de la batalla en las calles. Y así, desvencijados por dentro y por fuera, veían cómo sus padres se recuperaban en residencias, luciendo mejor que nunca a pesar de sus demencias, mientras ellos, con su cabeza lúcida y peleona todavía, veían languidecer sus cuerpos hasta convertirse en polvo. Porque ellos no quieren ser una carga y morirán antes de que sus hijos tengan que pasar por lo mismo. Sí, los que van a morir demasiado pronto os la sudan, como sudaron en otros tiempos, Y no será responsabilidad de ellos, sino de una administración que quiere culpabilizar al ciudadano por no ser adicto a sus normas. Y ya nadie hablará de ellos cuando estén muertos, porque para el Estado estarán bien muertos.

lunes, 25 de noviembre de 2024

RESPONSABILIDAD DE IDA Y VUELTA

La responsabilidad es un concepto que posee dos vertientes: la positiva, mediante la cual se supone que has logrado una posición, una notoriedad y diriges una organización o grupo de personas, y la responsabilidad de los actos ejecutados que, a veces, puede no ser positiva sino muy negativa. Los políticos asumen enteramente la primera y niegan con rotundidad la segunda.
En el caso de la catástrofe de Valencia, se podría haber dado la confluencia de ambas responsabilidades, es decir, que podía haberse unificado si existiese un político de verdad, uno con altura de miras, alguien al que no le importase el cargo sino la resolución de los problemas y que se considerase garante del bienestar de los ciudadanos que le han puesto ahí. Los políticos son conscientes de que, en el ámbito administrativo que ellos han montado, existen procedimientos largos, indefinidos, tediosos e, incluso, ridículos, en el que el procedimiento es más importante que la respuesta eficaz y eficiente que sería deseable. De tal forma que, esos supuestos políticos inexistentes que tuviesen altura de miras, hubiesen salido ante las cámaras y, viendo la situación, hubiesen decretado saltarse el procedimiento bajo su estricta y única responsabilidad. Evidentemente, debiera ser un político con capacidad y mando para hacer eso. Pero la cobardía, el amor al puesto, el ego, mandan más que la responsabilidad en positivo; además, para eludir la responsabilidad en negativo siempre existe la posibilidad de ir disparando hacia otro lado. Esta falta de asunción negativa de la responsabilidad ocurre en toda la administración, propiciada por quienes gobiernan. De hecho, los puestos más altos suelen escupir hacia abajo para no verse en entredicho y el soldado raso, acaso mercenario, acaba siendo el culpable. Pero no nos quejemos; somos nosotros los que mantenemos esta estructura, los que abrazamos a los líderes, a los políticos, de cualquier índole, pensando que velarán por nosotros. Deberíamos empezar a espabilar para que cambien los partidos y, de paso, los sindicatos y lleguen a los puestos quienes sean capaces de aglutinar ambas responsabilidades. Para eso no sirven los trepas que son capaces de vender la piel y a su madre con tal de llegar alto.

domingo, 17 de noviembre de 2024

Y SE RINDIÓ

La había visto dormir en el cajero del banco que había frente a mi edificio. Me dirigía a algún sitio con celeridad; aunque me sorprendió que ella estuviera ahí, una mujer, cuando siempre había un hombre cuya mente estaba nublada y se iba de casa de su madre, donde vivía, a dormir al cajero; no me paré, pero esa imagen me impactó y me persiguió. No tanto la del hombre, lo asumía porque tenía casa, aunque su mente circulase por carriles sin destino.
La mujer dormía; al regresar volví por otro camino y su recuerdo casi se esfumó. Hasta que poco después volví a salir a pasear con mi perro y al regresar del paseo la volví a ver sentada en un banco con los ojos cerrados, las manos cruzadas, parecía en calma, a pesar de su situación. Obedeciendo a mi corazón más que a la razón puesto que mi mochila está repleta, le pregunté “necesita ayuda” y su respuesta se redujo a abrir sus ojos clavando en mí una mirada risueña y esbozó una leve sonrisa, quizás de satisfacción, quizás de resignación para decirme con sus labios, con sus ojos perdidos en algún sitio, en algún recuerdo, No. Me fui con el corazón encogido porque sé que, si alguien no quiere, no le puedes obligar; me fui pensando que vicisitudes habría habido en su vida para que ya poco le importase nada y se hubiese rendido, asumido esa vida de soledad, de indiferencia de los demás. ¿Por qué? ¿Por qué somos capaces de ayudar cuando hay una catástrofe conjunta, pero no sabemos, no queremos, no asumimos ayudar cuando la catástrofe es personal? ¿Por qué penamos, en estos casos, que se lo ha buscado, que no ha hecho nada para salir, que algo habrá hecho? Lo curioso es que eso es lo que piensa sobre cada uno de nosotros la Administración que se pregunta siempre si la hemos engañado, si estamos mintiendo en nuestras declaraciones e incluso en nuestra identidad. Nosotros hemos interiorizado ese mismo paradigma. Les pregunto: ¿Ustedes quiere funcionar de la misma manera que la Administración hace con ustedes? Yo no. No quiero ser desconfiada como ella; si ayudo a alguien, puede que me engañe, pero prefiero que me engañe a ser despiadada; prefiero tener telarañas en mi bolsillo, a tener telarañas en el corazón.

sábado, 16 de noviembre de 2024

EL COMODÍN DE LOS POLÍTICOS

Mientras los políticos se tiran los trastos para saber quién lo ha hecho mal, lo que no se hizo, lo que se hizo, en la respuesta hay algo que nadie señala: en el caso de que la alerta hubiese llegado a tiempo, muy temprano y que, incluso, todas las personas la hubiesen creído, los pueblos afectados no tendrían víctimas, pero seguirían destrozados, sin luz, sin agua, sin comida, sin hogar y, muchos de ellos, sin trabajo.

