miércoles, 12 de septiembre de 2018

LA PRIVATIZACIÓN DE LA SOLIDARIDAD

Cuando se habla de subir impuestos o de establecer nuevos baremos en cuanto a las pensiones, la solidaridad, base de una sociedad que aspira a un Estado de Bienestar global, se tambalea.

Porque la solidaridad social no va de la mano de la solidaridad individual. Un individuo puede ser solidario en su faceta individual y cerrarse cuando se habla de solidaridad social.

Son actitudes que estamos viendo en el desarrollo de los países occidentales. Y es que la solidaridad, desde el punto de vista individual, ha aparcado lo social, para caer, en cierta forma, en una especie de caridad con la que el individuo se siente bien consigo mismo, ve más de cerca los resultados y quiere ser protagonista de los mismos. Como decía Bourdieu “el beneficio fundamental que uno encuentra en servir de ejemplo radica en sentirse ejemplar”

Nos encontramos con esas desviaciones de la solidaridad cuando escuchamos a personas preguntarse por qué tienen que aportar más quienes más tienen si se lo han ganado con esfuerzo y, quizás, con riesgo a la hora de invertir. Añaden que pocas veces acuden a la sanidad o educación pública, pueden vivir sin ella. Evidentemente, su argumento es correcto; pero olvidan, como es lógico, tener en cuenta otras variables existentes en una vida social. Y es que el éxito de una empresa no sólo depende de uno mismo, sino de otros muchos factores, entre los que se encuentran los otros, la suerte, las influencias, la oportunidad, hasta, incluso, pongámonos un poco sarcásticos, dar con el corrupto adecuado (esto es una licencia). Quienes triunfan no tienen en cuenta que han dejado atrás a mucha gente que, quizás, hubiese hecho mejor las cosas, pero que no han tenido la suerte, la confianza de la sociedad. Ellos, los triunfadores, dependen de nosotros, los ciudadanos que los hemos hecho triunfar y si esos ciudadanos están enfermos o descontentos, quizás dejen de confiar en ellos. Del mismo modo, que un médico, un ingeniero, un titulado tiene detrás a un montón de gente que con su esfuerzo en el trabajo y en sus cotizaciones ha permitido que se formase en Universidades y obtuviese becas. Pero, lo olvidamos ante nuestro triunfo individual.

Pasa lo mismo en cuanto al establecimiento de las pensiones y los baremos. En muchas ocasiones, hay quienes apuntan que no es lo mismo haber cotizado 15 años que 40. Olvidan también las circunstancias especiales que pueden rodear a muchas personas y familias. Olvidan que durante años la mujer no accedió al mercado laboral porque su papel era otro; menos mal que llegaron las pensiones no contributivas con los socialistas. Hoy hemos avanzado, pero todavía quedan otros factores que continúan influyendo en estas cotizaciones. Los mismos, casi, que cuando se habla de impuestos: puede influir las cuestiones familiares, la suerte, las influencias, la formación, el momento económico en el que te toca acceder al mercado laboral, cuestiones que pueden verse como menores (un mal profesor) pueden dar al traste con tus expectativas futuras y tus elecciones. Tampoco tienen en cuenta a aquellos que han cotizado y no han llegado al mínimo por un año, por ejemplo; o a aquellos que cotizaron y nunca llegaron a disfrutar de esa cotización porque se quedaron en el camino. Eso va a la bolsa de los demás. Olvidos y más olvidos dentro de nuestra esfera individual, siempre pensando de una forma divergente.

Porque lo público ha quedado desprestigiado. Quien se ha encargado de ello bien lo sabe y no sólo son de derechas. De hecho, hoy se establecen iniciativas ciudadanas sustituyendo a lo público para ayudar a las personas, por ejemplo, comedores sociales en los que colabora gente, cerrando el servicio social público. Esto deriva en una mentalidad en la que lo público es ineficaz y que somos nosotros, desde nuestra esfera individual, quienes debemos aportar. Si sólo nosotros, desde nuestra esfera individual somos los protagonistas, los ejemplares, de ahí a pensar que lo público no funciona va un pequeño camino; el mismo que para considerar que para qué vamos a aportar al erario público.

