Y ya no sólo te mandan al ostracismo,
sino que además, en el colmo de la tiranía, te acusan de ser
egocéntrica y de no pensar más que en ti misma por no tener wasap y
querer que los demás no lo utilicen contigo. Te echan la culpa de no
tener wasap.
Por tanto, me quieren imponer, me
quieren obligar a comprarme un móvil para ser igual que los demás.
Y yo tengo ese Nokia porque no se rompe, porque valía barato, porque
yo no me puedo permitir gastar un porrón de pasta en un terminal de
esos y porque, y lo más importante, mi forma de consumo es la más
contraria a esta sociedad: yo no me compro nada hasta que no rompa lo
anterior. Y eso lo hago con todo, hasta con la ropa. Ya siento tener
esta mentalidad tan retrógrada y creo no ser la única. Por eso
lanzo una SOS a ver si aparece alguien, además de Carles Francino
quien también ha declarado tener un Nokia de esos.
Quizás seamos una minoría. Y si somos
una minoría ¿Por qué nos rechazan? Quiero romper una lanza por
quienes todavía no tenemos wasap. Porque del mismo modo que nos
llaman egocéntricos, que no entiendo el motivo, nosotros, esa molesta
minoría, también podríamos decirles por qué quieren imponer una
forma de comunicarse, por qué no cuentan con esa minoría, por qué
no intentan utilizar con nosotros otras formas de comunicación, por
qué se creen que son el centro del mundo, por qué intentan
defenderse de su dependencia culpando a los demás. Porque, salvo
honrosas excepciones que lo reconocen, la mayoría hacen como todos
los telespectadores, que ninguno ve Sálvame y sólo ven los
documentales de la dos; por qué no esperan que ya llegaremos, cuando se nos rompa, claro. ¡Qué afán por comprar! Cualquier minoría hoy en día es más respetada que los podres que todavía no usamos wasap.
Esto me hace reflexionar hacia el tipo
de humanidad y sociedad que estamos construyendo; además de
puramente consumista, estamos olvidando la comunicación oral y
escrita. Les pasó a las cartas, ahora sólo recibimos facturas y ya
ni eso. Lo cual me parece estupendo porque ahorramos papel, aunque,
por otra, consumimos energía en recargas y ordenadores. Sin embargo,
he de confesar que yo todavía escribo alguna carta y también
utilizo, en muchas ocasiones, cualquier papel usado para escribir y
pasarlo, después, al ordenador.
Temo por la comunicación oral, donde
la inflexiones de la voz podían darte pistas sobre la intención del
comunicador. Hoy tendremos que empezar a analizar cómo es una
persona según cómo escriba en wasap. Y no va a ser fácil, ya que
la economía llega también a las palabras y se codifica al igual que
las máquinas.
Y ya no hablo de sustituir el Facebook por el twiter, lo que supone que cuanto menos escribas, cuanto menos reflexiones mejor. Y a mí en comunicación y en pensamiento no me cabe la economía.
Entiendo los adelantos tecnológicos,
más aún, los aplaudo. Pero no entiendo que se olvide a la persona
que está más allá del aparato, su necesidad de comunicarse más
personalmente, más directa, sin subterfugios, ni esconderse en
frases hechas y en proclamas. Abogo por una tecnología que cuente
con la persona, no que la anule y, en estos momentos, estamos
anulando a la persona en pro de mecanismos. Si no tienes wasap no
eres, no existes. Adiós al “pienso, luego existo”.