Porque las consecuencias materiales y sociales serían las mismas y va otro por qué: porque hemos hecho algo mal y esas actuaciones no son de hoy, ni de ayer; vienen de nuestro desarrollo, de nuestra forma de vida.

Lo más fácil, el comodín del público o, más bien, de los Gobiernos, de cualquier color, será culpar al cambio climático ¡Qué bien! Viene de perlas. Aunque el cambio climático existe, la realidad es que las consecuencias más crueles proceden por no comprender que al agua no se le puede parar. Lo saben las Confederaciones, donde siempre se habla de lo torrenciales y rápidas que son las crecidas en las cuencas del Júcar y Segura, lo saben los expertos, pero no limitan lo que puede ocurrir.


Hay que replantearnos nuestra forma de desarrollo, nuestra manera de despreciar la naturaleza y replantearnos también a quién elegimos como políticos, porque los actuales, sea cual sea su color, elegidos entre ellos y entre sus amigos, no nos valen. Tampoco lo expertos porque hay que barajar demasiadas variables, entre ellas la complejidad de la Administración.

Lo mejor de todo es que ante los desastres sale lo humano, la solidaridad, la empatía que como sociedad económica individualista, estresada, hemos olvidados. Esa sociedad que vive su vida entre cuatro paredes sin mirar a los demás. Esa sociedad que han creado los políticos y los economistas. Esa sociedad vuelve a su primigenia, ésa que, en tiempos remotos, nos hizo colaborar para avanzar, para cuidar el fuego, resurge cuando a los políticos no se les encuentra. Nos hemos olvidado de  nuestro semejantes, de los iguales, de esas hormigas que cada día van arrastradas al trabajo. Eso nos tiene que servir para cambiar y, cuando queramos mirar a la naturaleza, preguntarle y actuar según ella nos indique, no sobre lo que la economía y la ambición nos diga. Porque ella, un día, puede entrar en tu mansión o en tu palacio y bajarte del pedestal.

sábado, 28 de septiembre de 2024

¡Lástima de vida tan ordenada!

La mente humana requiere de la conceptualización de la realidad para poder entenderla, atraparla y, a partir de ahí, organizarla de algún modo. Así, como los animales ven su entorno con otras tonalidades, con otra perspectiva, nosotros la vemos a través de conceptos. No podemos vivir en la indefinición, sobre todo, porque hemos desarrollado conceptos más allá de los palpables. Por eso hay que ordenar la mente.

Hoy la sociedad lucha contra la desigualdad que se ha establecido a través de ciertos estereotipos marcados culturalmente. Sin embargo, sin quererlo, porque no quiero creer que sea queriendo, provoca en el ordenamiento mental nuevos estereotipos. Primero porque señalamos unos y olvidamos otros; luego porque, sin darnos cuenta, creamos nuevos. Cierto que estos últimos no van a permanecer durante mucho tiempo asentados, pero sí por un cierto tiempo que puede alargarse demasiado.

Estos son aquellos que se establecen porque consideramos algo inadecuado, corrientes de opinión que se mueven como bandadas de pájaros al unísono. Pongamos un ejemplo, las despedidas de soltero. Se instauraron como una forma de sarcasmo, un paso a una nueva vida, como hacían ancestros cuando se pasaba a la edad adulta.

Pero ahora no, ahora lo juzgamos todo a los ojos de nuestra santa inquisición. Nos hemos vuelto una especie sumamente seria y aburrida, yo diría, incluso, esturados en grado sumo.

Juzgamos todo, juzgamos eventos que exaltan acontecimientos y juzgamos, incluso, las emociones que otros viven. No queremos verlas porque estamos encerrados en nuestros estereotipo correcto, serio y recatado.

Señalamos el turismo de borrachera, como si las fiestas de los pueblos no fueran otra cosa ¿Acaso tenemos que volver a salir serios y compungidos ensalzando las figuras de los santos? 

Hasta hace bien poco reclamábamos que las fiestas religiosas eran herederas de lo pagano, de los solsticios. Aunque muchas personas siguen teniendo esas emociones religiosas que no descarto, ni crítico, pues cada cual es libre de emocionarse con lo que quiera, no es necesario tachar y juzgar a otros por tomarse la vida de otra forma.

Criticamos que la gente salga a divertirse porque esa forma de divertirse no es la correcta ¿Cuál es la correcta? Sentarse en un bar o en un bando a arreglar un mundo que no tiene arreglo?

Se podría denominar el dominio de lo correcto, que siempre ha existido, por cierto, con críticas de una época a otra. Y lo correcto no es sino un estereotipo de lo aceptado.

Viva el superhombre capaz de ver más allá.