Deberíamos dar una vuelta a nuestras consideraciones. Bien es cierto que la corrupción ha hecho mella en este aspecto, pero eso no deslegitima el valor intrínseco de lo público, el bien social, el apoyo mutuo, sin protagonismo alguno. Ese es más meritorio que cualquier otro; ése que se hace callando, ése que no dice “yo colaboro”, sino que lo hace porque entiende que lo debe a esa sociedad que está ahí recibiendo y aportando a ti y a los demás.

lunes, 3 de septiembre de 2018

LAS BUENAS MUJERES

Ante el ambiente de buenismo mujeril que predomina hoy, me vienen a la cabeza algunas apreciaciones. Cuando hablamos de sexo en la sociedad solemos dejar de lado aspectos antropológicos y biológicos. No debería ser así porque éstos han influido en cómo nos hemos desarrollado socialmente. Desmond Morris apuntaba como hipótesis la pérdida del celo en la mujer como una de las claves en el desarrollo de las relaciones macho-hembra humanos: esa pérdida supuso la protección de la mujer por parte del hombre en momentos de riesgo. Ese riesgo no proviene de su debilidad, sino de la biología: portamos la descendencia, amamantamos…
Era necesario establecer algún tipo de relación para la supervivencia como especie. Así podríamos tomar la perspectiva de que el sexo es una necesidad para la especie como lo es comer o beber. Hoy comercializamos con nuestras necesidades básicas: compramos comida y agua ¿Por qué, entonces, nos alarmamos si compramos sexo? ¿Por qué los trabajadores que comercian con algo tan esencial como la comida y  el agua están sindicados y son bien vistos?
Otro aspecto antropológico es que, en la mayoría de las ocasiones, en la naturaleza, la hembra decide con qué macho se queda. Suele ser el más fuerte; por supuesto, también la hembra más adecuada para la procreación será la más solicitada. El hecho de que la hembra decida, no entramos en cuestiones delictivas, supone una ventaja, pues tiene más fácil el acceso a una necesidad como es el sexo; el macho espera o lucha. Esa es, me aventuro de decir, una posible razón de que haya habido más putas que putos.
El sexo en el mundo animal se entiende, sobre todo, como supervivencia de la especie; aunque algunos observadores apuntan cierta tendencia al placer en algunas especies. Sin embargo, en el humano las relaciones macho-hembra se han desarrollado de otro modo; en ellas han influido aspectos sociales, culturales o religiosos, éstos últimos los más duros con la mujer, quizás por su facilidad para acceder al sexo. Además, incluimos un sentimiento nacido, quizás, de esos lazos de protección: el amor.
Ciertas culturas comercializan con estas relaciones. De hecho, conocemos muy bien cómo algunas entregan a sus hijas menores a señores mayores restableciendo ese vínculo arcaico de protección que, hoy en día, la mujer ya no necesita, puesto que la sociedad es la que protege a los individuos.
De hecho, consideramos estas prácticas como una aberración; y lo es en tanto que no es la mujer laque decide, sino una tradición, una cultura que se cierne sobre el individuo y lo encarcela.
Avanzando un poco más, la hembra humana ha utilizado esa ventaja que la naturaleza de ha otorgado. La mujer no es siempre un ser dulce, delicado el que se aprovecha el hombre en su beneficio. Olvidamos cómo la mujer utiliza su condición, por ejemplo, para conquistar al hombre con la cartera llena, aunque no de la talla para una mejora de la especie y su supervivencia. En suma, decide quién la va a proteger mejor económicamente, comercia con su sexo. Cierto que luego se viste la relación con la belleza interior del susodicho macho. Incluso la propia sociedad ha tratado al hombre como un objeto cuando lo ha considerado como un buen partido. Es decir, incluimos valores económicos en nuestros juicios sobre las personas.
Hay mujeres, suelen ser las más agraciadas, que no han mostrado ningún recelo a la hora de utilizar su sexo para lograr ciertos objetivos sociales o laborales; cierto que, ahora, generalizamos nuestra opinión señalando que es un abuso contra la mujer; aunque no creo que la aspirante menos agraciada opine del mismo modo.
Actualmente, las mujeres intentamos liberarnos de muchos condicionamientos y tabúes teñidos de culpa. Pero todavía seguimos pensando que el sexo es cosa de hombre, cuando puede entenderse como una necesidad. Casi sacralizamos nuestro sexo.
Sin embargo, en esta evolución social del sexo, el acceso de la mujer al mundo laboral ha propiciado que algunas no logren ese acceso inmediato a la satisfacción de una necesidad. No pueden decidir en el entorno social porque son mujeres que han priorizado su estatus económico y profesional sobre el personal o de la especie. Lo han decidido así; pero ese mismo estatus propicia que puedan acceder al mercado del sexo, que puedan comprar su satisfacción. Quizás debamos acostumbrarnos a ello. No considero criticable esta opción. A veces introducimos valoraciones de clase en este aspecto. Pero las mujeres de estratos sociales de base  tienen acceso rápido al sexo  si así lo desean y sin contraprestación económica.
Pero como la conciencia social puritana está todavía presente en nuestras mentes, algunas le dan la vuelta a la tortilla y en lugar de aceptar que quieren sexo señalan que el tío macizorro que se trincaron tan fácilmente las engañó y estafó.
Nos volvemos a sentir víctimas, sexo débil, en lugar de mujeres, hembras que deciden, que actúan, que saben lo que desean.
La prostitución, como la entendemos hoy en día, no es el único lugar donde se comercia con sexo; siempre ha habido matrimonios interesados que hemos vestido socialmente porque es una relación formal. Juzgamos a quienes utilizan estos servicios y generalizamos señalando que son personas que van a hacer sufrir a quien compran el servicio; evidentemente, existen, pero no todos. Hay casos en los que han surgido matrimonios a través de la prostitución. Quizás una buena regulación de los servicios quizás aportara una mejora para los trabajadores.
A la hora de hablar de prostitución deberíamos abordar muchos más aspectos, destapar cuestiones, valoraciones provenientes de una evolución social y tradicional. Queda mucho por hablar. Pero, la hembra humana tiene que empezar a interiorizar que el sexo no es cosa de hombres, sino de la especie, y que no es culpable por sentir necesidad del mismo. Cuando lo haga, habrá dado un gran paso en su liberación interior.

