domingo, 13 de junio de 2021

DIMISIONES EN EL MINISTERIO DE IGUALDAD

Los datos que se señalan desde diferentes fuentes siempre alarman sobre la situación de la violencia de género y doméstica; por tanto, si no están funcionando las políticas será porque algo están haciendo mal y deben asumir sus responsabilidades con una dimisión.

Supongo que alguien podrá decir que es una conclusión sencilla a un asunto complejo. No estoy haciendo más que lo que hace el propio Ministerio de Igualdad: aplicar soluciones sencillas a cuestiones complejas, cuyas bases pueden remontarse miles de años.

Como no soy experta, sólo pretendo dejar una serie de apuntes al respecto de este asunto. Partimos ya de una premisa simple: la culpa la tiene el Patriarcado, el patriarcado es el hombre. Identificado el culpable, perseguimos a los actores: los hombres. Nos basamos en ello para seguir con nuestros axiomas: hay hombres que matan, por tanto, todos los hombres son culpables y maltratadores. Seguido protegemos a la víctima, a la que el Estado va a convertir en tutelada por él.

Dicho esto, pasemos a lo complejo del asunto.

Aunque la tradición judeo cristiana ha tenido mucho que ver en esa afirmación de “la maté porque era mía”, no debemos olvidar lo que nos enseña la antropología y que nunca se han tenido en cuenta. Los seres humanos no dejamos de ser algo animales sociales y, como tales, mantenemos ciertas referencias a través de la cultura (cultura en sentido antropológico). En este caso conservamos una serie de mensajes temporales, territoriales, subsistencia, sexualidad, aprendizaje…que aparecen en todas las culturas pero de distinto modo. Todas las culturas diferencian entre sexos y los papeles no se asocian, únicamente, a su fisiología; lo normal es que cuando una pauta se asocia con un sexo el otro renuncie a ello. Hace bastantes años un diplomático ya señaló, estando en un país ajeno, explicando lo que ocurría en él “si pensaseis que las funciones emocionales e intelectuales del sexo son al revés de las nuestras, aquí os iría mucho mejor”. Es decir, no sabemos interpretar los mensajes que las pautas  nos están señalando.

Fijémonos en los animales. Hay especies en las que, tanto la hembra como el macho, acaban con sus hijos, pero por motivos distintos: la hembra por la supervivencia de la progenie, el macho por la supervivencia de su propia progenie. Y también han buscado fórmulas para que esto último no ocurra: ciertas hembras practican la promiscuidad para que los machos no sepan de quién es la descendencia. Por supuesto, esto ocurre en especies sociales como los seres humanos.

Pasemos entonces a los seres humanos: estamos actualmente viendo cómo ciertos hombres actúan de ese modo, acaban con sus hijos para que no queden a merced de otro macho. Podría tratarse de una disociación de esta pauta ancestral. Pero también tenemos madres, y no pocas, que acaban con sus hijos, también parece una pauta disociada de lo anterior. A las madres hoy se les achaca problemas mentales, no así a los hombres.

Vayamos desengranando algunas cuestiones más. En los animales sociales existe siempre cierto orden jerárquico: machos y hembras alfa. Sí, hay animales donde quien manda son las hembras. Ejemplo clásico es la leona, pero hay más. Es decir, existe patriarcado y matriarcado.

Se considera hoy que el patriarcado es malo y el matriarcado es bueno; simple. Nada más lejos de la realidad. Ambas conducen, en una sociedad que intentamos sea igualitaria, a posiciones de fuerza jerárquica. En la actualidad, el núcleo no es la manada, sino la familia. Hay familias matriarcales que han generado hombres no ya débiles, sino incapaces o debilitados, así como hombres excesivamente protegidos. Nunca, en el Ministerio de Igualdad, se ha examinado el papel del matriarcado en las pautas de comportamiento. Ese papel de la suegra protectora que quiere una mujer que cuide tan divinamente a su hijo como lo ha hecho ella.

Sólo son unos apuntes de una hora de un domingo libre, seguro que ahondando se pueden sacar más. Pero no es mi labor. Por eso, concluyo, que alguien debe dimitir en el Ministerio de Igualdad, por hacer de una cuestión compleja, una tan simple.

