Estamos en la época en la que las
familias han tenido que afrontar la cuestión de los libros. Y muchas
de ellas han acabado cabreadas, más si cabe teniendo en cuenta que
la Ley Wert ha hecho que se tengan que cambiar los libros de texto y
el préstamo haya quedado suspendido. No es de extrañar, pues la
educación en España y en Navarra es un cachondeo en todas sus
vertientes. Porque los libros entran en gratuidad según determinadas
condiciones y los mecanismos varían según los centros, y así, las
familias, tienen que hacer un estudio pormenorizado de los sistemas
antes de encargar los libros. Cosa que, lógicamente, muchas de ellas
no hacen. Simplemente, porque la Administración, y todavía más la
administración regional, que se supone mas cercana, debe estar para
facilitar los trámites a los ciudadanos, no para cabrearlos,
literalmente hablando.
Por otro lado, los centros y
profesores, conscientes de la problemática existente, intentan hacer
lo que pueden con los recursos económicos disponibles, haciendo
fotocopias o utilizando las nuevas tecnologías. Pero llegan hasta
donde llegan.
Desde mi punto de vista, siempre he
considerado que comprar un libro no es un gasto, sino una inversión;
pero siempre y cuando hablemos de libros, porque lo de hoy en día ha
dejado de ser eso. Por ejemplo, que unos libros de 1º de Primaria
cuesten 100 euros, no se puede entender.
Por eso, ante tal desaguisado en la
educación, ante tanta falta de información, transparencia,
organización, me sorprende que los primeros pasos del Gobierno Foral
hayan sido hacia la moratoria del PAI. ¿No eran más urgentes otros
asuntos? Por ejemplo, facilitar las cosas teniendo en cuenta el
cambio de libros propiciado por Wert. Los centros, ante la renovación
de libros, optan por un sistema, por ejemplo el de emitir bonos para
que las familias puedan coger los libros en los establecimientos
adheridos. Pero nadie señala que los bonos cubren el precio mínimo
garantizado, nada más. Así muchas familias, como por ejemplo ha
ocurrido en la Ribera, no sé si en más lugares, han tenido que
desembolsar entorno a 100 euros; parte de esa cantidad era por los
libros que, aun entrando dentro de la gratuidad, había que pagar
porque el bono no llegaba, y la otra parte por los libros que no se
incluían, aquellos que no se pueden reutilizar; que no sé para qué
sirven en secundaria, teniendo en cuenta que los niños ya saben muy
bien escribir y pueden copiar. Eso sí, los libros de esas familias
pertenecen al Gobierno, como establece la Ley. Por tanto, debemos
concluir que algunas familias han pagado este año por su uso. Eso no
es gratuidad.
Y digo algunas familias porque, además
de pagar, se han encontrado con que, desinformadas como estaban, no
sabían que el bono les iba a cubrir menos en función del
establecimiento al que acudieran. Así ha sucedido que se han
encontrado con una diferencia de precio entre las grandes superficies
y algunas librerías que podía rondar los 40 euros. Y es que la
primeras garantizaban el precio mínimo. Sin embargo, algunas
familias han querido apostar por las librerías, esas que se
encuentran en los cascos viejos, ese pequeño comercio al que el
Gobierno quiere proteger. Menuda manera de protegerlo, a costa del
bolsillo de las familias y de su cabreo. En este desaguisado ha
habido, incluso, quien intentó pedir presupuestos de los libros. No
hubo manera. Por eso muchos se sienten estafados. Un bien público,
un material que el Gobierno compra, tiene que ser un material igual
para todos, no puede ser que a unos les cueste un dinero y a otros un
poco más. No es serio, como en todo en nuestra educación.
La educación en España y en Navarra
acaba siendo un cachondeo. Los padres pueden elegir colegio
concertado libremente, auxiliados por la administración, pero los
padres que apuestan por lo público no pueden elegir la librería más
cercana. Si su economía no se lo permite tienen que ir a las grandes
superficies donde les ofrecerán el precio mínimo garantizado. ¿No
sería más fácil que fueran los colegios los que dieran los libros
para evitar estas situaciones?
Así que no puedo dejar de pensar ¿les
corría tanta prisa el PAI o era más importante no cargar la
economía de las familias? ¿Dónde está la lucha contra la pobreza?
Hoy en día habrá familias que por esos libros obligatorios y
“gratuitos” tengan que restringir sus gastos. Y ya no hablo de
familias sin trabajo, incluso con trabajo, ese maravilloso trabajo de
ahora que ofrece sueldos tan de cachondeo como la educación.