miércoles, 4 de julio de 2018

PEDRIGRÍ HUMANO

Un amigo mío, que suele hacerme preguntas para derretirme el cerebro, me lanzó una cuestión un día que andábamos observando la actitud de los perros para intentar explicarnos cosas: ¿los humanos tienen pedigrí? me espetó. Y claro, la cuestión se las trae porque si lo interpretamos como lo hacemos con los animales la cosa tiene miga.
Vaya por delante que ni soy zoóloga, ni veterinaria, ni pretendo serlo. Sólo son apreciaciones sobre el mundo que nos rodea, con alguna pequeña pizca de conocimientos ambientales. Un animal con pedigrí es, digamos, de pura raza; pero para ello suelen cruzarse entre los propios de su raza y, si no hay demasiados, lo que ocurre es que tendrás un perro con pedigrí, pero con una genética algo repetitiva, endogámica y, por tanto, pobre en las sucesivas generaciones. Esto es así en la naturaleza; de hecho, actualmente, se está intentando que las comunidades de animales salvajes no queden aisladas para que no se vaya degradando la especie. Ejemplo es la comunidad de osos en Asturias. Hay dos zonas, pero están separadas por el hombre y se espera que, un día, puedan mezclarse.

De hecho, se reconoce que los perros sin pedigrí o chuchos suelen ser perros más fuertes: se van mezclando unos con otros, no tienen en cuenta razas, ni características físicas, ni nada de nada. Prima el aquí te pillo, aquí te mato, la Ley natural de la procreación. Lo de las razas es asunto nuestro, no de ellos. Claro que entre los animales salvajes quien procrea suele ser el más fuerte y el genéticamente superior, ya que sus únicas armas para sobrevivir suele ser una buena genética. Son asuntos distintos: una cosa es la mezcla de comunidades y otra quién prima dentro de esas comunidades.

