domingo, 7 de abril de 2024

ESPAÑA NO SE ROMPE, SE MERCANTILIZA

No, España no se rompe porque ya está descuartizada en explotaciones cargadas de nacionalismos. Otros dirán que no es cierto, pero si descendemos al común ciudadano comprobaremos que hemos dado marcha atrás en movilidad, en contactos, en perspectiva. Antaño, antes de los 2000, los jóvenes se veían obligados a moverse por toda España buscando, por ejemplo, una Universidad. Hoy, los jóvenes tienden a quedarse en sus Comunidades, primero por lo que supone de coste para los bolsillos de muchos padres, lo que redunda en beneficio de los que nos tienen exceso de recursos, si bien es un obstáculo para la experiencia; segundo, y más importante, porque en muchas de ellas suelen introducir la exigencia o posibilidad de clases en cualquier lengua cooficial. Lo mismo ocurre con las plazas públicas pertenecientes a cada Comunidad.

Mayor renta en verde
Parecerá que esto es algo baladí, pero
implica para nuestros jóvenes una inmovilidad, una falta de horizonte más allá de sus fronteras comunitarias. Yo me pregunto hacia dónde nos llevará esta cerrazón entre los muros nacionalistas que entienden lo suyo como lo mejor, lo propio, lo deseable. Como aquellos españoles que, supuestamente, gritaron vivan las caenas, así se presenta a mí el exacerbado nacionalismo, incapaz de valorar lo que implica una comunidad, cada vez mayor, de gentes con diferentes valores que se enriquecen mutuamente. Para eso hay que estar abiertos, tener la mente abierta para comprender lo que entendíamos como impropio, mente abierta para debatir, para cuestionar nuestros propios principios.

Uno puede estar orgulloso de dónde es, pero eso no implica negar lo diferente. Resulta curioso que cuando más se habla de igualdad en el caso del sexo, se extiende con más profundidad la desigualdad por nacimiento o nacionalismo. De ahí que yo no me sienta orgullosa de dónde soy, de hecho, ni siquiera lo sé; me siento orgullosa de lo que soy, de mi bagaje histórico, de mis experiencias, porque de poco me sirve el bagaje de la Comunidad donde viví una parte de mi existencia, de la que por cierto he tenido que salir.

Considero que se sobrevalora en demasía lo que llaman arraigo y se desprecia el desarraigo. Creo que se debería revisar dicha valoración dando al desarraigo el valor que tiene, el de una persona que no se agarra a una tierra, sino a las gentes, a las personas que conviven en cualquier lado, en cualquier sitio. Sin embargo, estamos en eso, en el desprecio a los demás.

domingo, 17 de marzo de 2024

¿Dónde están los jóvenes?

Me pregunto continuamente; dónde está la juventud para enarbolar la bandera de la libertad; dónde está, me pregunto, porque no la escucho revolverse con hartazgo de lo que ven y lo que les espera. Y es que la juventud está muda porque le han cortado la lengua. Porque ahora son unos cuantos los que redactan sus proclamas, las que la juventud debe asumir como propias. Mientras tanto, esa juventud sufre, sin percatarse, una nueva desigualdad: la nacida del exacerbado nacionalismo que las enclaustra en sus fronteras. Ante el alza nacionalista, cada Comunidad se blinda, incluso para las plazas públicas se establece la obligación de saber este idioma, el otro o el subsiguiente.

Así las cosas, qué contacto, qué movilidad, qué aprendizaje van a tener nuestros jóvenes sobre la diversidad de su territorio natural, sobre los jóvenes que viven allende sus fronteras. Ninguna. Quieren que sean una sola cosa y no crecer en perspectivas. Por qué, no lo sé. Para tenerlos controlados, quizás.

A ello se une unos planes de educación malpensados en los que a los jóvenes se les empuja a estudiar para trabajar, no para ilusionarse; con planes de estudio cambiantes en las que prima más la ideología, sea del bando que sea, más que la educación.

Y ya no hablemos de los trabajos, al menos mal pagados; en eso han ganado; pues a finales del siglo pasado, algunos tuvimos que trabajar en negro mucho tiempo, porque todos miraban para otro lado. Pero nos manifestamos en 1986/7.

 Dónde están los jóvenes que antaño llenaban las calles manifestándose; dónde están. Acaso ya no se puede salir a la calle a decir que no están contentos; acaso los jóvenes tienen miedo. Si es así, algo estamos haciendo mal. Yo no quiero que la juventud se calle, no quiere que vaya a los medios de comunicación a seguir las proclamas dirigidas; no quiero que unos cuantos se alcen en portavoces de ellos. 

