Malditas hierbas y maldita economía
que no nos deja salir de este círculo.
miércoles, 30 de julio de 2014
REFLEXIONES VERANIEGAS: LOS P… HERBICIDAS
Mirando este verano mi jardín de
césped artificial, voy reflexionando y dándome cuenta de que hemos caído en un
engranaje del que difícilmente podemos salir, a no ser que tomemos conciencia
de ello de una vez por todas. Pero seguramente que la salida la tienen también
taponada. Me explico. El año pasado empezaron a salir hierbas alrededor de ese
césped de plástico o lo que sea. Yo optaba por quitarlas a mano; mi marido optó
por el herbicida. Este año han salido más. Conclusión de mi mente calenturienta
de verano: los herbicidas de estas grandes compañías matan las hierbas en un
primer momento, sí. Pero para mí que deben llevar un componente que hace que
vuelvan a salir al año siguiente con más fuerza para que sigas comprando
herbicida porque la mano ya no sirve. Y clinc, suena la caja registradora, estas
enganchado. Al mismo tiempo, esos herbicidas provocan no pocos problemas en la
salud: respiratorios, estomacales, alérgicos, cutáneos e, incluso,
cancerígenos, que nos hacen ir al médico con más asiduidad de la debida y ¡Clinc! Suena de nuevo la caja registradora
multinacional.
martes, 15 de julio de 2014
CASTAS DE TODO TIPO
Aunque parece haber pasado el
boom de la casta, hoy me apetece hablar de ella desde un punto de vista muy personal. Porque castas hay de muchos
tipos. Se habla de la casta política, pero también hay una casta empresarial,
una médica, judicial… y hasta hay una casta de profesores universitarios. O al
menos la había, no sé ahora. Y no va con segunda intención. Sólo que tanto
hablar de castas, me ha hecho recordar cosas que viví en la Universidad, asumidas y pasadas. No me
gusta hablar de ello, ni de mí, pero haré una excepción, por lo de la casta.
Universidad, años 1991/1993 (qué
vieja soy). Tras la carrera me decido a hacer el doctorado porque me encanta la
Teoría de la Comunicación y lo que se puede hacer con las palabras, los
silencios, los gestos, las actitudes, los contextos….. Bueno, al meollo. Ultimo
año. Tengo mi proyecto de tesis, incluido un concepto nuevo, “simulacro
autorreferente”. Yo, inocente de mí, pensaba que había que ir con una buena
idea a los profes. Pero no. Lo importante era pulular entorno a ellos, no a
todos, que no todos son casta, para que dirigiesen lo que fuese o te sugiriesen
algo. Yo no quería que me sugiriesen. Presenté mi tesis a un profe y la verdad
fue muy sincero: “puedo dirigirla, pero planteas cosas que al Tribunal no se le
han ocurrido. Deberías hacerlo de otra manera” Primer batacazo; y con lo
cabezota y rebelde que era yo por aquel entonces, a la par que inocente.
Al mismo tiempo, durante ese año,
trabajé de “negra” en el Departamento. Había un adjunto desarrollando una de
esas tesis de las que se conoce de antemano el resultado, subvencionada por el Instituto de
la Mujer, creo. Necesitaban gente para analizar videos y spots sobre la imagen
de la mujer. ¡Vamos! Un simple vistazo y valía para darse cuenta. Pero había que codificar, hacer el paripé me parecía a mí. No sé qué ganas tenían de codificar todo. Al final,
en ese trabajo, primero de análisis en casa de videos y spots y después en el
departamento con la puñetera codificación, me convertí en coordinadora del
equipo de negros. Sin papel oficial que lo dijese, claro, para eso éramos negros. Pero
la coordinadora metía horas desde las 9 de la mañana a las 9 de la noche,
mientras los demás negros se iban turnando. Llegué a saberme los códigos de
memoria.
A su vez, (así es la Universidad,
te pasan un montón de cosas en un momento), tuve un profesor ( el de la casta)
que insistía en que muchos de nosotros no teníamos que estar allí. Muy
alentador, el señor, apoyando a quienes deciden estudiar e ir un poco más allá.