 

Marta Elía Beuvain

Doctorada en Teoría de la Comunicación


sábado, 24 de abril de 2021

ALGO HUELE A PODRIDO EN ESPAÑA Y EUROPA

Lo siento pero dudo y mi duda es razonable sobre lo que acontece en la actualidad. Por eso quiero expresar mis dudas:

El debate en Telemadrid reflejó cómo cada cual se culpaba de los muertos en residencias. Examinemos la cuestión. Madrid optó por firmar un protocolo para que no se llevasen enfermos de las residencias a Hospitales. Lo mismo ocurría en otras comunidades, pero en este caso, eran los facultativos quienes lo dictaminaban. Porque, recordemos, en aquel momento no había sitio.  Algunos pensaran que es mejor que sean los facultativos que sabrán lo que hay que hacer; pero, a nivel organizativo, si pensamos bien, si hay uno o dos casos en una Residencia, lo más probable era que hubiese muchos más, lo que hubiera conllevado una avalancha en la sanidad. Por otro, la cuestión es dilucidar qué es mejor: si la responsabilidad debe recaer en las instituciones o en el gremio de los facultativos. Hay mucho de lo que hablar en este tema, pero la cuestión se dilucida entre políticos echándose la culpa y lloriqueando como niños.

Porque la cuestión tampoco es lo que ocurrió en las residencias, sino previamente. La cuestión estuvo en que no se actuó antes y nos cogió el toro y el virus se nos metió hasta dentro.

Hoy es habitual ver cómo se recriminan los muertos. Cómo sienten esas muertes y reclaman lágrimas. Curioso ¿Por qué digo curioso? Porque mientras tanto, todos, informativos incluidos, defienden a capa y espada el eufemismo de las vacunas “son más los beneficios que los riesgos”, que quiere decir, “un muerto más un muerto menos qué más da”. Cierto, las vacunas son lo único que tenemos. Pero vamos viendo cómo van muriendo, esta vez un profesor de 30 años, un cabo del ejército de 35 años. Pero esas vidas no importan. Es el precio que hay que pagar por la seguridad de todos. Me parece indignante cómo tratan las muertes según les interese.

Supongo que luego nos dirán que si tenía patologías previas, como hacían al principio de la pandemia. como tantas cosas erróneas con las que nos marearon y lo siguen haciendo.

Y en este intervalo ¿no les suena que algo se ha perdido? ¿Valen más las vidas de esas personas mayores que ahora se echan a la cara, que las de los jóvenes que están cayendo? Perdón, pero algo huele a podrido en todo esto. Quizás los políticos. Dentro de unos meses ¿se echaran en cara estas muertes?

En lugar de ello, ¿por qué no establecen protocolos de actuación frente a posibles efectos adversos de la vacuna? No. Porque eso significaría que existe un riesgo y no están dispuestos a reconocerlo. Los muertos por vacuna no importan.

Saben lo que me temo, que alguien, tras la vacuna, haya tenido dolor de cabeza, haya ido al médico y le hayan mandado a casa con un paracetamol y señalando el posible nerviosismo por las informaciones. Pero qué importa, la cuestión es que son daños colaterales, lo importante es acabar con esto rápidamente, caiga quien caiga y volver a la economía de siempre.

¡Vacunen, rápido, en un tiempo record, a ver quien gana! Parece una competición entre Estados. Y nosotros en medio.

Hoy en el informativo de Antena 3 han dedicado muchos minutos a una mujer que no se quería vacunar y que, al final, se ha vacunado. Al cabo del ejercito, unos segundos para decir que ha donado los órganos. Sí, los órganos y la vida. Su vida entera, señores políticos. Su vida, grábenselo en donde tengan un hueco, si es que les queda.

sábado, 3 de abril de 2021

LA RESPUESTA DE LA NATURALEZA: NOS ENJAULA

Tenemos un problema. En muchas ocasiones, el ser humano no sabe disfrutar sin destruir porque quiere todo a su imagen y semejanza. Como dijo Nietzsche “Dios ha muerto, viva el superhombre”

Hoy en día se nos clasifica, en muchas ocasiones, como urbanitas o campistas. Por supuesto, el urbanita tiene peor imagen ¡Cómo no te va a gustar el campo! Su paz, su tranquilidad, su aire limpio…Sin embargo, me declaro urbanita y defensora del medio ambiente. El trocito de campo que me corresponde se lo dejo a los bichitos que viven en él. 

Estamos viviendo una explosión de disfrute de la naturaleza. La gente sale de la ciudad buscando campo, silencio, árboles, respirar aire puro, como si el campo estuviese libre de contaminación. Pesticidas, agua o aire contaminado, ninguno de ellos se detiene ante fronteras o líneas divisorias. Tanto es así que el campo, la naturaleza empieza a estar masificada, al igual que el propio Everest. Lo mismo ocurre en nuestro país. Nos hemos vuelto  todos amantes de la naturaleza, aunque sigamos destrozándola de tanto amarla.