Pero volvamos al principio marcar unos comportamientos como estereotipados y dejarse otros en la faltriquera va en contra de la igualdad: con unos queremos acabar y a otros reforzar.

Hoy parece que hay que ser tristes, disciplinados, cumplidores del deber, trabajadores, responsables, evitando expresar emociones porque, incluso, se exige la forma en cómo debemos emocionarnos. Cómo sonreír ante un presidente o las expresiones de júbilo inadecuadas que no deben alimentarse.

Hemos dejado de silbar, por señalar algo que me gusta; parece estar mal visto, cuando era una expresión de alivio, de alegría, de sensaciones.

¡Qué lástima de vida tan ordenada!

Si han viajado en metro en Madrid se darán cuenta: somos como hormigas caminando bajo unas órdenes que antes apelaban al cielo y ahora apelan al los ofendidos de turno.

domingo, 8 de septiembre de 2024

LA HIPOTECA GENERACIONAL AL ALZA: MECANISMO DE EQUIDAD INTERGERACIONAL

Este mecanismo, estrenado en 2023, es el mecanismo mediante el cual te retiran mensualmente un porcentaje de tu nómina para cubrir las necesidades de los que se jubilan, en suma, de aquellos que nacieron en la generación del alza de nacimientos (conocida como baby boom, no me gusta utilizar términos de la lengua de la pérfida Albión).
ES DECIR, LOS JÓVENES MANTIENEN A LOS MAYORES
Pero los jóvenes (como en cualquier época- véase informe Petras) siempre han tenido dificultades y desde el 2023 les cargamos un poquito más. El porcentaje subirá hasta el 2029 hasta situarse en uno fijo. Dicho mecanismo puedes verlo en tu nómina, pero en cotizaciones y también contribuye la empresa.
Lo malo de todo esto es el uso que los políticos hacen de ello: una máquina de votos.
Lo importante es que, en resumen, ningún gobierno ha sabido gestionar adecuadamente los ingresos para la jubilación. Eso sí, la frasecita "es tu derecho porque has estado pagando religiosamente" se reproduce constantemente; aunque debiera continuar que tu derecho no puede mermar la vida de los demás, en este caso, los jóvenes.
Tras la guerra civil, en muchas familias, el pequeño era el que se quedaba al cuidado de los padres (hipotecado en sus aspiraciones). Con los niveles de vida actuales esta situación debería haber cambiado, pero no lo ha hecho. La Ley de Dependencia quería aportar su grano, pero se quedó corta y muchos familiares penan cuidando mayores e hipotecando sus vidas.
Como la natalidad ha ido descendiendo, debido al aumento de las necesidades y de inflar la economía con nuevas aspiraciones, seguimos hipotecando la vida de los jóvenes.
Digo yo, que algún día tendremos que cambiar. No digo que no haya solidaridad con aquellos que no tuvieron suerte (pues hay muchos) sino que esos mayores no quieran vivir mejor a costa de los jóvenes.

La solidaridad tiene que ser de ida y vuelta.
Imagen realizada por IA
Parece que los gobiernos han buscado la forma de ampliar las perspectivas mediante la mercantilización de jóvenes y de nacimientos. Buscan jóvenes en los países del tercer mundo. Llega la inmigración. Pero hay que atenderla y supone muchos recursos que, de nuevo, serán cargados a los jóvenes. Las viviendas sociales priman, como es lógico, a las familias con más hijos, con algún hijo, con algo y después, muy después, a los que quedan.
Habría que ir remediando esto porque lo importante no es mercantilizar, por no decir otra cosa, a las personas, vengan de donde vengan. Los gobiernos están robando jóvenes a esos países hipotecando el futuro de esos países.
Parece que la cosa va de HIPOTECAR A TODOS.
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domingo, 14 de julio de 2024

