Una demanda real a la que debemos
responder: o la atendemos o la dejamos de atender. No puede un Estado
eludir esa realidad o mirar para otro lado.
Evidentemente, eso implica un aumento
de los costes económicos que es lo que más preocupa: la
financiación y la eficiencia, (qué bonita palabra y cómo la
aprovechan algunos) Pero la eficiencia y la financiación también
tienen dos puntos de vista y quizás más: el puramente economicista,
a corto plazo, y el punto de vista humanista. El economicista mira
los costes actuales, calcula recursos por número de pacientes, etc;
el humanista mira la persona, una persona que quizás pueda empeorar,
y que quizás está trabajando, y tiene niños o gente que depende de
ella o muchas otras cosas.
Muchos se preguntan por las plataformas
que surgen. No son más que la respuesta a la falta de ese
apoyo que se ha perdido en el individualismo. La gente con problemas
no sabe dónde acudir, el Estado se hace el sueco, nunca mejor dicho,
bajo la premisa nórdica “tú te los has buscado o algo habrás
hecho para estar así”. Pero es que el Estado somos todos, todos
nosotros, no es un ente artificial, etéreo.
Los problemas sanitarios, están, por
tanto ahí, son reales, aunque hayamos sido responsables, todos, de esa situación. Ahora queremos que se resuelva y no vale buscar culpables, hay que dar solcuiones. La gente no acude a los médicos por afición
o por gusto. Como en todo, hay matices, pero habría que señalar que
cualquier generalización es perversa. Del mismo modo que no se puede
decir que todos los políticos son corruptos, o que todos los médicos
tienen consulta privada sin renunciar al 35% de su sueldo, tampoco se
puede decir que todos los pacientes se aprovechan de las sanidad
pública. Muchos comentarios sobre unos u otros lo único que
consiguen es dividir a la población: los pacientes porque los
médicos no les atienden o les dicen que se tome un ibuprofeno; los
médicos porque los pacientes no hacen más que quejarse y a ellos no
le dan suficiente tiempo; los políticos quejándose de unos y otros.
Todo porque no se tiene en cuenta lo que de verdad importa en este
asunto. Por eso, no es de extrañar que en la mesa redonda,
organizada por la Plataforma Ribera en Defensa de la Sanidad Pública,
en la que estuvieron casi todos los Partidos Políticos, hay quienes
no entendieran nada, no se sintieran representados, se sintieran
vacíos en lo esencial.
En cierta forma todos hemos fallado,
dejándonos llevar por el individualismo y hoy nos encontramos solos. Estamos solos, pero rodeados de mucha gente. Por eso ha llegado el momento de tomar partido y decidir qué modelo
sanitario queremos: el frío de los países del norte, que son
capaces de mirar cómo se ahogan seres humanos sin el menor ápice de
vergüenza, o el latino, más humano, más filosófico, más amante
de la vida. Que hayamos consentido y construido una sociedad
individualista y pragmática no quiere decir que tengamos que
mantenerla. La sociedad está uniéndose para ciertos objetivos
esenciales como la sanidad, la educación y un último pilar, que se
ha convertido últimamente en esencial ante el envejecimiento
poblacional y la soledad, la dependencia. Las asociaciones deben
servir para algo más que para organizar actos festivos y lúdicos, tienen que participar
en la redacción de prioridades. Porque los técnicos hablarán de
cuestiones técnicas, los gestores se su cartera de recursos, los
políticos de su cartera de servicios; pero para saber qué sanidad
queremos deberían haber primero padecido, sufrido y haber sido
pacientes para comprender lo que quieren las personas; haber padecido
y sufrido la situación de los trabajadores de la sanidad. La
eficiencia, tan alabada, sirve para cuestiones como la energía, la
industria, el desarrollo, pero no donde exista algo tan frágil, tan
vulnerable, tan único y particular como el factor humano.
La Sanidad debe entenderse en un
sentido más amplio hoy en día, porque las necesidades han cambiado.
La Sanidad debe ser una bandera que hay que poner muy alto porque sin
ella no es posible la felicidad. El objetivo de toda sociedad, creo
yo, es que cada hombre, cada persona, sea feliz y eso no se consigue
fomentando en la sociedad expectativas materiales. La expectativa más
esencial, más humana, más primaria es la sanitaria, cualquier
aspecto sanitario, encontrarse bien uno mismo. La sanidad no es
cambiar un hueso por otro, ni curar una herida sangrante, es atender
a las personas, en su totalidad. Quizás esto nos haga replantearnos
nuestra prioridades a todos y empecemos a ver, profesionales y
pacientes, la sociedad en general, que el crecimiento de expectativas
como la sanitaria no es un lastre, no es un problema. Para mí
resulta humano, lo que no entiendo es lo contrario, el crecimiento de
las expectativas materiales, cuando sabemos que eso no nos va a dar
la felicidad, sino la ilusión de tener más.