martes, 15 de septiembre de 2015

PROBLEMAS MÁS ACUCIANTES QUE EL PAI

La Ley Foral 6/2008 dice que los libros de texto de los centros sostenidos con fondos públicos serán gratuitos para todo el alumnado que cursa dicha enseñanza. Un reconocimiento lógico si tenemos en cuenta que la educación primaria y secundaria es obligatoria. Pero el desarrollo de la Ley deja recovecos en los que las familias acaban siendo las paganas y la educación pública deja de ser gratuita; cuestión que todos sabemos; así se forjan ese tipo de mentiras a las que, al final, nos acostumbramos.

Estamos en la época en la que las familias han tenido que afrontar la cuestión de los libros. Y muchas de ellas han acabado cabreadas, más si cabe teniendo en cuenta que la Ley Wert ha hecho que se tengan que cambiar los libros de texto y el préstamo haya quedado suspendido. No es de extrañar, pues la educación en España y en Navarra es un cachondeo en todas sus vertientes. Porque los libros entran en gratuidad según determinadas condiciones y los mecanismos varían según los centros, y así, las familias, tienen que hacer un estudio pormenorizado de los sistemas antes de encargar los libros. Cosa que, lógicamente, muchas de ellas no hacen. Simplemente, porque la Administración, y todavía más la administración regional, que se supone mas cercana, debe estar para facilitar los trámites a los ciudadanos, no para cabrearlos, literalmente hablando.

Por otro lado, los centros y profesores, conscientes de la problemática existente, intentan hacer lo que pueden con los recursos económicos disponibles, haciendo fotocopias o utilizando las nuevas tecnologías. Pero llegan hasta donde llegan.

Desde mi punto de vista, siempre he considerado que comprar un libro no es un gasto, sino una inversión; pero siempre y cuando hablemos de libros, porque lo de hoy en día ha dejado de ser eso. Por ejemplo, que unos libros de 1º de Primaria cuesten 100 euros, no se puede entender.

Por eso, ante tal desaguisado en la educación, ante tanta falta de información, transparencia, organización, me sorprende que los primeros pasos del Gobierno Foral hayan sido hacia la moratoria del PAI. ¿No eran más urgentes otros asuntos? Por ejemplo, facilitar las cosas teniendo en cuenta el cambio de libros propiciado por Wert. Los centros, ante la renovación de libros, optan por un sistema, por ejemplo el de emitir bonos para que las familias puedan coger los libros en los establecimientos adheridos. Pero nadie señala que los bonos cubren el precio mínimo garantizado, nada más. Así muchas familias, como por ejemplo ha ocurrido en la Ribera, no sé si en más lugares, han tenido que desembolsar entorno a 100 euros; parte de esa cantidad era por los libros que, aun entrando dentro de la gratuidad, había que pagar porque el bono no llegaba, y la otra parte por los libros que no se incluían, aquellos que no se pueden reutilizar; que no sé para qué sirven en secundaria, teniendo en cuenta que los niños ya saben muy bien escribir y pueden copiar. Eso sí, los libros de esas familias pertenecen al Gobierno, como establece la Ley. Por tanto, debemos concluir que algunas familias han pagado este año por su uso. Eso no es gratuidad.

Y digo algunas familias porque, además de pagar, se han encontrado con que, desinformadas como estaban, no sabían que el bono les iba a cubrir menos en función del establecimiento al que acudieran. Así ha sucedido que se han encontrado con una diferencia de precio entre las grandes superficies y algunas librerías que podía rondar los 40 euros. Y es que la primeras garantizaban el precio mínimo. Sin embargo, algunas familias han querido apostar por las librerías, esas que se encuentran en los cascos viejos, ese pequeño comercio al que el Gobierno quiere proteger. Menuda manera de protegerlo, a costa del bolsillo de las familias y de su cabreo. En este desaguisado ha habido, incluso, quien intentó pedir presupuestos de los libros. No hubo manera. Por eso muchos se sienten estafados. Un bien público, un material que el Gobierno compra, tiene que ser un material igual para todos, no puede ser que a unos les cueste un dinero y a otros un poco más. No es serio, como en todo en nuestra educación.

La educación en España y en Navarra acaba siendo un cachondeo. Los padres pueden elegir colegio concertado libremente, auxiliados por la administración, pero los padres que apuestan por lo público no pueden elegir la librería más cercana. Si su economía no se lo permite tienen que ir a las grandes superficies donde les ofrecerán el precio mínimo garantizado. ¿No sería más fácil que fueran los colegios los que dieran los libros para evitar estas situaciones?

Así que no puedo dejar de pensar ¿les corría tanta prisa el PAI o era más importante no cargar la economía de las familias? ¿Dónde está la lucha contra la pobreza? Hoy en día habrá familias que por esos libros obligatorios y “gratuitos” tengan que restringir sus gastos. Y ya no hablo de familias sin trabajo, incluso con trabajo, ese maravilloso trabajo de ahora que ofrece sueldos tan de cachondeo como la educación.


jueves, 3 de septiembre de 2015

LASTIMA DE CONMOCION

El mundo, las conciencias se han despertado por una foto dramática. Sí. Me conmueve, me entristece, pero también, al contrario que a mucha gente, me produce lástima. Lástima de que una foto les conmueva, pero no les haya conmovido el hecho de que cada año UNICEF o Save de Children o multitud de Agrupaciones les hablen de miles de niños muertos de hambre, de sed, de guerras, de persecución. Ahí las conciencias ni se mueven. Hace falta una foto ¡Vaya por Dios! Una foto y todos se levantan. El problema será hasta cuándo; como en tantas catástrofes y tragedias, siempre hay un límite de caducidad en nuestra conciencia.

Porque, lamentablemente, después querremos volver a nuestras vidas, a esas cosas que creemos que nos hacen felices. Olvidamos que para que nosotros vivamos como vivimos es necesario que otros mueran de hambre porque la tierra no da para más. Decimos hay que compartir, pero sin renunciar a ese par de zapatos que solo nos pondremos una, dos o tres veces en la vida.

Nos agrada y nos complace el ex Presidente de Uruguay, José Mújica, pero somos incapaces de vivir como él, con lo que realmente nos hace felices, con tiempo, tiempo para disfrutar de esas cosas que no se producen en una fábrica, sino que son producto de la tierra, del mundo, de la humanidad. Incapaces de disfrutar de nuestro cuerpo, del amor a la vida, condicionados por un pasado religioso sea católico, mahometano o del Dios que quiera cada cual, porque todos parecen poner condiciones a la vida.

Y echamos la culpa a los Gobiernos, que la tienen, pero no nos olvidemos de nosotros, que también; que queremos seguir viviendo en nuestro islote occidental, fuera de toda tragedia, lavando nuestra conciencia con donativos, pero sin cambiar un ápice nuestra forma de vida, nuestra visión de la vida y la felicidad. Una vida y una felicidad que se limitan a tener cosas. ¡Qué pena! Lástima de humanidad que entrega su ser a las cosas materiales y olvida las inmateriales.

Somos incapaces de pensar que debemos cambiar, que debemos empezar a pensar que la tierra merece nuestros respeto y respetando la tierra, respetaremos a nuestros semejantes.

Nos va costar cambiar. Pero sería bueno empezar a pensar que ese cambio es necesario, que el trabajo debe sustentarse en el objetivo de la felicidad inmaterial, no en el simple objetivo de producir para ganar dinero y consumir productos que otras fabrican. Fabriquemos Felicidad y conciencia, en lugar de cosas. Seguro que así no volverá a conmovernos una foto, sino nuestras propias actitudes.