LOS ERRORES EN LA GESTIÓN DE LA INMIGRACIÓN

Es curioso cómo los políticos y los medios trapichean con el discurso informativo. De un tiempo a esta parte, veo que ciertos medios llevan a cabo reportajes mostrándonos las vicisitudes y momentos terroríficos que han experimentado estos los jóvenes y no tanto que llegan a nuestras costas buscando un futuro. Y no lo discuto, tiene que ser duro marcharse a un lugar del que nada sabes y que no imaginas lo que vas a encontrar; el problema viene cuando lo saben y vienen preparados. 
Como en toda sociedad existe gente que se acopla y gente que no, hay gente buena y gente mala. Muy pocas veces tenemos en cuenta la cultura, la estructura de valores primarios que existen en sus sociedades de procedencia. Hay inmigrantes que se han adaptado perfectamente a nuestra sociedad, tienen sus negocios, su vida planificada. Yo conozco a alguien; pero si ahondamos y vamos más allá de lo visible, esa persona vive casi igual que nosotros, pero no su familia. Su hermana pequeña, que trabajaba en el negocio, despareció porque fue casada con alguien mayor que ella y nunca más la vimos. Por tanto, hay una diferencia primordial y algo que procede de las raíces primarias. También conozco otra familia que trata a sus descendientes de la misma forma. 
El problema, siempre se ha dicho, es lograr que esos países se desarrollen. Nunca lo conseguimos porque vamos allí con nuestros discursos sobre igualdad, libertad y democracia, conceptos que son ajenos a su cultura y costumbres. Eso lo han estudiado ciertas corrientes antropológicas. Incluso en países desarrollados, metemos la pata porque no conocemos su estructura de valores, de comportamiento, de lenguaje. Porque el lenguaje no son sólo palabras. 
Cuando los españoles emigramos, lo hicimos con toda nuestra mochila, pero en Europa teníamos una historia común. Por eso me ha dado por pensar en la llegada de los españoles a América, ahora muy denostada, pero que es un ejemplo de cómo se introdujeron nuestras costumbres en esos territorios donde vivían multitud de tribus con distintas estructuras. Y esa introducción no se produjo sólo por las armas, sino que implicó una labor de reconocimiento y de inclusión, de comunicación primaria: la religión. Porque la religión existe mucho antes que la incursión del cristianismo. Es la forma primigenia de entender la vida humana, de dotarse de unas normas para la convivencia. No vamos a valorar lo bueno o lo malo que puedan tener, sino lo que suponen para que las personas no se maten o luchen unas con otras sin una razón aparente, que puede ser ridícula, pero no bajo su estructura. Si nosotros llegamos y nos convertimos en adalides de conceptos desconocidos como la democracia, nos salen dictadores a millares que van a imponer su entendimiento sobre cómo han de vivir sus conciudadanos. 
 Y ahí andamos, luego llegan aquí y seguimos con la misma matraca: todo el mundo es bueno, es igual, es libre (aunque no lo sea) y , claro, se lo toman a la tremenda, siguen aplicando sus normas primarias porque las nuestras les suenan a bagatelas y así acaba una chica guapa, encantadora, trabajadora casada con un viejo al que tendrá que atender y obedecer porque así es su cultura, porque su cultura es buena, es respetable, es libre como cualquier otra. 
 O así es como lo contamos a los que llegan.

sábado, 6 de julio de 2024

LA ILUSORIA IGUALDAD EDUCATIVA QUE NOS INCULCAN: UNA CÁNDIDA ILUSIÓN PARA CULPARNOS

La idea de igualdad sobrevuela cada uno de los aspectos de la política: igualdad de sexos, de educación, de sanidad, de justicia. Bien sabemos que esto no es así, que el concepto de igualdad es una entelequia a la que, supuestamente tendemos y no logramos. En la educación, actualmente, su carácter público da una ilusoria sensación de igualdad. De hecho, en política se glorifica dicho concepto, sin profundizar en el grado de ejecución. Porque la economía está ahí para evidenciar que sigue siendo una entelequia, por mucho adjetivo público que se le añada. Hablemos de Educación con mayúsculas. En los 80 no era fácil para muchas familias enviar a sus hijos estudiar, pero hacían un esfuerzo enorme a costa de otras muchas cosas. Hacia esos años se iniciaron las becas, pero eran inminentes y había muchos fallos, porque nos topábamos con una sociedad que siempre ha sido muy pícara. Un ejemplo, de esta picaresca que ocurría en aquella época era la costumbre de mucha gente de poner su patrimonio a nombre de abuelos con lo cual podían pedir becas en detrimento de otros. Pero la educación y los controles de patrimonio han cambiado mucho, aunque quien tiene dinero, tiene consejeros. Se han ampliado las becas y otras ayudas, aunque siempre son mejorables para que equitativas; el número de universidades ha aumentado y se ha descentralizado, acercándolas más a los ciudadanos.
Sin embargo, es curioso que los modelos de estudio han cambiado. Creo que estamos en el plan Bolonia. Qué ha conllevado este cambio en la práctica, que el objetivo puede ser bueno, no lo discuto, luego están consecuencias. Se ha pasado de la licenciatura al Grado que para ser equiparable a licenciatura tiene complementarse con un Master, por supuesto, este Máster es pagado. Porque el plan pretende que la Universidades vayan financiándose ellas mismas. En la Formación Profesional, ocurre lo mismo; existen Grados Superiores pero que es necesario complementar con cursos a posteriori, ya que cualquier oferta de empleo viene condicionada a la realización de otro tipo de cursos en otras escuelas que, en ciertos Grados he comprobado que el propio Ministerio las publica. Por supuesto, hay que pagarlos y estos cursos dudo que tengan becas. De la Formación de Grado Medio, no tengo mucha información porque está destinada a cubrir puestos de trabajo que demandan las empresas. Pura economía. Descendamos en el escalafón a otras formaciones. El bachillerato, por ejemplo. Ahí nos encontramos con institutos públicos que compiten ofreciendo todo tipo de bachilleratos internacionales, bachibac en francés y otros que vendrán, supongo que alguno económico, visto lo visto. Este tipo de bachilleratos, aunque se impartan en colegios públicos, suponen para las familias un desembolso adicional que, algunas, no pueden permitirse. Esto es, la igualdad queda relegada en aras de una mayor implicación de lo público con la economía. Lo mismo ocurre si nos vamos a la enseñanza primaria donde los niños inician carreras incansables de clases de refuerzo. Por tanto, la igualdad sigue siendo un concepto idealista que parece imposible de alcanzar ante la imperiosa necesidad de estimular la economía. El esfuerzo que muchos mencionan para obtener resultados es una falacia que nos hace vivir una continua sensación de culpabilidad. No es cierto que si te esfuerzas lograrás tus objetivos. Sí que habrá casos, la mayoría se encontrarán con grandes problemas que los gestores políticos ni siquiera pueden imaginar. Dichos gestores suelen hablar a la ciudadanía de los esfuerzos que hizo su familia y que hizo el mismo para llegar a donde están. No cuentan qué tipo de familia tenía, los ingresos, los apoyos, los padrinos, etc. Porque el esfuerzo que uno hace en una situación económica débil es exponencialmente superior al que llega desde una economía saneada. Pero no les interesa hablar de eso. A pesar de todo, tras los esfuerzos, los estudios les toca salir y buscar su lugar en el mundo. Un mundo en el que se lucha contra otros para eliminarlos en una competencia feroz. No vamos a entrar en la esfera de las empresas privadas. Vamos a lo público. Se puede acceder a trabajar en la administración. Ahí nos encontramos, nuevamente, con otras desigualdades. En principio, el acceso a la Administración está regido por los principios de igualdad, mérito y capacidad. Pero sólo en su proceso administrativo, no cuentan con los desajustes reales existentes en la sociedad, eso no va con ellos. No hablaré de las incongruencias que se producen en los procesos porque no es el caso de hablar mal de la Administración, eso será en otro momento. En este acceso cabe hablar de que cada opositor llega a esta fase con una mochila muy distinta: unos pueden dedicarse únicamente a estudiar, añadiendo un dinerillo extra en Academias; otros tienen que estudiar y trabajar (la ley del esfuerzo se cae por su propio peso). Incluso hay quien además de trabajar y estudiar tenga otras obligaciones. Y si ahondamos en otro nivel que requiere de un estudio más exhaustivo en el que quiero inmiscuirme de aquí a que tenga tiempo. Nos vamos a otras entidades públicas que las hay de todo tipo y condición. En este caso nos sumergimos en el diverso ámbito que va desde entidades de Comunidades de comunidades autónomas hasta locales y sus mancomunidades. Si profundizamos en ellas, la Ley de transparencia parece diluirse; en algunas podemos comprobar la observancia de las convocatorias públicas. En cambio, en otras, se puede establecer un oscurantismo. De hecho, quién no ha oído la consabida frase “ahí entras si conoces o si tienes padrino”. Y no pasa nada, se asume como algo establecido. En suma, vivimos una cándida ilusión de igualdad, basada en el discurso del esfuerzo que no es otra cosa que culpar al ciudadano de su incapacidad.