Bien. En este punto traslademos la cuestión a lo humano, como animales que somos, en realidad.

Empecemos por la mezcla. Y he aquí las preguntas: ¿es mejor que nos mezclemos? ¿O preferimos tener pedigrí aún a costa de, quizás, posibles deterioros genéticos?

Cuando apelamos a la raza, como algunos hacen, ¿lo han pensado bien? Cada cual que haga sus propias reflexiones. El mundo animal siempre nos da ciertas pistas.

Yo por lo pronto me declaro humana sin pedigrí. Una chucha con mezcla Normanda, Navarra y quién sabe cuántas cosas más.

Ahí lo dejo.

jueves, 7 de junio de 2018

SEÑALES Y AUSENCIA DE RESPUESTA

Los seres humanos interactuamos, somos sociales y necesitamos emitir señales entre los que se encuentran los sistemas primarios de mensajes, sin llegar al lenguaje, pero que se han ido desarrollando como en un complejo acuerdo social sobre el significado de las mismas, aunque puede conducir a equívocos. Unos mensajes, a través de señales, que suelen más comunes entre culturas y que varían de unas a otras.


Hoy, a tenor del movimiento en contra de ciertos hábitos femeninos y masculinos, estamos entrando en una dinámica que nos puede llevar a una mayor confusión.

Los seres humanos siempre hemos utilizado nuestro cuerpo para enviar mensajes sean territoriales, sexuales, jerárquicos, de temporalidad…que nos constriñen, pero que son necesarios incluso para rebelarse contra ellos, pero sin eliminarlos, sino modificándolos.

Buscamos el contacto y nuestra definición previa hacia el otro. Hemos establecido formas de relación como estrecharse la mano o la definición de nuestro sexo.

La ropa ha sido un elemento esencial: ha sido utilizada para señalizar emociones, orgullo..; por ejemplo, en la mujer señala la parte del cuerpo de la que se siente más orgullosa. Los elementos ha evolucionado conforme a la libertad. La falda fue reduciéndose a medida que la libertad sexual fue aumentando o los escotes ampliándose. Y esa señal, evidentemente, espera una respuesta que no es otra que la mirada del otro. Las señales se producen con un objetivo, significar.

Ahí es donde quería llegar. Hoy insistimos en negar la respuesta a la señal porque, en ciertas ocasiones, sobre todo en las señales emitidas dentro de los sistemas primarios de mensajes sexuales, las consideramos machistas, negativas. Cierto que hay reacciones exageradas o incluso violentas, pero eso está fuera de la interacción necesaria, es una reacción fuera del sistema en el que nos encontramos; es una perturbación de la comunicación, ya que se transforma en una sistema de otro tipo: jerárquico, guerrero, territorial.. Del mismo modo, que hay señales en otras culturas que nos perturban porque no entran dentro de nuestro sistema.

Imaginen un mundo por el que anduviésemos con la mirada indiferente de los demás, emitiendo señales, de las que no somos conscientes en las mayoría de la ocasiones, porque son asumidas, aprendidas. Imaginen a chicos y chicas entrando en un local de reunión evitando miradas y respuestas. Imaginen un mundo que no reaccione ante la belleza, la delicadeza, la provocación, el deseo, las emociones…

No luchemos contra las señales, simplemente hay que conocerlas y ubicarlas en su contexto, en su sistema primario. Podemos transformas como la falda, pero no eliminar la respuesta: unas piernas bonitas seguirán siendo unas piernas bonitas y los hombros bien contorsionados seguirán siendo esos hombros fuertes que esperas.

miércoles, 28 de marzo de 2018

LA MUJER EN LA HISTORIA ES MAS QUE NOMBRES

La literatura, las ciencias, la historia reflejan, en suma, la sociedad que la sustenta porque, en función de cómo se estructura, los ciudadanos pueden tener unas oportunidades u otras, unas inquietudes u otras, sin obviar a quienes van por delante de su propia sociedad.