Quiero que los jóvenes se manifiesten porque entonces, sólo entonces, sabremos que no tienen miedo y que nuestra sociedad sigue caminando.

jueves, 29 de febrero de 2024

LAS SOMBRAS DE AQUELLOS JÓVENES MUERTOS

 "Madrid es la comunidad donde más mayores murieron en la residencias". Vaya por delante que una pérdida siempre duele, a pesar de los años. Pero que se convierta en consigna, en una avalancha de informaciones constantes, da qué pensar. Parece que el único objetivo es tumbar a Ayuso, cuando hay muchas cosas por hacer en lugar de ocuparse de alguien. No soy votante de Ayuso, pero tengo memoria y años de experiencia con mayores y residencias para que dichas informaciones no me produzcan la alarma que intentan provocar los medios y seguidores en sus redes.

En base a la memoria quiero recordar que, en esos tiempos a los que se refieren, Madrid sufrió más que ninguna otra ciudad; porque Madrid era y es un foco de llegada, salida y viajes internos en metros y cercanías, mientras en las noticias se decía que no había problema, que la gutículas caían. Pero lo que más recuerdo, cuando todo explotó, es que murieron muchos jóvenes de los que nadie habla, ni se preocupa; recuerdo que para explicar las muertes de aquellos jóvenes se decía que tenían patologías previas y ahí se acababa la cosa. Hoy nadie rescata su memoria; de esos nadie dice nada. Se murieron jóvenes porque se tenían que morir. Los mayores no, los mayores de los que hablan no se tenían que morir, tenían que vivir más porque, supongo, no tenían patologías previas, por eso estaban en residencias.

De los jóvenes no se acuerdan los medios, ni el Gobierno, ni nadie, porque no deben rentar, salvo para sus familias ¿Por qué no hablan de esos jóvenes? ¿Por qué no hablan de esos 450 jóvenes muertos reconocidos? Sí, parecen pocos, pero eran jóvenes con la vida por delante y niños,  pocos, pero niños.

Aquí lo que importa, a fin de cuentas, son los votos y machacar a la Ayuso. El bienestar ciudadano, la lógica de la vida y la supervivencia en la que se entiende que deben vivir lo jóvenes, eso no es de su incumbencia. Si se mueren será que algo han hecho mal. Pero si se mueren los ancianos no, eso hay que combatirlo.

Y esa es la tónica general. Los jóvenes poco importan. Que hay que subir las pensiones, se suben, ya pagarán los jóvenes trabajando más años, porque hay que lograr votos, que hay más mayores. Que hay que darles vacaciones, se las damos. Los jóvenes que se vayan a un concierto, pero sólo los nacidos en un año concreto.

Lo importante es que murieran mayores en las residencias, algo que ocurre cada día y en época Covid con mayor intensidad. De hecho, por aquella época, algún sanitario me comentó que en Navarra tampoco se llevaban a los hospitales, porque era necesario hacer un triaje. Lo que hizo Madrid fue amparar las decisiones que debían tomar los médicos para que no cayese sobre su conciencia. Lo que yo pensé, sabiendo que mi madre estaba en una residencia, es que pasase lo que pasase, ella no fuera al hospital a interferir. Y espero que no se me señale, ya que acarreo 20 años de cuidados de ascendientes.

Sin embargo, el triaje no importa; no importan aquellas sombras de jóvenes que murieron; lo que importa es que los mayores murieran en residencias.

¡Que futuro tiene una sociedad que pone por delante a los mayores frente a los jóvenes! Pónganse en situación: llega un chico de 15 años y un señor de 80 en las mismas condiciones ¿A quién salvarían? Hay quienes empezarán con disquisiciones filosóficas, pero no el tiempo corre en ciertos momentos. Así es de crudo y así fue. Dirán que es discriminatorio, edadismo, nazismo, incluso. No, no es eso; es que a veces la realidad nos da un tortazo y nos pone en su sitio. En el sitio que vivieron nuestros ancestros y en el lugar natural del que vinimos. Y conste que, a veces, se decide por el que más posibilidades tiene de salir.

No digo que no mereciesen atención, que hay que andar con pies de plomo hoy en día, sino que este debate está soslayando uno más importante ¿Cuándo se va a hablar de ese futuro en el que los padres mayores no tendrán familia porque tienen un solo hijo? Pretendemos que ese hijo hipoteque totalmente su vida en pro de sus padres. Se responderá: ellos te cuidaron, ahora te toca. Ese es lo que toca, es muy duro, se lo advierto. Porque esto no es una lotería. Además, acaso los padres tienen hijos para que les cuiden. No, eso es ser egoísta. Pero ese debate no está encima de la mesa. No renta hablar de algo que es complejo y crudo.

Y porque es crudo y complejo, me parece denigrante la insistencia en este debate que algunos medios de comunicación parecen explotar a costa de esos padres que perdieron a sus hijos y que todavía ven su sombra en las paredes de su habitación y en su memoria. Ni siquiera puedo imaginarme lo que pueden sentir.