domingo, 30 de junio de 2024

EL LENGUAJE COMO VEHÍCULO EMOCIONAL: QUERER O TENER

La fuerza de las palabras ha sido analizada por diversos investigadores de la comunicación; una fuerza como la que comenta Austin en su libro “Cómo hacer cosas con las palabras” o, más recientemente y desde otro ámbito, Mariano Sigman. Sí, se pueden hacer cosas con las palabras como manipular, sugestionar, emocionar, dirigir, estimular…Porque las palabras en sí mismas tienen su fuerza por el significado, pero también por lo que cada uno proyectamos en su significación en función de diversos factores. Poco se ha hablado de su poder cuando lo utilizas tú mismo para ti mismo. El poder de las palabras no es sólo bidireccional o multidireccional, sino también unidireccional. Porque conversamos con nosotros mismos, es decir, pensamos a través del lenguaje, de no ser así cómo identificaríamos tantos conceptos que no tienen un reflejo material. Hay palabras que tienen un gran poder sobre nosotros mismos. No me refiero a los grandes conceptos como libertad, igualdad, democracia. No. Casi sin darnos cuenta las pronunciamos a diario sin percibir el cambio emocional que puede suponer una u otra palabra elegida. No es el significado léxico o semántico el que prima en estas ocasiones, ni la significación resultante de los contextos, la cultura, el conocimiento, sino que nace de lo más íntimo y personal de cada individuo partiendo de la base de esos significados adyacentes procedentes de los factores antes mencionados.
Es esta última la que juega más profundamente en el ámbito de la significación personal, cuando nosotros con nosotros mismo utilizamos una palabra y no otra. Esa palabra suele resultar decisiva en el ámbito de las emociones y, por tanto, en la significación que le otorgamos en ese momento. Y esas palabras suelen ser verbos. Por ejemplo, hay dos verbos que tienen un poder que no solemos percibir instantáneamente pero que, sin embargo, pueden conllevar un efecto emocional y mental de carga para el individuo y que, en determinadas circunstancias, puede afectar a su estabilidad como tal. Me refiero a los verbos querer y tener. Pongámoslo en un contexto habitual, por ejemplo: querer trabajar y tener que trabajar. Estos verbos implican al exterior de nosotros mismos, porque no te tenemos control sobre ello. A pesar de ello, vemos la diferencia de fuerza que cada uno conlleva y cada cual interpreta. En el verbo “tener” la fuerza procede de la conjunción “que”, ya que enlaza con algo. No es lo mismo un verbo con conjunción que el verbo “tener” sin ella, por ejemplo: tener tiempo, tener espacio, tener dinero. Todas ellas son positivas, pero cuando aparece la conjunción la cuestión cambia y cambia la emoción resultante. No siempre es así porque existen ejemplos como “quiero ver esa película” y “tengo que ver esa película”, pero se puede apreciar que el uso del “tener” sobrelleva un plus de emoción. Dicho esto, vayamos a cuestiones más profundas del individuo. Si decimos: “quiero ver a mi madre” (en este caso está viva) o “tengo que ver a mi madre” nos lo estamos diciendo a nosotros mismos y no implica al exterior. Podemos hacerlo, no hay nada que lo impida, salvo algo que hace que utilicemos el verbo tener o querer en cada momento y eso denota algo subyacente al individuo. Cuando llegamos a decir esto, hemos traspasado una línea emocional que no se logra solventar sólo con el cambio del uso del verbo. No, porque estamos reconociendo algo que nos implica a nosotros mismos. ¿Cuándo llegamos a decir esto? Conozco una situación muy concreta en la que he oído hablar a personas así y es el relacionado con la dependencia mental de personas ingresadas en residencias. He de suponer que esto ocurre en cualquier situación que conlleva visitas medianamente programadas por la persona que visita. El uso del verbo “tener” en estos casos provoca un hartazgo, al propio tiempo que una sensación de culpabilidad por usarlo ¿Por qué no utilizo el verbo querer? Porque, en muchas ocasiones, lo que quieres ver ya no está, no es lo mismo y quieres ver lo que hubo y no lo encuentras. O nunca lo hubo. No soy psicóloga, sí he estudiado comunicación y se pueden hacer muchas cosas con las palabras, algunas pueden llegar a destruirnos a nosotros mismos. No sé si algún director, consejero, político sabía que puede conllevar un efecto mariposa o en cadena que altere la conducta de los sanos. Lo dudo, no juegan en esa liga. De cualquier modo, las palabras son inocentes, no hacen daño por sí mismas, son lo que rodea a las palabras lo que realmente hace daño. Pero su uso, cómo expresa alguien la relación consigo mismo puede dar la pista de un problema social que no percibimos. Como ocurre con lo términos que ofenden hoy en día; palabras que hay quien intenta que signifiquen lo que ellos consideran, cuando, realmente, es la relación que ellos mantienen con esas palabras la que les está haciendo daño.