Actualmente se habla de transformar los libros de texto para visualizar más a las mujeres que han participado en actividades de toda índole y que, sin embargo, tienen pocas páginas en estos libros, como si no hubiesen existido.

Aunque seria adecuado revisar los libros de texto, no creo que la cuestión sea llevar al protagonismo a la mujer porque, con ello, dejamos de lado cómo se ha desarrollado el entorno histórico y social de la mujer y del hombre: los condicionamientos sociales que les rodeaban.

Se olvida profundizar en lo social, por una simple visualización. Creo que estamos fallando en algo al hacerlo así, ya que esto puede conducir a considerar que el problema es de hoy y no de ayer.

No podemos olvidar la dificultad que ha tenido la mujer en el acceso al conocimiento, ni olvidar los contextos donde la mujer tuvo un papel que era considerado esencial. Por otra parte, hay mucha historia que hemos aprendido mal y que valoramos desde nuestra perspectiva actual, sin tener en cuenta el entorno. Muchas veces hemos calificado las sociedades sin profundizar en ellas. Pongamos un ejemplo: Esparta. Consideramos la sociedad espartana como una sociedad dedicada a la guerra, ruda. Sin embargo, la mujer vivía una libertad y una consideración enorme entre los hombres porque, como decían, eran quienes parían a los hombres. Tenían roles diferentes, pero igualmente valorados. Los hombres tenían que ir a la guerra. Pero cuando algún extranjero osaba recriminar a una mujer por hablar en una conversación entre dignatarios podía llegar a ser condenado a muerte.

En Grecia era curioso que las mujeres más influyentes fueran las Hetairas, vendían sus favores, pero eran muy apreciadas por sus conversaciones ¡Cómo ha cambiado la sociedad!

Una de las mujeres más reivindicadas ha sido Hipatia de Alejandría pero, curiosamente, fueron los hombres quienes la rescataron: Voltaire o Toland. Este último la uso como base contra la religión “Hipatia, o la historia de una las damas más hermosas, virtuosas, cultas y distinguidas en todos los aspectos; que fue despedazada por el clero de Alejandría para satisfacer el orgullo, la envidia, y la crueldad de su arzobispo, común pero inmerecidamente llamado San Cirilo, donde la califica de "encarnación de la belleza y el saber", y se atrevió a considerar que los varones deberían "avergonzarse para siempre de que pudiera encontrarse entre ellos alguien tan brutal y salvaje como para, en lugar de embriagarse con la admiración de tanta belleza y sabiduría, manchar sus manos de la manera más bárbara con la sangre de Hipatia, y sus almas impías con el estigma de haber cometido un crimen sacrílego”.

Como vemos, estamos obviando una parte importante en la consideración de los hombres y las mujeres, el contexto histórico y social y es en él donde deberíamos poner el impulso.

Por ejemplo, en los análisis literarios siempre se debe hacer hincapié en el contexto más que en otra cosa. Ha sido así, pero se ha hurtado una apreciación: la presencia de poderes sociales como lo ha sido la Iglesia que han influido en que la mujer, sobre todo aquellas de mayor estatus, porque el vulgo bastante tenía, en lugar de dedicar sus horas a la cultivación de la mente, lo dedicaran al rezo; mientras los hombres marchaban a la guerra por, en muchas ocasiones,  la propia religión. Ese contexto literario no ha tenido en cuenta los convencionalismos de la época en cuestión y son ellos los que han determinado, en muchos aspectos, el desarrollo de ambos sexos.

Si nos dedicamos simplemente a visualizar, a colocar nombres de mujeres en los libros, nunca enteremos cómo funciona nuestra mente, nunca estaremos abordando el problema principal: la asimilación a través de los siglos de un rol, de unas formas correctas tanto para mujeres como para hombres. Nunca estaremos abordando cómo las mujeres pueden ir en contra de las propias mujeres, cómo nosotras calificábamos a otras como brujas, rameras y otros calificativos que todavía perviven y cómo lo seguimos haciendo.

La libertad individual estaba y está condicionada por prescripciones morales socialmente aceptadas.

