Porque, lamentablemente, después
querremos volver a nuestras vidas, a esas cosas que creemos que nos
hacen felices. Olvidamos que para que nosotros vivamos como vivimos
es necesario que otros mueran de hambre porque la tierra no da para
más. Decimos hay que compartir, pero sin renunciar a ese par de
zapatos que solo nos pondremos una, dos o tres veces en la vida.
Nos agrada y nos complace el ex
Presidente de Uruguay, José Mújica, pero somos incapaces de vivir
como él, con lo que realmente nos hace felices, con tiempo, tiempo
para disfrutar de esas cosas que no se producen en una fábrica, sino
que son producto de la tierra, del mundo, de la humanidad. Incapaces
de disfrutar de nuestro cuerpo, del amor a la vida, condicionados por
un pasado religioso sea católico, mahometano o del Dios que quiera
cada cual, porque todos parecen poner condiciones a la vida.
Y echamos la culpa a los Gobiernos, que
la tienen, pero no nos olvidemos de nosotros, que también; que
queremos seguir viviendo en nuestro islote occidental, fuera de toda
tragedia, lavando nuestra conciencia con donativos, pero sin cambiar
un ápice nuestra forma de vida, nuestra visión de la vida y la
felicidad. Una vida y una felicidad que se limitan a tener cosas.
¡Qué pena! Lástima de humanidad que entrega su ser a las cosas
materiales y olvida las inmateriales.
Somos incapaces de pensar que debemos
cambiar, que debemos empezar a pensar que la tierra merece nuestros
respeto y respetando la tierra, respetaremos a nuestros semejantes.
Nos va costar cambiar. Pero sería
bueno empezar a pensar que ese cambio es necesario, que el trabajo
debe sustentarse en el objetivo de la felicidad inmaterial, no en el
simple objetivo de producir para ganar dinero y consumir productos
que otras fabrican. Fabriquemos Felicidad y conciencia, en lugar de
cosas. Seguro que así no volverá a conmovernos una foto, sino
nuestras propias actitudes.
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