martes, 4 de junio de 2024

LA TRAMPA DE LA LEY DE DEPENDENCIA O CÓMO ENQUISTAR PROBLEMAS

Cuando se aprobó la Ley de dependencia en 2006 supuso una enorme balsa de salvación para muchos ciudadanos que se veían inmersos en una problemática con la cual no podían vivir. Afectaba, sobre todo, a aquellos que tenían familiares con demencias conflictivas. Sin embargo, era una tabla de salvación que, como la del Titanic, tenía trampa: unos quedaban abrigados por la Ley, los dependientes, mientras otros, se consumían en las aguas turbulentas y frías de la soledad, a la par que era imbuidos por la incoherencia de la burocracia. Ese “otro” es el tutor, cuidador, curatela o como lo quieran llamar ahora; el que, según muchos, se beneficia de esta Ley. Una gran falacia o una gran mentira. Esa tabla de salvación está preparada para quienes tienen la posición de la joven del Titanic; para quienes no tienen otros problemas subyacentes producidos por la enfermedad del dependiente que puede durar décadas y acabar afectando a los cuidadores. Si alguno busca nuevos retos y metas en su vida, la dependencia es una tempestad que le conduce al fondo. Tras casi 20 años de experiencia con dos dependientes y otro que llega creo que tengo una visión suficientemente amplia, mucho más que algunos políticos. He hablado con otros cuidadores que a los seis años están hartos de no poder vivir su propia vida. La Ley contempla un copago comprensible; la cuestión es cómo cada Comunidad gestiona ese copago. En Navarra se deja al cuidador/tutor en una tempestad burocrática. Una demencia que se inicia de forma temprana puede hacer que la persona viva durante mucho tiempo cuidada en las residencias, mientras el cuidador va perdiendo salud, energía, oportunidades y condiciona su vida a la atención de quienes son dependientes. El copago de la deuda se establece con la pensión y con el patrimonio del dependiente que suele ser la casa. Lo que no tienen en cuenta es que ese patrimonio puede tener otros herederos y que uno de ellos se haya convertido, por convivencia con del dependiente, en una persona vulnerable. El cuidador que sigue siendo capaz de abordar nuevas metas se zambulle en un grave problema administrativo y emocional. Mientras, la deuda crece y crece cada año. Al residente se le retira la casi la totalidad de su pensión; el resto, hasta el supuesto precio de la plaza pública, es deuda. No hay instrumentos que solventen la situación, sino la venta y posterior pago al Gobierno cuando el residente fallezca. De lo contrario, debe ir al juzgado, pedir autorización y toda una serie de trámites que pueden durar más de un año. El dinero debe ir enteramente a la deuda del usuario. Si hay otros herederos de menor cuantía tendrán que vérselas con Hacienda para explicar que no han ingresado nada, porque para Hacienda ellos son copropietarios. Si se vende la vivienda en vida del residente y hay otra persona, ésta queda desprotegida. Hay que tener en cuenta que una vivienda hay que mantenerla. Si la enfermedad lleva casi 20 años entre cuidados internos y externos, un cuidador que sabe que tiene que mantener la suya propia no puede hacerse cargo de una vivienda que nunca será suya. Entiende el copago, pero se pregunta por qué no se ejecuta antes. La respuesta es sencilla: porque la administración prefiere el dinero contante y no la resolución del problema; así se enquista. Pero hay otro dilema que va apareciendo con el tiempo: el cuidador, tras años desviviéndose, corriendo, perdiendo la salud y la vida, empieza a plantearse o “ellos o yo”. No encuentra respuesta; además
de lidiar con la recurrente frase “es lo que toca” como si fuese una lotería Lo curioso es que no funciona así en todas las Comunidades, en algunas, según he podido saber, funciona de otra manera. Nadie se interesa por crear instrumentos que solucionen problemas; eso ya lo hicieron en 2006. Lo de ver si se ha hecho debidamente y se adapta a la problemática cambiante no parece preocupar. No es exclusivo de la dependencia, ocurre con otras leyes, con otras materias; nos quedamos definiendo objetivos sin analizar si hay instrumentos válidos para todos. Y, al final, si el cuidador desaparece en las heladas aguas, hundido en el abismo, quién se encargará de ellos ¿Y de los hijos del cuidador?