Quizás los libros deban añadir a mucha gente acallada durante épocas, hombres y mujeres, pero también hay que modificar la forma de aprender y analizar los contextos, sin tapujos y sin miedos, sin convencionalismos que nos hagan dudar sobre si es adecuado o no. Porque si uno se pregunta si es correcto o adecuado es porque algo de lo ancestral está llamando a la puerta de su conciencia.

martes, 20 de marzo de 2018

ME VOY A PELEAR EN EL BARRO

Me voy del PSN. Seguiré siendo votante del Partido Socialista porque me identifico con muchas de sus ideas. Pero, desde hace tiempo, llevo reflexionando sobre la necesidad de sentirme libre para opinar de ciertos aspectos.

Prefiero pelearme en el barro, por eso he decidido abandonar el Partido. La razón es muy sencilla: me siento un verso libre y  no puedo evitar sentirme encorsetada, encajada, definida. No soy una persona de estructuras, de encajes políticos, de medidas, de tiempos. Soy más bien pasional a la vez que utópica. Pero eso no me hace estar fuera de la realidad, la cual intento analizar, y dudo. Dudo de mis propias convicciones y de las de los demás.

Para mí es importante contrastar ciertas argumentaciones que, en algunos casos, se convierten casi en dogmas; dogmas a los que dices sí o sí, sin que haya cabida la pregunta. No soy dogmática, ni nacionalista, ni independentista, no me defino en esos aspectos. Prefiero abrir los oídos escuchar, aunque, a veces, no entienda las posturas cerradas, porque mi principio es la duda.

No soy leal de por sí; mi lealtad viene a través de los argumentos y del debate y no lo he logrado. Quienes me conocen saben que no me gustan las normas, las no escritas, aquéllas que pertenecen a grupos, identidades, nacionalidades, tribus…Prefiero el individuo libre, respetuoso con la ley jurídica, pero que lucha por cambiara si ésta no se ajusta a la realidad de cada uno de los individuos.

Mi carácter me ha llevado a plantearme la baja del Partido, aunque no de mis ideas cercanas a él. Han sido meses y meses de reflexión profunda. Al final, me he dicho, tampoco soy tan importante: un número más.

Puedo decir que mi baja está motivada por una cuestión de sentimiento, de sensación de vacío y de querer más; de una valentía que no logro ver en los discursos. 

Debo agradecer al Partido Socialista haberme dado la oportunidad de comprobar la política por dentro. No en vano, siempre he dicho que el periodismo y la política son dos caras de la misma moneda que da vueltas.

Ambas, política e información, son tremendamente necesarias para la democracia y ambas están contaminadas por ciertas presiones asumidas como justas y que pueden venir desde esferas que pocas veces tenemos en cuenta: familias, tradiciones... O así me lo ha parecido. En muchas ocasiones el bien común, el derecho de los ciudadanos, la defensa  de la igualdad, de la justicia, de la equidad, están mediatizadas por esas presiones sentidas como lógicas y asumibles. Y con ellos no solo me refiero a los económicos. Para mí hay muchos más grupos de poder que los bancos o las multinacionales. Hay grupos tradicionales en cada pueblo, en cada ciudad y la interpretación de algunos problemas sólo se argumenta bajo su punto de vista, el de los demás no importa. Porque el debate se minusvalora.

Fui concejal en un pueblo socialista y tras dos años y muchos proyectos realizados, de los que me siento orgullosa, dimití. No podía seguir cuando mi propio grupo me quitaba la palabra para dársela a la oposición.

He sido miembro del Comité Regional del Partido Socialista de Navarra. He acudido a él y siempre he intervenido, límite 5 minutos. También en el Congreso. Todavía recuerdo el comentario que le dije a la mesa: “nos reunimos cada cuatro años, al menos déjeme terminar”. O algo así.  Me llamaban la atención por hablar demasiado (siete minutos). Formaba parte de una Comisión sectorial. La primera reunión fue patética: dos. No hubo más reuniones. Para qué.

