sábado, 11 de enero de 2014

Hasta el moño del Deber ser

Es que no me entra en la cabeza el conformismo de los españoles, sino fueran los mismos que gritaron “vivan las caenas”. Al final nos creemos el cuento del deber ser. Así, porque no puede ser de otro modo.  Y el: “he aquí la valentía que tengo yo, Gobierno, para jodeos a todos y aún encima salir como víctima de la situación; porque soy el que gobierna y el obligado a daos el palo; que no es que me guste, nooo, es que no hay otra forma”.

Mientras, un sector de  los socialistas sigue a la greña sobre quién está o no en el aparato. Si es que ¡qué obsesión tenemos con el dichoso aparato! En suma, el aparato no es más que el reflejo de lo que hay en el interior. Y en el interior hay un montón de buenas ideas revueltas a las que nadie pone orden, porque el orden significa que alguien ordene y el que ordena manda y el que manda es un aparato y vuelta a empezar.

También está el sector socialista más radical que quiere reformas contundentes a las que, aunque el partido no debe renunciar, considero que deben ir acopladas a los tiempos y a la sociedad en que vivimos. Por ejemplo, el debate sobre República y Monarquía, pues no lo veo esencial a la hora de salir de la crisis. Otra cosa son los planteamientos nacionalistas, muy curiosos, porque en algunos sitios se juntan los nacionalistas (que suelen tirar para la derecha) y la izquierda radical o bien colaborando (véase Cataluña o País  Vasco) o bien como complemento esencial, (véase Navarra). Lo curioso del caso es que todos apelan a la historia, y los veo en esa actitud superior diciendo “mira con quién estás hablando que yo he sido Reino y he sido importante y yo, yo, yo… Comunidad soy la leche”, sin tener en cuenta que todo lo que ganó fue arrimándose al Rey adecuado, que ganó en aquel momento la discordia que dominaba por estas tierras sembradas de privilegios reales.

Luego está el problema mayor, que no ocurre nunca en la derecha. Son los socialistas que se llaman tales, pero que tienen un complejo enorme. Complejo que les viene porque al final se han creído lo del deber ser y el “siempre ha sido así” (que en una democracia tan joven eso es peligrosísimo) y el dejarse llevar por unas estructuras dominantes que, habitualmente, son las que han mandado en otros tiempos. Estas estructuras no son sólo financieras, tenemos otras muy reconocibles como la Iglesia con mayúsculas, y otras no tanto, pero que perviven. De hecho, en la Conferencia Política, con buen criterio, se restringió el tema de la apertura de elección de candidatos por la influencia que pudieran tener en muchos municipios. Es decir, hay unas estructuras latentes, no reconocibles, pero existentes. Estas se pueden localizar muy bien en los pueblos de España, algunos siguen anclados en costumbres de los tiempos gloriosos de “Espaaañá, con acento”. Se trata de grupos “queda bien” que hacen de todo con el dinero de todos. Es decir, no hay que irse a grandes grupos financieros para hablar de poder; este poder se encuentra también en la sugestión, en el “majico que es” como dicen por mi tierra o en la pervivencia de aquellas “Damas” que cantaba Cecilia, que dedican su tiempo a ser reflejo de caridad y buen hacer. Y la institucionalización de la caridad supone, ni más ni menos, que el reflejo de la derrota de una sociedad que privilegia a unos en detrimento de otros. Por eso, no puedo evitar dejar algunas frases de esa canción pues todavía son reflejo de hoy:

“Puntual cumplidora del tercer mandamiento. Algún desliz inconexo. Buena madre y esposa de educación religiosa. Y si no fuera por miedo, sería la novia en la boda, el niño en el bautizo, el muerto en el entierro, con tal de dejar sello. Conversadora brillante en cóctel de 7 a 9 : hoy nieva, mañana llueve, quizás pasado truene. Envuelta en seda y pieles. Devoradora de esquelas, partos y demás dolores. Emisora de rumores, asidua en los sepelios de muy negros lutos ellos. El sábado arte y ensayo, el domingo en los caballos, en los palcos del real, los tés de caridad. Jugando a remediar, es una...Dama, dama”.

Pues eso, que algunos llamados socialistas se dejan llevar por estas engañosas estructuras. Otros, me consta, que están luchando contra ellas en muchas partes de esta España, sin acento.

Y en esta tesitura entre grandes poderes y pequeños poderes me parece que hace falta alguien que de un puñetazo en la mesa y diga “¡ya está bien de tanta soflama, farándula, soplagaitas, fiesta pagada y patrias”.

Los socialistas debemos tener claro una cosa y es que nuestro objetivo es la justicia y equidad, en base a la legalidad. Y si ésta nos parece injusta, decirlo e iniciar lo que sea para cambiarlo. Sabemos que un médico va a cobrar más que un albañil, su trabajo estará remunerado de forma diferente, pero sólo eso, su trabajo. Como personas ambos somos iguales en la sanidad pública, en la educación pública, en la justicia publica y ante la administración pública, iguales. Claro que en la sanidad privada, en la educación privada, etc el que pague tendrá, seguro, más derechos. Pero en la pública no, Por tanto, es indispensable, irrenunciable el derecho, el deber de lo público y, por tanto, si queremos igualdad no vamos por bien camino si el que tiene dinero tiene derecho y el que no, no.

Y no entiendo qué les pasa a los españoles que no lo defienden, porque le dicen que es difícil mantenerlo económicamente. Pues miren, búsquense ustedes la vida y si no se largan. Porque hacer una sociedad injusta es lo más fácil del mundo, duró hace bien poco unos 40 años.

Y así, entre unos que si mando, que si no mando, y otros dominados y acomplejados, pues ¡hala! Aquí seguimos con el “viva la caenas”. Y a seguir como hasta ahora, como ha sido siempre en esta puñetera historia de España, el pueblo a comer de la sopa boba y unos cuantos el caviar.