domingo, 7 de abril de 2024

ESPAÑA NO SE ROMPE, SE MERCANTILIZA

No, España no se rompe porque ya está descuartizada en explotaciones cargadas de nacionalismos. Otros dirán que no es cierto, pero si descendemos al común ciudadano comprobaremos que hemos dado marcha atrás en movilidad, en contactos, en perspectiva. Antaño, antes de los 2000, los jóvenes se veían obligados a moverse por toda España buscando, por ejemplo, una Universidad. Hoy, los jóvenes tienden a quedarse en sus Comunidades, primero por lo que supone de coste para los bolsillos de muchos padres, lo que redunda en beneficio de los que nos tienen exceso de recursos, si bien es un obstáculo para la experiencia; segundo, y más importante, porque en muchas de ellas suelen introducir la exigencia o posibilidad de clases en cualquier lengua cooficial. Lo mismo ocurre con las plazas públicas pertenecientes a cada Comunidad.

Mayor renta en verde
Parecerá que esto es algo baladí, pero
implica para nuestros jóvenes una inmovilidad, una falta de horizonte más allá de sus fronteras comunitarias. Yo me pregunto hacia dónde nos llevará esta cerrazón entre los muros nacionalistas que entienden lo suyo como lo mejor, lo propio, lo deseable. Como aquellos españoles que, supuestamente, gritaron vivan las caenas, así se presenta a mí el exacerbado nacionalismo, incapaz de valorar lo que implica una comunidad, cada vez mayor, de gentes con diferentes valores que se enriquecen mutuamente. Para eso hay que estar abiertos, tener la mente abierta para comprender lo que entendíamos como impropio, mente abierta para debatir, para cuestionar nuestros propios principios.

Uno puede estar orgulloso de dónde es, pero eso no implica negar lo diferente. Resulta curioso que cuando más se habla de igualdad en el caso del sexo, se extiende con más profundidad la desigualdad por nacimiento o nacionalismo. De ahí que yo no me sienta orgullosa de dónde soy, de hecho, ni siquiera lo sé; me siento orgullosa de lo que soy, de mi bagaje histórico, de mis experiencias, porque de poco me sirve el bagaje de la Comunidad donde viví una parte de mi existencia, de la que por cierto he tenido que salir.

Considero que se sobrevalora en demasía lo que llaman arraigo y se desprecia el desarraigo. Creo que se debería revisar dicha valoración dando al desarraigo el valor que tiene, el de una persona que no se agarra a una tierra, sino a las gentes, a las personas que conviven en cualquier lado, en cualquier sitio. Sin embargo, estamos en eso, en el desprecio a los demás.

domingo, 17 de marzo de 2024

¿Dónde están los jóvenes?

Me pregunto continuamente; dónde está la juventud para enarbolar la bandera de la libertad; dónde está, me pregunto, porque no la escucho revolverse con hartazgo de lo que ven y lo que les espera. Y es que la juventud está muda porque le han cortado la lengua. Porque ahora son unos cuantos los que redactan sus proclamas, las que la juventud debe asumir como propias. Mientras tanto, esa juventud sufre, sin percatarse, una nueva desigualdad: la nacida del exacerbado nacionalismo que las enclaustra en sus fronteras. Ante el alza nacionalista, cada Comunidad se blinda, incluso para las plazas públicas se establece la obligación de saber este idioma, el otro o el subsiguiente.

Así las cosas, qué contacto, qué movilidad, qué aprendizaje van a tener nuestros jóvenes sobre la diversidad de su territorio natural, sobre los jóvenes que viven allende sus fronteras. Ninguna. Quieren que sean una sola cosa y no crecer en perspectivas. Por qué, no lo sé. Para tenerlos controlados, quizás.

A ello se une unos planes de educación malpensados en los que a los jóvenes se les empuja a estudiar para trabajar, no para ilusionarse; con planes de estudio cambiantes en las que prima más la ideología, sea del bando que sea, más que la educación.

Y ya no hablemos de los trabajos, al menos mal pagados; en eso han ganado; pues a finales del siglo pasado, algunos tuvimos que trabajar en negro mucho tiempo, porque todos miraban para otro lado. Pero nos manifestamos en 1986/7.