En el doctorado, en todas las materias tenías que hacer un trabajo de
reflexión. Los míos eran larguitos, leía un montón de libros y reflexionaba sobre hipótesis propias. Todo ello a máquina, no tenía ordenador. Yo
logré sobresaliente en todos ellos, más alguna felicitación. Con el susodicho
profesor no hubo forma, no me dio ni nota. Y eso que mi trabajo consistió en
contactar con una persona de la Teología de la Liberación y contrastar opiniones.
¡A quien se le ocurre, contrastar! No me había dado cuenta de algo muy
importante, con la casta no valían trabajos, ni contrastar opiniones, había que
decir lo que él quería. No admitía otras consideraciones, otras reflexiones que
no fueran las suyas. Pero de eso me percaté después, ya que estaba convencida de que la que fallaba era yo, que no lograba reflexionar adecuadamente sobre el tema.
En principio, eso no me hubiese
importado, puesto que por el trabajo de negra me tenían que dar algo de dinero
y créditos que sustituía la nota del “casta” de profesor. Pero cuando llegué al
Departamento a pedir lo mío no había créditos, nadie respondía y a la hora de
cobrar me encontré con el principio de igualdad mal entendido: la negra de las
12 horas cobraba igual que todo el mundo, que había hecho 2, 4, 6 u 8 horas.
Entre una y otra cosa salí
defraudada de la
Universidad. No de toda, por supuesto, sino de determinada
“casta de profesores” que se empeñan en insuflar su dogma, apoyando a quien le sigue, sin querer escuchar
otras reflexiones, así como de la forma de investigar, a veces. Lo bueno que me llevé es el conocimiento, que los títulos se
los queden ellos, que eso no me lo quita ninguna casta, sea la que sea. Como tampoco ninguna casta me impide pensar o votar en libertad.
jueves, 3 de julio de 2014
Derecho a decidir o esquizofrenia social
Derecho a decidir. Dicho así es
innegable, no se puede aducir nada en contra, porque, en suma, la decisión está
unida a un principio de libertad. Sin embargo, al igual que la libertad, tiene
sus límites, sobre todo en la práctica, porque ¿hasta dónde llegamos con el
derecho a decidir¿ ¿Cómo lo establecemos? De no estipular ciertas cosas podemos
llegar a una situación casi esquizofrénica. Voy a poner un ejemplo muy cercano
a mí: Navarra. El nacionalismo vasco insiste en una autodeterminación que
incluya a Navarra, incluso la Constitución prevé ciertas cosas al respecto, pero
no quiero entrar en ese tema. Pensemos en un hipotético paso adelante. Se da la
autodeterminación o la independencia o lo que haga falta. Ya está Euskadi como
quería ser, incluida Navarra. Pero demos un paso más. La zona de la Ribera, el
sur de Navarra, considera, entonces que su historia, su cultura y su
idiosincrasia nada tienen que ver con ese nuevo País Vasco y deciden solicitar
su propio derecho a decidir al Gobierno de Euskadi. Este Gobierno ¿podría negar
a la Ribera lo que no le han negado a él? Hipotéticamente, claro.
Una situación similar se podría
decir cuando hablamos en el ámbito de la política. Hoy por
hoy sólo decidimos cada 4 años, que es poco para lo que nos jugamos. Hoy lo
estamos sufriendo. Hay quienes quieren llevar este derecho a decidir hasta el límite,
llevar la política a la calle, hasta un sistema asambleario. Evidentemente, sería
lo ideal, como lo planteaban los antiguos filósofos, si fuésemos pocos y si
todos dispusiésemos de tiempo para acudir a estos eventos y no nos lo impidiesen
cuestiones tan anodinas (irónico) como el trabajo, la familia o la salud. De ahí la
necesidad de delegar y confiar. El problema radica, para mi, en esa confianza y
que cualquier modificación debería llegar mediante normas que reafirmen la
confianza, una de ellas la absoluta transparencia de los cargos.
Se podría hablar de otros muchos
temas en los que siempre acabamos en un extremo o en otro, sin tener en cuenta
que hay un amplio margen de actuación a estudiar entre uno y otro.
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