jueves, 19 de noviembre de 2020

PARA CUÁNDO HABLAR DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA

 Últimamente cuando se habla de educación se habla de la educación concertada. A mi me interesa la educación pública como usuaria y como espectadora del constante desprestigio al que se ve abocada por una gestión pésima.

Cuando terminé la EGB, por cuestiones que no vienen al caso, acabé dos años estudiando en un instituto privado o concertado, no sé qué era por aquella época. Lo cierto es que mi paso por aquel lugar elitista, cuando era una hija obrera, cambio mi futuro educativo. Me largué de allí con alegría hacia el Instituto público con todo aprobado, por supuesto. Por aquel entonces, ese Colegio se encargaba de que se largaran al público aquellos estudiantes adinerados que no daban pie con bolo. De hecho tuve que contestar, nada más entrar, a un profesor porque hablaba de los que venían de aquel colegio con suspensos. Le repliqué por mi honor.

Y sigue pasando, en cierta manera, lo mismo que hace unos 35 años.

La educación pública cuenta con personal que viene siendo elegido por los principios de igualdad, mérito y capacidad que no existe en la privada-concertada que se basa, en muchas ocasiones, en hijo de tal o antiguo alumno y, quizás, alguna vez, se basan en la persona y sus aptitudes. Pero en la pública ocurre que, a pesar de los bonitos principios, muchos licenciados de toda índole que no logran cumplir sus expectativas acaban presentándose a las oposiciones para lograr un empleo estable. Sí, sabrán mucho, pero de vocación y de saber enseñar pueden adolecer un rato.

Pero de estas cosas no se habla.

Como tampoco se habla de los repartos de los niños que vienen de fuera, los inmigrantes. Y sí, hay que hablar de ellos porque no es lo mismo que vengan hablando español que el hecho de que no tengan mucha idea. No se trata de xenofobia, se trata de una realidad. Y la cuestión es que la concertada suele ser religiosa y a ella acuden los niños, fundamentalmente, de habla hispana. Y así nos encontramos que la mayoría de los niños que tienen dificultades con la lengua acaban, por cuestiones religiosas, en la escuela pública. Cierto que hay inmigrantes que vienen con niveles de inglés que bien querrían nuestros chicos y que se adaptan divinamente en la escuela pública; pero no estamos hablando de esos casos.

¡Vaya por Dios! Va a ser que el idioma vehicular va a tener importancia en la educación.

Pero sigamos. Como la escuela pública es igualitaria, se introdujo una especie de principio de inclusión  que suponía que todos tenían que ir a la par en la educación, que nadie se quedara atrás. Pues bien; esto ha supuesto que las exigencias para todos fueran a la baja. Sé que muchos educadores me dirán que no, que hay clases de apoyo; pero sólo hay que mirar las cifras de algunas poblaciones donde una gran parte de la población tiende hacia algún centro concertado.

La razón es una mezcla de todas estas cuestiones, y otras muchas, de las que nadie quiere hablar porque son cosas mundanas, políticamente incorrectas y poco progresistas. Si no abordamos de cara los problemas de la educación pública nunca, nunca será igualitaria. Porque siempre los hijos de las clases menos pudientes tendrán menos posibilidades que aquellos que han sido educados en colegios y universidades privados.

Pero la clase política está en otra cosa, en llenarse la boca de vocablos sin bajarse al barro y ver lo que de verdad está ocurriendo, quizás porque sus hijos no viven la miseria de la educación pública que vivimos los demás. Quienes seguimos apostando por lo público no nos merecemos esto.

 

jueves, 15 de octubre de 2020

JÓVENES IRRESPONSABLES PIDIENDO MANO DURA

 ¿Tienen que ser los jóvenes responsables? ¿Acaso son responsables del mundo que les ha tocado vivir? No. Se les exige una responsabilidad que el mundo adulto que observan no ha tenido para con ellos y, sin embargo, les pedimos que lo sean con nosotros.

Les pedimos que sean algo que nunca ha sido la juventud, puesto que en esa edad se tiende siempre a cambiar las cosas, a replantearse el mundo. Esa osadía de la juventud es necesaria en cualquier sociedad porque no tiene miedo a los cambios, plantea nuevos retos. Aunque se equivoquen, ese error es un motor de avance. No hay que olvidar que la humanidad avanza a través del ensayo y el error como forma de aprendizaje.