 Dónde están los jóvenes que antaño llenaban las calles manifestándose; dónde están. Acaso ya no se puede salir a la calle a decir que no están contentos; acaso los jóvenes tienen miedo. Si es así, algo estamos haciendo mal. Yo no quiero que la juventud se calle, no quiere que vaya a los medios de comunicación a seguir las proclamas dirigidas; no quiero que unos cuantos se alcen en portavoces de ellos. 

Quiero que los jóvenes se manifiesten porque entonces, sólo entonces, sabremos que no tienen miedo y que nuestra sociedad sigue caminando.

jueves, 29 de febrero de 2024

LAS SOMBRAS DE AQUELLOS JÓVENES MUERTOS

 "Madrid es la comunidad donde más mayores murieron en la residencias". Vaya por delante que una pérdida siempre duele, a pesar de los años. Pero que se convierta en consigna, en una avalancha de informaciones constantes, da qué pensar. Parece que el único objetivo es tumbar a Ayuso, cuando hay muchas cosas por hacer en lugar de ocuparse de alguien. No soy votante de Ayuso, pero tengo memoria y años de experiencia con mayores y residencias para que dichas informaciones no me produzcan la alarma que intentan provocar los medios y seguidores en sus redes.

En base a la memoria quiero recordar que, en esos tiempos a los que se refieren, Madrid sufrió más que ninguna otra ciudad; porque Madrid era y es un foco de llegada, salida y viajes internos en metros y cercanías, mientras en las noticias se decía que no había problema, que la gutículas caían. Pero lo que más recuerdo, cuando todo explotó, es que murieron muchos jóvenes de los que nadie habla, ni se preocupa; recuerdo que para explicar las muertes de aquellos jóvenes se decía que tenían patologías previas y ahí se acababa la cosa. Hoy nadie rescata su memoria; de esos nadie dice nada. Se murieron jóvenes porque se tenían que morir. Los mayores no, los mayores de los que hablan no se tenían que morir, tenían que vivir más porque, supongo, no tenían patologías previas, por eso estaban en residencias.

De los jóvenes no se acuerdan los medios, ni el Gobierno, ni nadie, porque no deben rentar, salvo para sus familias ¿Por qué no hablan de esos jóvenes? ¿Por qué no hablan de esos 450 jóvenes muertos reconocidos? Sí, parecen pocos, pero eran jóvenes con la vida por delante y niños,  pocos, pero niños.

Aquí lo que importa, a fin de cuentas, son los votos y machacar a la Ayuso. El bienestar ciudadano, la lógica de la vida y la supervivencia en la que se entiende que deben vivir lo jóvenes, eso no es de su incumbencia. Si se mueren será que algo han hecho mal. Pero si se mueren los ancianos no, eso hay que combatirlo.

Y esa es la tónica general. Los jóvenes poco importan. Que hay que subir las pensiones, se suben, ya pagarán los jóvenes trabajando más años, porque hay que lograr votos, que hay más mayores. Que hay que darles vacaciones, se las damos. Los jóvenes que se vayan a un concierto, pero sólo los nacidos en un año concreto.

Lo importante es que murieran mayores en las residencias, algo que ocurre cada día y en época Covid con mayor intensidad. De hecho, por aquella época, algún sanitario me comentó que en Navarra tampoco se llevaban a los hospitales, porque era necesario hacer un triaje. Lo que hizo Madrid fue amparar las decisiones que debían tomar los médicos para que no cayese sobre su conciencia. Lo que yo pensé, sabiendo que mi madre estaba en una residencia, es que pasase lo que pasase, ella no fuera al hospital a interferir. Y espero que no se me señale, ya que acarreo 20 años de cuidados de ascendientes.

Sin embargo, el triaje no importa; no importan aquellas sombras de jóvenes que murieron; lo que importa es que los mayores murieran en residencias.

¡Que futuro tiene una sociedad que pone por delante a los mayores frente a los jóvenes! Pónganse en situación: llega un chico de 15 años y un señor de 80 en las mismas condiciones ¿A quién salvarían? Hay quienes empezarán con disquisiciones filosóficas, pero no el tiempo corre en ciertos momentos. Así es de crudo y así fue. Dirán que es discriminatorio, edadismo, nazismo, incluso. No, no es eso; es que a veces la realidad nos da un tortazo y nos pone en su sitio. En el sitio que vivieron nuestros ancestros y en el lugar natural del que vinimos. Y conste que, a veces, se decide por el que más posibilidades tiene de salir.

No digo que no mereciesen atención, que hay que andar con pies de plomo hoy en día, sino que este debate está soslayando uno más importante ¿Cuándo se va a hablar de ese futuro en el que los padres mayores no tendrán familia porque tienen un solo hijo? Pretendemos que ese hijo hipoteque totalmente su vida en pro de sus padres. Se responderá: ellos te cuidaron, ahora te toca. Ese es lo que toca, es muy duro, se lo advierto. Porque esto no es una lotería. Además, acaso los padres tienen hijos para que les cuiden. No, eso es ser egoísta. Pero ese debate no está encima de la mesa. No renta hablar de algo que es complejo y crudo.

Y porque es crudo y complejo, me parece denigrante la insistencia en este debate que algunos medios de comunicación parecen explotar a costa de esos padres que perdieron a sus hijos y que todavía ven su sombra en las paredes de su habitación y en su memoria. Ni siquiera puedo imaginarme lo que pueden sentir.