sábado, 22 de agosto de 2020

MEDIOS DE COMUNICACIÓN QUE DIVULGAN PARA CONFUNDIR

 Desde hace un tiempo vengo oyendo en emisoras diferentes entrevistas a especialistas que hablan sobre las estructuras del lenguaje. Considero esencial que salgan a la luz esos especialistas, pero el tiempo en la radio no es el que requiere un análisis del lenguaje y del pensamiento, así como de la sociedad. Son sistemas complejos.

Conocemos cómo se está priorizando las teorías sobre el dichoso lenguaje patriarcal; sin embargo, esta mañana he escuchado hablar sobre la categorización en cuanto a edad achacándola al lenguaje, cuando éste no hace otra cosa que intentar atrapar el pensamiento y la realidad.

Hablaban de los mayores, ancianos, jubilados, mezclando todo. Señalaban que estamos estereotipando a los mayores, porque les nombrábamos como abuelos, cuando eso es un rol que, a lo mejor, no tienen. Bueno, eso, de hecho es generalizar y caían en sus propios estereotipos. Por ejemplo, señalaban que las personas llegamos a la jubilación todavía válidas y que las aparcábamos. Olvidaban introducir el factor laboral y económico. No es lo mismo un profesor jubilado que un minero, un albañil, un camionero, etc…Personas que están deseando llegar a la jubilación para descansar y disfrutar de otras cosas que no han podido hacer debido a sus largas jornadas laborales.

Hablaban de que aparcábamos a los mayores en residencias, sin tener en cuenta que, la mayoría de ellos llegan allí cuando ya no son válidos y requieren unos cuidados que esta sociedad debe asumir como propios, en lugar de hacerlo las personas. Pero, parece que abogaban por la necesidad de que los hijos fuesen quienes dejaran su vida por ellos. Los justificaban hablando de los homínidos que habían sobrevivido cuidándose unos a otros, pero olvidaban explicar qué pasaba con los mayores en esas sociedades prehistóricas. Por otra parte, señalaban que dejábamos los hijos al cuidado de los mayores; en suma, les hacíamos válidos para la sociedad en su conjunto, aunque se quejaban de ello. Pero eso depende de cada persona: unos estarán contentos y otros se cansaran, depende de su vida laboral. Un ingeniero se cansara menos que un albañil. En fin, se podría seguir discerniendo según  casuísticas.

Podríamos no dejar de hablar sobre estas cuestiones porque requieren de muchos estudios y perspectivas tanto sociológicas, antropológicas, psicológicas, lingüísticas, comunicativas…Y ahí están la Universidades para hacerlo y la radio para elegir qué resaltar.

La cuestión es que se olvida señalar en estos estudios el papel que juega, actualmente, el conflicto laboral. Estructuramos la lucha por la igualdad en función de categorizaciones: sexo, raza, edad, cayendo en el mismo error, dejando de lado a alguien.

Porque la lucha por una vida digna, es la lucha de muchos siglos de humanidad e incluye a todos. Por ello, la lucha por la igualdad debe ser generalista y no estructurada según categorizaciones porque así estableceremos las bases de una sociedad más justa.

lunes, 3 de agosto de 2020

LAS SEÑORITAS DE LA IGUALDAD

Brillan en el cosmos mediático y dictaminan quién es una mujer luchadora y quién es sumisa. Señalan los comportamientos inadecuados y ensalzan los que deben ser seguidos. Pero su objetivo primordial es romper los techos de cristal, aunque adornan sus reivindicaciones con ciertas denuncias sobre temas laborales que afectan a los trabajadores de cualquier sexo; ahora bien, creo que no tienen mucha idea de lo que hablan.

Me permito señalarlas porque mientras ellas hablan sobre cotas de poder de las mujeres o sobre unos derechos laborales que deberíamos tener las mujeres, hay otras mujeres que pelean en el barro, codo con codo con sus compañeros hombres por la igualdad, por un trabajo digno, por una verdadera mejora de las condiciones laborales de todo el colectivo.

Pero eso requiere no sólo sumergirse en el entramado jurídico y laboral existente, ir de Ley en Ley, de convenio en convenio, cotejar cómo se articulan o cómo se soslaya la Ley; implicaría cercanía con los inspectores de trabajo y, sobre todo, hablar con los trabajadores de muchos sectores.

Sin embrago, es más sencillo y menos trabajoso ceñirse a datos, contar cuántas mujeres trabajan aquí, cuántos hombres, con qué sueldos, tirar de estadísticas e interpretarlas según su perspectiva, sin tener en cuenta la realidad histórica y biológica vivida y existente. Porque lo que verdaderamente les interesa es cota de poder o un buen empujón, que parece muy de moda. Les interesa lo suyo; pues a mi también lo mío.

Porque a esas mujeres, adalides de la igualdad, que ocupan cargos públicos, poco les interesa las mujeres que trabajan, por ejemplo, en la Administración y que con sus compañeros observan la desigualdad entre trabajadores públicos del Estado y de las Comunidades; o entre funcionarios y personal laboral, regidos por convenio, como si fuese una empresa, a pesar de oposiciones y concursos; tampoco ven que ese personal ha sido declarado esencial frente a funcionarios que no lo fueron y se marcharon a sus casas en el confinamiento. No les interesa ese mundo porque cobramos igual y las desigualdades afectan a todo el colectivo. No les interesa profundizar en los muros de la jerarquía administrativa, de la burocracia cerrada, de organismos arcaicos que todavía mantienen el ordeno y mando. No les interesa porque les beneficia y pueden aprovecharse de él para ascender. Les interesa lo suyo y hacernos creer a las demás mujeres que es lo nuestro.

Para que sea lo mío tendrían descender al barro, bajar a trabajar como un hombre, como lo he hecho yo, día a día, no para la foto. Vayan y luego nos cuentan lo de la igualdad. Porque yo, señoritas, sí lo puedo contar, con lesión incluida de por vida. Por eso me creo en el derecho de poder hablar de la lucha por la igualdad y los derechos de todos los trabajadores ¿O acaso van a dejar a algunos fuera de esa lucha?

Así que cuando bajen al barro, cojan pico y pala, como he hecho yo, sin ser mi labor, me lo cuentan. A lo mejor ahí empezamos a hablar el mismo idioma.