Habíamos transformado las playas en zonas adecuadas a nuestros deseos y de nada han servido legislaciones. Poco a poco, vamos transformando los ríos, los bosques, los parajes naturales en lugares de ocio porque así se logra un mayor desarrollo sostenible. Se logra afianzar la población en las zonas rurales. ¿Pero es sostenible, a la larga con semejante explosión? Ya no son unos pocos, ahora son multitud.

Somos demasiados haciendo lo mismo ¿Por qué ocurre esto? Porque se ha convertido en un negocio. De hecho, cuando alguien quiere regular las visitas a un parque natural los ciudadanos colindantes se echan encima de los gestores porque el campo es de todos y hay que disfrutarlo.

Transformamos la naturaleza amada en lo que a nosotros nos da la gana, con lo que nosotros estamos satisfechos. Los perros ya no son perros, eliminamos sus molestos ladridos con collares, su carácter canino con educación y se convierten en objetos, casi peluches que se mueven. A los gatos, esos felinos a los que les costaba tanto adecuarse, poco a poco, van cayendo en la trampa y han dejado de ser esos seres independientes y salvajes. Y a los pájaros los metemos en jaulas para que no vuelen.

La naturaleza tiene sus propias reglas, su propio equilibrio y vamos nosotros y rompemos esa armonía con nuestras caminatas, nuestras bicis, nuestras motos, en suma, nuestro ruido. Hemos llegado a tal extremo que, durante el confinamiento, los animales pasaron hambre porque no estaba el humano dejando sus desperdicios, actuando sobre el terreno, dejando un rastro al que muchos animales se han habituado ¡Hasta dónde hemos llegado en nuestra intervención!

Luego nos sorprendemos de que ocurran cosas como el coronavirus. La naturaleza, desde lo más profundo de su refugio, nos manda un órdago. Es curioso, nos ha metido en jaulas. No creo que sea el último. Seguro que hasta su último suspiro luchará por su supervivencia; al igual que nosotros. Pero, en esta ocasión, la guerra la perderemos todos.

miércoles, 24 de febrero de 2021

CUANDO A LA LIBERTAD NO LE DAMOS CONTENIDO

Decía Sampedro que “sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada”. Eso ocurre cuando a la libertad no la dotamos de contenido. Como dijo Hipatia de Alejandría hay que defender la libertad de pensar, porque es mejor que no pensar.

Ahí radica la importancia de este momento. El pensamiento es algo más que meras consignas e insultos. El pensamiento requiere reflexión, establecer argumentos, estudiar las versiones, vincular los hechos a una realidad, no futura, ni deseada, sino la que nos rodea y luego, señalar problemas, imperfecciones, fallos del sistema y, sobre todo, proponer soluciones.

Pero eso ha dejado de ser prioritario. Ahora, la cuestión es decir no lo que pienso, sino lo que me da la gana que es distinto. La línea puede parecer tenue, pero es el abismo que existe entre las tripas y el cerebro. Es lo que muchos temieron en el hombre-masa, la vulgaridad de la cultura, de las ideas, del pensamiento. La democratización de nuestra sociedad ha sido mal entendida y ha invadido cualquier parcela; ha llegado a un extremo que todo es expresión, arte, cultura, pensamiento. Por ejemplo, alguien se ha empeñado en decir que ciertos valores como la belleza es una imposición, cuando son expresiones de la humanidad en su desarrollo. Yo no puedo valorar un composición musical porque no entiendo de música, sólo puedo decir me gusta o no; ahora bien, puedo expresar una humilde opinión sobre una letra o un escrito.

En realidad, aquellos que hablan de imposición pretenden la imposición de la vulgaridad, la necedad, obviando todo lo positivo, que lo hay, pero eso iría en su contra.

Cuando algo se califica como bello, siempre hay quien enarbola la imposición como si fuese un ataque. Es como si un hermoso amanecer fuese calificado por alguien que madruga como una imposición. Un amanecer es bello por sus colores, porque duran un instante, porque están repletos de significado, porque atañe a la vida, al breve instante, al nacimiento de un nuevo día. Por supuesto que si madrugas para trabajar no percibes ese instante, ni piensas en ello, pero eso no le resta nada.

Ahora bien, también hay que entender a los jóvenes. Están hartos porque es la edad de ello. En su hartazgo pueden dejarse llevar por personas a las que no les importa decir lo que les da la gana con la intención de ganar popularidad y sentirse referentes mediante el victimismo. Los jóvenes necesitan referentes que la sociedad hoy no les ofrece. La sociedad les apremia a estudiar, a graduarse en algo con una salida laboral para entrar en el mercado laboral y empezar a trabajar y ser lo que tienen que ser: trabajadores que aporten su parte al Estado de Bienestar, que compren coches y casas y bienes de consumo para el mantenimiento de la cadena. Es lo que todos hemos pensado e, incluso, hemos querido cambiar.