Ellos, la juventud, pueden equivocarse, o no. Pero tienen que replantearse su entorno. De ahí, que se pueda considerar que a la juventud de hoy se le podría calificar tanto de responsables con las normas actuales que les imponemos y acatan o como irresponsable en cuanto a lo que se debiera esperar de ella. Porque cuando uno escucha a jóvenes en un informativo pedir más mano dura con sus compañeros por caer en una cuarentena da miedo, mucho miedo.

Cabría decir que son responsables desde el punto de vista adulto e irresponsables desde el punto de vista de la juventud.

Quizás, en su fuero interno,  algunos son responsables con la necesidad de cambiar las cosas, pero se encuentran con el obstáculo de un mundo en el que una buena formación no les asegura un futuro mejor; mientras aquellos que optan por trabajar se pliegan a trabajos basura con sueldos irrisorios, intentando encajar en los sueños de la sociedad actual que, tal vez, no sean los suyos.

Las inquietudes y pasiones que se experimentan siendo jóvenes marcan, con el paso del tiempo lo que seremos en el futuro. Si siendo joven se establece una mentalidad conformista y plegada a lo que hay, la edad adulta puede llevar un mismo camino.

Una juventud inquieta conduce a un adulto inquieto que puede seguir sintiendo curiosidad y pasión por lo que hace o por lo que puede seguir haciendo.

Por eso no puede decirse, genéricamente que la juventud no es responsable depende del punto de vista. Aunque, actualmente, desde mi el mío propio está siendo irresponsable si no pone voz a las inquietudes que debieran tener, aún en tiempos de pandemia. Acallar su voz, su voz, no nos va a conducir a una mejora.

Yo quiero que hablen, aunque sea con mascarilla.

 

lunes, 28 de septiembre de 2020

LA MÍTICA CASILLA 7

La casilla 7 del Canal de Lodosa se encuentra justo al lado de la Nacional 232 a su paso por el Bocal. Se trata de una casa para el servicio de los trabajadores del Canal de Lodosa, pertenecientes a la Confederación Hidrográfica del Ebro.

Esa casilla 7 ha pasado ya a la historia. Han pasado 13 años desde que en ella desembarcaron 4 hombres y una mujer tras recorrer el tortuoso camino de una oposición pública.

Llegaron allí pensando que iban a aportar algo, llenos de ilusión y ganas; pero poco a poco se fueron rindiendo a la maquinaria administrativa hasta que, llegados a este día, todos han abandonado el barco.

Era el verano de 2007: Toño venía de Salamanca, Miguel Angel de Albacete, Dámaso de Zaragoza, Pascual de Novallas (Aragón) y una de Tudela, Marta.

Pasaron sólo 4 meses hasta su primera rebelión: habían sido nueve plazas con turnos que incluían noches, pero sólo las iban a hacer 5 ¡Cómo era posible!

Sólo la casilla 7 las hacía. La mujer empezó la rebelión y los 4 la siguieron. Reclamaron siguiendo el estricto orden jerárquico administrativo hasta llegar a Madrid. Su resolución les defraudó: seguiría haciendo noche la casilla 7 y los demás sólo tendrían que renunciar al mísero cobro de esas noches, 49 noches al año, al irrisorio precio de 35 euros mes, incluidos domingos y festivos que siempre tocaban.

Transcurrió un tiempo de desilusión y frustración, pero pronto volvieron a rebelarse por otros motivos, una y otra vez;  empezaron a hacerles caso, en pequeñas reivindicaciones. Sin embargo, habían visto la cruda realidad: la Administración es un monstruo con muchas caras y su funcionamiento arbitrario.

La mítica casilla desaparece. Los que quedaban: Miguel Angel y Marta se marchan tras lograr promocionar. Por delante se fueron los demás. Y su marcha llega cuando se ha decidido reestructurar y pasar la gestión del Canal a manos privadas.

Es la historia de una pequeña comunidad de 5 personas que quisieron cambiar las cosas, ganaron batallas y perdieron la guerra.

