Últimamente, se prodigan poco en movilizaciones. Puntuales
sí, dentro de grandes empresas. Hay quienes llegan a recibir comunicados sobre
logros y pretensiones, que suelen estar alejadas de la dura realidad laboral
de la mayoría. Los sindicatos se han convertido en negociadores de despacho; se
sienten a gusto en la Administración y en grandes empresas que siguen las
normas laborales, pero poco o nada hacen en relación con las empresas en las
que los representantes sindicales son los afines al jefe; en los sectores no
unificados, por ejemplo, transportistas, hostelería… y hasta en la propia
administración pecan de ignorancia porque no se molestan en informarse.
Esa es la burocratización, no se informan, conocen la
teoría, pero no la practica. Como en política, como en la propia
Administración, las decisiones se toman en los despachos y cuando llegan donde
tienen que llegar son ineficaces o, incluso, provocan más problemas de los que
intentaron solventar.
Hoy en día muchos trabajadores tienen que enfrentarse a
problemas laborales como retrasos en el pago de sus nóminas u horarios
ampliados, por poner los más sangrantes, en los que, muchas veces, son ellos
los que tienen que arriesgarse. Aquellos afiliados que ven incumplidos sus
derechos acuden a su sindicato y, en muchas ocasiones, lo único que obtienen es
la ratificación de que están en su derecho de reclamar. Luego van a su empresa
y reclaman y ahí se queda el asunto, porque la empresa no hace nada y el
sindicato ya ha hecho todo lo que su grado de burocratización implica. Así que
sólo unos pocos se atreven a plantar cara, aún a riesgo de represalias. Los
demás agachan la cabeza.
Conozco casos de rebeldía que no han llegado a nada y
conozco casos, uno en Navarra, donde un afiliado a Comisiones Obreras durante
más de 10 años tuvo un problema y la respuesta del sindicato ha sido nula. En
dicho caso, el trabajador había prestado servicio en la Administración Foral
como interino en varios departamentos durante más de 10 años, con gran
satisfacción por parte de sus jefes. En su último puesto, su plaza fue ocupada,
pero nunca más le llamaron, porque fue eliminado o eludido de las listas.
Ocurrió hacia el 2013, durante la época de UPN. Con el cuatripartito volvieron
a llamarle; habían pasado cuatro años, una depresión y una enfermedad derivada
de la misma. En el segundo puesto donde estuvo trabajando fue despedido de
malas formas por supuestas causas sobrevenidas, curiosamente por una Directora
de Salud Mental. No sólo fue despedido, sino que éstas se encargó de que le
eliminasen de la listas.
Tras acudir a su sindicato, la respuesta del mismo ha sido
nula. No contestan.
Por tanto, no debe extrañarles a los sindicatos que los
trabajadores opinen que están para recabar los votos dentro de los sectores de
empresas instauradas, bien calificadas. Porque los problemas más sangrantes y
complicados parece que les superan.