No quiero hablar de otros aspectos. No merecen la pena porque son de todos conocidos. La política para muchos es un juego, una estrategia en la que se establecen unos resultados que, en muchas ocasiones, no tienen en cuenta que la realidad de las personas tiene casuísticas de lo más variopintas.

Soy de las socialistas que ha vivido muchos de los problemas de esta sociedad. Vivirlos en tus propias carnes y en las de otros, a los que escuchas, saber las dificultades que encuentras en la Administración, intentar debatir sobre ello y no encontrar el foro adecuado para que las personas tengan el apoyo necesario, al final acaba contigo.


En las últimas, después de trabajar en turno de noche.
Llevo mucho tiempo pensándolo. Pero no quise irme justo en el momento en que se produjeron las luchas internas, las primarias; después quise esperar a la decisión en Navarra y en mi Agrupación. Cumplidos todos estos trámites, creo que ya puedo hacerlo sin que mi salida pueda ser interpretada. Y si lo es, tampoco me importa.
 
Como siempre seguiré luchando por las ideas, porque éstas permanecen más allá de quienes las representan. Por ahora no sé de qué forma canalizaré mi inquietud, mis ganas de aportar y trabajar, pero lo que estoy segura es que es imposible acallar mi voz. Confío en nuestra democracia, con sus enormes defectos, y sé que hay un enorme camino por recorrer. Lo cual no implica resignación, sino ilusión por empezar como termitas, poco a poco, sabiendo cuál es el objetivo.

 Un saludo socialista y muchas gracias por los grandes momentos que he pasado dentro

viernes, 2 de marzo de 2018

NO TODO VALE

Vivimos una época convulsa porque los problemas que han existido siempre se hacen más patentes, más duros, más visibles y se extienden hacia una mayor parte de la ciudadanía. El Estado del Bienestar se tambalea cada día por la contundente actualidad política, judicial, administrativa, económica, laboral…

Pero eso no debe contaminarnos, no debe hacernos perder la capacidad de mirar hacia nosotros mismos, de reflexionar sobre a dónde nos lleva esta ofuscación, esta crispación de ánimos, debemos observarnos como sociedad y responder como tal, con el respeto que se nos niega. Porque somos mejores, conocemos, vivimos los problemas, nos invaden, nos machacan, pero luchamos cada día.

Por eso lamento no entender ciertas reacciones críticas sin ningún respeto. Veo cómo se apela a una libertad de expresión, para mí mal entendida, para decir barbaridades como en el reciente caso del rapero Valtonyc; ciertamente, no merece una pena de cárcel porque ese tipo de improperios los hemos escuchado muchas veces en la barra de los bares. Pero mi mente me lleva directamente hacia esas canciones protesta, tan explícitas, tan sugerentes, tan respetuosas con la palabra y, a la vez, tan fuertes que te removían el alma y las tripas; trabajadas y apasionadas. Ahora cualquier cosa vale, hasta el insulto sin más; quizás a quienes vayan dirigidos los merezcan, no me cabe duda; pero, yo creo, que nosotros somos mejores.

Nos rasgamos las vestiduras por el ataque a la libertad de expresión cuando siempre ha estado condicionada económicamente. Lo que ocurre es que ahora el ataque es más visual, se ve, se nota, se siente. El otro ni se veía, ni se sentía, ni se conocía. Hoy somos conscientes de los torticeros que pueden llegar a ser a la hora de controlar las expresiones. Hemos ganado en visión, pero hemos perdido en perspectiva porque nuestra respuesta no está a la altura.

Por eso me gustaría llamar a una reflexión sobre la libertad de expresión y de opinión.  Pararse un momento, dejar de vociferar a los cuatro vientos y pensar . En todas mis facetas he podido escuchar esa frase que siempre me resuena cuando se habla de la libertad de expresión: “es mi opinión y es tan válida como la tuya”. Pudiera ser. O no. Porque a mí no se me ocurriría debatir con un físico sobre física o con un economista sobre economía. Me atrevería a preguntar el por qué de ese funcionamiento, pero jamás se me ocurriría llamarle vendido, sumiso al sistema… porque, quizás, no hace más que interpretar lo que le rodea

Una opinión es válida siempre y cuando esté sustentada por argumentos y razonamientos. Siempre lo he creído así, aunque llegado a este punto, ya no sé si dudarlo.