Allí queda esa caseta con 4 habitaciones y una enorme entrada cuyas paredes escucharon tantas historias de lo que fue esa pequeña comunidad. Un grupo de personas que convivió, disfrutó, se enfadó, rió, celebró, compartió pala y pico en las entrañas del canal.

Eso nos queda, chicos, las risas que nos echábamos todos juntos. Encantada de habeos conocido.

                                                                                         

sábado, 12 de septiembre de 2020

A CALLAR: DEBATE CRIMINAL

Vivimos una época en la que no hay contestación hacia ninguna medida. Sólo algunos sectores se atreven a levantar la voz, como la hostelería, porque ven peligrar sus negocios. Pero, la contestación en sentido estricto, la contestación referida a cuestiones que no comprendes, como derecho de réplica ciudadana, parece diluida en nuestra sociedad. Los disidentes, aquellos que dudan de las actuaciones, de ciertas medidas, son calificados como negacionistas, irresponsables o egoístas.

La duda, el debate, el pensamiento se han criminalizado y esto puede ser grave ya que adormece a las gentes y a su capacidad de reflexión. Nos imponen medidas bajo pena de multa. No se imponen medidas con explicaciones lógicas. Y todos vamos como un rebaño obedeciendo.

No dudo de la pandemia, no dudo de la virulencia del virus, dudo de las medidas y, sobre todo, de la posibilidad de llevarlas a cabo en algunos aspectos. Pero eso no importa, la culpa es nuestra, siempre nuestra porque dudamos, porque no hacemos bien las cosas.



La criminalización de la duda puede ser nefasta para una sociedad que quiere avanzar. A veces, tengo la sensación de estar en un totalitarismo, en una dictadura del pensamiento único. Porque se fomenta la denuncia entre vecinos, al igual que al inicio.

Ya ocurría antes y durante el confinamiento, momentos en los que nos encontramos con informaciones contradictorias y casi nadie podía decir nada. Sus palabras eran aplacadas con la máxima: esto no ha ocurrido nunca, es algo nuevo. Y las gentes salían a los balcones imputando, insultando, sin saber, sin conocer. No hacía falta: la máxima era la máxima.

Es decir, después de siglos de desarrollo, nuestra sociedad es incapaz de abordar lo imprevisible. Y lo imprevisible está en la naturaleza. Lo que me lleva a pensar que poco hemos aprendido o poco hemos escuchado y dudado.


sábado, 22 de agosto de 2020

MEDIOS DE COMUNICACIÓN QUE DIVULGAN PARA CONFUNDIR

 Desde hace un tiempo vengo oyendo en emisoras diferentes entrevistas a especialistas que hablan sobre las estructuras del lenguaje. Considero esencial que salgan a la luz esos especialistas, pero el tiempo en la radio no es el que requiere un análisis del lenguaje y del pensamiento, así como de la sociedad. Son sistemas complejos.

Conocemos cómo se está priorizando las teorías sobre el dichoso lenguaje patriarcal; sin embargo, esta mañana he escuchado hablar sobre la categorización en cuanto a edad achacándola al lenguaje, cuando éste no hace otra cosa que intentar atrapar el pensamiento y la realidad.

Hablaban de los mayores, ancianos, jubilados, mezclando todo. Señalaban que estamos estereotipando a los mayores, porque les nombrábamos como abuelos, cuando eso es un rol que, a lo mejor, no tienen. Bueno, eso, de hecho es generalizar y caían en sus propios estereotipos. Por ejemplo, señalaban que las personas llegamos a la jubilación todavía válidas y que las aparcábamos. Olvidaban introducir el factor laboral y económico. No es lo mismo un profesor jubilado que un minero, un albañil, un camionero, etc…Personas que están deseando llegar a la jubilación para descansar y disfrutar de otras cosas que no han podido hacer debido a sus largas jornadas laborales.

