miércoles, 21 de febrero de 2018

OLVIDANDO LA PROBLEMÁTICA RURAL

Los científicos tienen razón al señalar la pérdida de oportunidades que supone el hecho de no invertir en investigación. Esto es, para muchos, evidente. A tenor de las cifras de inversión, también es evidente que para otros no.

Pero yo quiero añadir otra preocupación al respecto: la desinformación y limitación de perspectivas que se dan en el mundo rural, incluso en municipios con una población amplia, de más de 10.000 habitantes. Y son muchos los ciudadanos que viven en estas poblaciones y que influyen en el devenir de nuestra sociedad. Hay quienes elogian la vida rural. Tiene, evidentemente, sus encantos, pero no podemos obviar su problemática social y laboral.

No basta con cambiar las acepciones del diccionario.

La restricción de actividades a únicamente la industria, la comercialización, el sector primario y los servicios conlleva una limitación en relación con la visión de las potencialidades del mundo. Sobre todo por el hecho de que quienes, por su formación, han adquirido otras potencialidades tienen que salir de ese entorno para desarrollarse. La investigación brilla por su ausencia y, por ende, la duda, la autocrítica, el inconformismo…

De ahí que suela primar la endogamia, la autocomplacencia de lo propio, la tradición y, por tanto, el impulso de actividades que siempre se han desarrollado en el lugar. Eso, desde mi punto de vista, conlleva que la mentalidad siga anclada en unos parámetros de una falta de avance hacia nuevas posibilidades, una nueva mentalidad que crea en la capacidad para cambiar. Y como lo propio es lo mejor, no hay avance, sino mantenimiento de una estándar de vida que, incluso, en las poblaciones más pequeñas se refleja, particularmente, en familias que adquieren una especie de cátedra sobre el particularismo social municipal.

A ello se une hoy una tendencia en ciertas administraciones públicas, muchas de ellas promulgadas desde la izquierda, a desarrollar proyectos y actividades que en lugar de intentar generar riqueza, lo que practican es una especie de política de imagen, de corrección social que bien pueden promover un cierto cambio en la perspectiva del respeto entre las personas, pero que no llegan a la raíz misma, que no es otra que el sentirse realizado y valorado. Y esto último se logra con una sociedad en la que la persona se sienta satisfecha con lo que puede aportar y recibir.

Por supuesto, es comprensible la necesidad de centralizar determinados aspectos de la investigación para abaratar costes y acercar a los propios protagonistas. Sin embargo, estamos en una sociedad que ha traspasado las barreras de la distancia y es hora de dar el paso para la posible descentralización de una parte de la investigación y de otras muchas esferas, dando paso a nuevos enclaves donde desarrollar estos aspectos y que, en algunos casos, acercaría a los propios científicos a los focos empíricos de los problemas. De hecho, ya hay pequeñas empresas que lo están haciendo.

Así que entiendo que, a la preocupación por la investigación en nuestro país, se debe sumar este otro aspecto que olvidamos y que puede influir en desarrollos posteriores y en cómo vemos la política o cómo nos vemos a nosotros mismos. Quizás el comienzo esté en cambiar la mentalidad de todas esas personas que permanecen en el mantenimiento.