Tanto la expresión, el arte, la canción, la música, la palabra deben trabajarse demostrando lo que un pueblo puede hacer a pesar de sus gobernantes, a pesar de sus pesares. Así siempre ha sido en este país donde el “qué buen vasallo si tuviera buen señor” parece sucederse históricamente como si de una condena bíblica se tratase. Esta condena ha hecho de muchos de nuestros intelectuales unos artistas de la ironía, del sarcasmo, la socarronería, la estética.; artistas de la expresión y la palabra. ¿Acaso queremos perder esa esencia en favor de la zafiedad, ordinariez, grosería o vulgaridad?
Como dijo Sampedro, debemos empezar por pensar libremente.

miércoles, 21 de febrero de 2018

OLVIDANDO LA PROBLEMÁTICA RURAL

Los científicos tienen razón al señalar la pérdida de oportunidades que supone el hecho de no invertir en investigación. Esto es, para muchos, evidente. A tenor de las cifras de inversión, también es evidente que para otros no.

Pero yo quiero añadir otra preocupación al respecto: la desinformación y limitación de perspectivas que se dan en el mundo rural, incluso en municipios con una población amplia, de más de 10.000 habitantes. Y son muchos los ciudadanos que viven en estas poblaciones y que influyen en el devenir de nuestra sociedad. Hay quienes elogian la vida rural. Tiene, evidentemente, sus encantos, pero no podemos obviar su problemática social y laboral.

No basta con cambiar las acepciones del diccionario.

La restricción de actividades a únicamente la industria, la comercialización, el sector primario y los servicios conlleva una limitación en relación con la visión de las potencialidades del mundo. Sobre todo por el hecho de que quienes, por su formación, han adquirido otras potencialidades tienen que salir de ese entorno para desarrollarse. La investigación brilla por su ausencia y, por ende, la duda, la autocrítica, el inconformismo…

De ahí que suela primar la endogamia, la autocomplacencia de lo propio, la tradición y, por tanto, el impulso de actividades que siempre se han desarrollado en el lugar. Eso, desde mi punto de vista, conlleva que la mentalidad siga anclada en unos parámetros de una falta de avance hacia nuevas posibilidades, una nueva mentalidad que crea en la capacidad para cambiar. Y como lo propio es lo mejor, no hay avance, sino mantenimiento de una estándar de vida que, incluso, en las poblaciones más pequeñas se refleja, particularmente, en familias que adquieren una especie de cátedra sobre el particularismo social municipal.

A ello se une hoy una tendencia en ciertas administraciones públicas, muchas de ellas promulgadas desde la izquierda, a desarrollar proyectos y actividades que en lugar de intentar generar riqueza, lo que practican es una especie de política de imagen, de corrección social que bien pueden promover un cierto cambio en la perspectiva del respeto entre las personas, pero que no llegan a la raíz misma, que no es otra que el sentirse realizado y valorado. Y esto último se logra con una sociedad en la que la persona se sienta satisfecha con lo que puede aportar y recibir.

Por supuesto, es comprensible la necesidad de centralizar determinados aspectos de la investigación para abaratar costes y acercar a los propios protagonistas. Sin embargo, estamos en una sociedad que ha traspasado las barreras de la distancia y es hora de dar el paso para la posible descentralización de una parte de la investigación y de otras muchas esferas, dando paso a nuevos enclaves donde desarrollar estos aspectos y que, en algunos casos, acercaría a los propios científicos a los focos empíricos de los problemas. De hecho, ya hay pequeñas empresas que lo están haciendo.

Así que entiendo que, a la preocupación por la investigación en nuestro país, se debe sumar este otro aspecto que olvidamos y que puede influir en desarrollos posteriores y en cómo vemos la política o cómo nos vemos a nosotros mismos. Quizás el comienzo esté en cambiar la mentalidad de todas esas personas que permanecen en el mantenimiento.