Hablaban de que aparcábamos a los mayores en residencias, sin tener en cuenta que, la mayoría de ellos llegan allí cuando ya no son válidos y requieren unos cuidados que esta sociedad debe asumir como propios, en lugar de hacerlo las personas. Pero, parece que abogaban por la necesidad de que los hijos fuesen quienes dejaran su vida por ellos. Los justificaban hablando de los homínidos que habían sobrevivido cuidándose unos a otros, pero olvidaban explicar qué pasaba con los mayores en esas sociedades prehistóricas. Por otra parte, señalaban que dejábamos los hijos al cuidado de los mayores; en suma, les hacíamos válidos para la sociedad en su conjunto, aunque se quejaban de ello. Pero eso depende de cada persona: unos estarán contentos y otros se cansaran, depende de su vida laboral. Un ingeniero se cansara menos que un albañil. En fin, se podría seguir discerniendo según  casuísticas.

Podríamos no dejar de hablar sobre estas cuestiones porque requieren de muchos estudios y perspectivas tanto sociológicas, antropológicas, psicológicas, lingüísticas, comunicativas…Y ahí están la Universidades para hacerlo y la radio para elegir qué resaltar.

La cuestión es que se olvida señalar en estos estudios el papel que juega, actualmente, el conflicto laboral. Estructuramos la lucha por la igualdad en función de categorizaciones: sexo, raza, edad, cayendo en el mismo error, dejando de lado a alguien.

Porque la lucha por una vida digna, es la lucha de muchos siglos de humanidad e incluye a todos. Por ello, la lucha por la igualdad debe ser generalista y no estructurada según categorizaciones porque así estableceremos las bases de una sociedad más justa.

lunes, 3 de agosto de 2020

LAS SEÑORITAS DE LA IGUALDAD

Brillan en el cosmos mediático y dictaminan quién es una mujer luchadora y quién es sumisa. Señalan los comportamientos inadecuados y ensalzan los que deben ser seguidos. Pero su objetivo primordial es romper los techos de cristal, aunque adornan sus reivindicaciones con ciertas denuncias sobre temas laborales que afectan a los trabajadores de cualquier sexo; ahora bien, creo que no tienen mucha idea de lo que hablan.

Me permito señalarlas porque mientras ellas hablan sobre cotas de poder de las mujeres o sobre unos derechos laborales que deberíamos tener las mujeres, hay otras mujeres que pelean en el barro, codo con codo con sus compañeros hombres por la igualdad, por un trabajo digno, por una verdadera mejora de las condiciones laborales de todo el colectivo.

Pero eso requiere no sólo sumergirse en el entramado jurídico y laboral existente, ir de Ley en Ley, de convenio en convenio, cotejar cómo se articulan o cómo se soslaya la Ley; implicaría cercanía con los inspectores de trabajo y, sobre todo, hablar con los trabajadores de muchos sectores.

Sin embrago, es más sencillo y menos trabajoso ceñirse a datos, contar cuántas mujeres trabajan aquí, cuántos hombres, con qué sueldos, tirar de estadísticas e interpretarlas según su perspectiva, sin tener en cuenta la realidad histórica y biológica vivida y existente. Porque lo que verdaderamente les interesa es cota de poder o un buen empujón, que parece muy de moda. Les interesa lo suyo; pues a mi también lo mío.

Porque a esas mujeres, adalides de la igualdad, que ocupan cargos públicos, poco les interesa las mujeres que trabajan, por ejemplo, en la Administración y que con sus compañeros observan la desigualdad entre trabajadores públicos del Estado y de las Comunidades; o entre funcionarios y personal laboral, regidos por convenio, como si fuese una empresa, a pesar de oposiciones y concursos; tampoco ven que ese personal ha sido declarado esencial frente a funcionarios que no lo fueron y se marcharon a sus casas en el confinamiento. No les interesa ese mundo porque cobramos igual y las desigualdades afectan a todo el colectivo. No les interesa profundizar en los muros de la jerarquía administrativa, de la burocracia cerrada, de organismos arcaicos que todavía mantienen el ordeno y mando. No les interesa porque les beneficia y pueden aprovecharse de él para ascender. Les interesa lo suyo y hacernos creer a las demás mujeres que es lo nuestro.

