lunes, 26 de noviembre de 2012

NO PREGUNTES QUÉ PUEDE HACER TU PAÍS POR TÍ


No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregunta qué puedes hacer tú por tu país”. Una frase que hoy adquiere todo su sentido ante la falta de compromiso social, el fracaso social que domina a los ciudadanos. Un fracaso que ya no sé si ha sido alentado para que la democracia pierda pie donde se sustenta. Hoy los ciudadanos, que más que nunca debieran confiar en la fuerza de su elección en la fuerza de la democracia, han dejado de creer en ella. Cuando ponen en tela de juicio a quienes los representan están poniendo en entredicho a la democracia. Cierto que ha habido quien se ha aprovechado de su condición, pero nadie habla de la gran mayoría que ha puesto su trabajo, su esfuerzo, su vida  y su tiempo libre y familiar por lo que creía, para sustentar la vida de los ciudadanos. De esos nadie habla porque no vende, porque para eso se han metido donde se han metido, si no, que no lo hubieran hecho. Esa es la respuesta que se oye a veces en la calle. ¡Ya! Y si no lo hace nadie prefieres que lo hagan los de siempre, que volvamos 40 años atrás cuando nadie se preocupaba de quien gobernaba o cómo, porque ya estaba todo hecho y nadie tenía que responsabilizarse de nada,
La sociedad se ha vuelto infantil, ha olvidado el significado de la polis griega, ya no quiere responsabilizarse de ser ciudadano, no quiere involucrarse y si no quiere eso, no quiere la democracia. Porque esa responsabilidad requiere de esfuerzo, de trabajo, dejar un tiempo nuestro para dedicarlo al común y hemos llegado a un nivel de  vida que no estamos dispuestos a renunciar a nada de lo nuestro, de nuestra particular vida individual. Estamos hablando de una crisis muy grave.
Cuando la gente dice que no confía en la política, también muestra claramente que le conviene no confiar porque si no confía no se hace responsable de los resultados. Muchos se vanaglorian de no votar, de pasar de la política. Está muy bien y aunque es una posición que desde la democracia hay que respetar, es una lástima que vaya en contra de esa misma democracia que sustenta ese derecho a discrepar.
Si queremos nuestros derechos adquiridos, pensemos qué debemos hacer por mantenerlos