Pero eso, hoy, con una educación tan especializada, es un gran caldo de cultivo para una rebelión sin perspectiva, sin objetivos, sin los pies en la tierra. No se puede derribar tu casa, sin tener alternativa. La rebelión debe ser paciente e inteligente, como sugirió Ortega, aprendiendo del pasado, de la historia que nos ha dejado revoluciones que no han servido de nada y que han caído en las mismas contradicciones y en los mismos errores. En lugar de ello, algunos se empeñan en señalar que quienes protagonizaron esa historia lo hicieron mal,  pensando que ellos lo harán mejor; sin pensar que lo mismo pensaron los que les antecedieron. Y así seguimos, sin aprender del pasado y tropezando en la misma piedra egocentrista.

 

 

jueves, 11 de febrero de 2021

EL CONCEPTO DE IDENTIDAD NO ESTEREOTIPADO

¿Identidad de género? ¿Por qué Montero divide la identidad? La identidad es una cuestión mucho más compleja y es propia de cada cual. Además, el género es un concepto social que alude a roles. Suponía que estábamos luchando por evidenciar la igualdad de hombres y mujeres, no estereotipando. Si establecemos una identidad de género estamos diferenciando socialmente. Montero está cayendo en una contradicción. Estamos intentando legislar las relaciones sociales. No voy a entrar en las cuestiones de derecho de la Ley, que para eso hay juristas, sino en cuestiones conceptuales, de pensamiento, con las cuales interpretamos el mundo que nos rodea.

Vamos a ir diferenciando conceptos: sexo es lo que tenemos entre las piernas al nacer, es decir, es algo orgánico, biológico. No se elige. Puedes no sentirte identificado, pero eso no ocurre al nacer.

Género alude a cuestiones sociales que diferencian los comportamientos de hombres y mujeres por roles, formas de comportamiento o por la propia naturaleza que nos dota con unas cualidades o con otras.

Identidad es un concepto mucho más complejo que todavía se sigue discutiendo. En suma, es un conjunto de caracteres que diferencian a un individuo y que lo van formando a lo largo de su vida. Es una conjunción del genotipo y el fenotipo, de lo propio, de su mirada, y de lo social, de la mirada del otro. Se podría añadir otros aspectos, pero no vamos a profundizar en ello.

La identidad es un concepto que pretende señalar la diferencia entre unos y otros, porque somos diferentes. Lo malo es que estamos intentando homogeneizar a la población y acabamos encuadrándola en determinados grupos; es decir, estereotipando. Existe un error de base a la hora de plantearse las minorías o los grupos, digamos, diferentes. Esas minorías o esos diferentes sólo son identidades que, como tal, son diferentes; requieren respeto, pero no por ser minorías, sino por ser personas. Normalmente, se tiende ahora a negar la diferencia, como si las diferencias fuesen algo malo y, en realidad, es algo bueno. Nos empeñamos en desterrarlas cuando lo que hay que hacer es valorizarlas.

Si calificamos la identidad como de género, cultural, nacional, perdemos la cualidad individual de persona que es la que realmente merece el respeto, de forma que estamos señalando y valorando al fenotipo olvidando el genotipo.

Y así acabaríamos diciendo: este grupo minoritario merece respeto, aunque haya uno que, individualmente, haya cometido un delito.

Manejar el concepto de identidad, al igual que el de democracia, con tanta banalidad puede acarrear problemas en la concepción de las relaciones humanas que son o deben ser entre individuos respetuosos.

Volviendo al tema, con el famoso proyecto de Ley, se supone, o así lo entendía yo, que lo que se pretendía es que la mirada social se equiparase a la mirada que tenemos a cualquier otra persona, con su forma de ser propia. Ahí ya nos hemos metido en un jardín porque solemos enjuiciar a todo hijo de vecino a través de los malditos estereotipos, pero, es cierto, que hacia estos grupos puede haber miradas más violentas.

Pero si yo me he metido en un jardín con lo de enjuiciar, Montero se ha metido en una selva, porque si entonamos la identidad de género estamos diferenciando a hombres y mujeres. A no ser que lo que queramos es hacer esa diferencia para enfatizar el valor y el poder de las mujeres sobre los hombres, lo que conllevaría que la mujer acabase haciendo lo mismo que lo que se supone que el hombre ha hecho con ellas; lo cual nos llevaría a que somos iguales. Por tanto, para qué puñetas tanto lío, para qué volver a pelearnos en el barro ¿Por qué no respetarnos en nuestras diferencias individuales, no grupales?