Para que sea lo mío tendrían descender al barro, bajar a trabajar como un hombre, como lo he hecho yo, día a día, no para la foto. Vayan y luego nos cuentan lo de la igualdad. Porque yo, señoritas, sí lo puedo contar, con lesión incluida de por vida. Por eso me creo en el derecho de poder hablar de la lucha por la igualdad y los derechos de todos los trabajadores ¿O acaso van a dejar a algunos fuera de esa lucha?

Así que cuando bajen al barro, cojan pico y pala, como he hecho yo, sin ser mi labor, me lo cuentan. A lo mejor ahí empezamos a hablar el mismo idioma.


jueves, 9 de abril de 2020

AMARILLISMO INFORMATIVO


La información veraz es un derecho y un deber de los informadores. Sin embargo, cuando más hacen falta estos principios, andan perdidos en una vorágine persecutoria por ofrecer un relato que busca, en la mayoría de las ocasiones, identificar culpables.
Desde el comienzo de esta situación he ido observando un relato típico en los informativos. No lo he hecho desde el estudio pormenorizado, casi me arrepiento, pero sí que he observado ciertos patrones.
Primero, como es lógico, los datos del día, el dolor de las personas, los héroes y, para terminar los culpables. Y, curiosamente, los culpables son los ciudadanos irresponsables.

No digo que no los haya, pero han ido provocando en la población una psicosis de persecución, perdiendo el norte de la cuestión.

Podemos especificar algunos ejemplos: ayer mismo en un informativo (La Sexta) una periodista se acercaba a un supermercado para identificar quien llevaba bolsas llenas o con pocas cosas. Poco le importaba las razones. Luego terminaba diciendo que tampoco hay que acaparar que hay que pensar en los demás. Es decir, en lugar de aclarar, estaba desinformando; poco después, se permitía dar consejos a un ciudadano sobre lo que está bien o mal hecho. Al ver todo aquello, me preguntaba qué me aportaba lo que me estaba contando: nada, identificación de culpables, una labor policial que no le compete.
Otro hecho fue la salida masiva de periodistas a la misma carretera de Madrid para intentar cazar al irresponsable. Todos en la misma, en un control policial. Hoy, nos hemos despertado con fotografías de coches en un atasco y deduciendo que la gente se iba de vacaciones. Pero, la DGT había salido ya al paso para señalar que esos atascos estaban producidos por los controles, la reducción de carriles para priorizar a camiones y que era gente que volvía del trabajo. Sin embargo, con la imagen, la conclusión estaba servida.
Los pueblos de costa se blindan por miedo y yo pienso; cuando vuelva la normalidad y esos pueblos necesiten para su economía que esa gente vuelva ¿cómo serán las miradas?
La información actual parece que en lugar de informar lo que intenta es controlar el pensamiento y las emociones de las personas que, encerradas, buscan hacia dónde expulsar su angustia.
Apuntar hacia culpables es una técnica que ya se utilizó para distraer la atención ¿Es que no aprendemos?

martes, 21 de enero de 2020

DE PINES Y OTRAS DESIGUALDADES


Últimamente la política y las opiniones se van generando y posicionando en extremos como en una especie de bandadas que se colocan en posición. Se generan debates que, a veces, parecen no llegar a ningún sitio porque no están entre las grandes preocupaciones de los ciudadanos.
Me asombran ciertas afirmaciones no por lo que suponen, ni por lo que dicen, que siempre tienen cierto grado de razón, sino por lo que olvidan. Porque esta sociedad habla mucho de ciertas desigualdades y se olvida de otras esenciales para el desarrollo de los jóvenes. Por ejemplo, en los institutos he visto pocas actividades curriculares fuera de las materias propias, principalmente porque en la ESO y Bachillerato, los tiempos están muy medidos y los profesores tienen que dar la materia en tiempo récord; al menos en las Comunidades donde no hay exámenes en septiembre.

Pero sí que llevan a cabo excursiones culturales que me parecen importantes, pero que conllevan un coste para las familias. Ahí ya no vale ni pines parentales, ni debates sobre igualdad. Porque hay familias que no pueden autorizar a sus hijos a un viaje cultural porque está fuera de sus posibilidades económicas.
Pero de eso no hablamos. Nos dedicamos a otras cosas, a ver quién la dice más gorda; en eso parece consistir la política de hoy en día.