domingo, 17 de noviembre de 2024

Y SE RINDIÓ

La había visto dormir en el cajero del banco que había frente a mi edificio. Me dirigía a algún sitio con celeridad; aunque me sorprendió que ella estuviera ahí, una mujer, cuando siempre había un hombre cuya mente estaba nublada y se iba de casa de su madre, donde vivía, a dormir al cajero; no me paré, pero esa imagen me impactó y me persiguió. No tanto la del hombre, lo asumía porque tenía casa, aunque su mente circulase por carriles sin destino.
La mujer dormía; al regresar volví por otro camino y su recuerdo casi se esfumó. Hasta que poco después volví a salir a pasear con mi perro y al regresar del paseo la volví a ver sentada en un banco con los ojos cerrados, las manos cruzadas, parecía en calma, a pesar de su situación. Obedeciendo a mi corazón más que a la razón puesto que mi mochila está repleta, le pregunté “necesita ayuda” y su respuesta se redujo a abrir sus ojos clavando en mí una mirada risueña y esbozó una leve sonrisa, quizás de satisfacción, quizás de resignación para decirme con sus labios, con sus ojos perdidos en algún sitio, en algún recuerdo, No. Me fui con el corazón encogido porque sé que, si alguien no quiere, no le puedes obligar; me fui pensando que vicisitudes habría habido en su vida para que ya poco le importase nada y se hubiese rendido, asumido esa vida de soledad, de indiferencia de los demás. ¿Por qué? ¿Por qué somos capaces de ayudar cuando hay una catástrofe conjunta, pero no sabemos, no queremos, no asumimos ayudar cuando la catástrofe es personal? ¿Por qué penamos, en estos casos, que se lo ha buscado, que no ha hecho nada para salir, que algo habrá hecho? Lo curioso es que eso es lo que piensa sobre cada uno de nosotros la Administración que se pregunta siempre si la hemos engañado, si estamos mintiendo en nuestras declaraciones e incluso en nuestra identidad. Nosotros hemos interiorizado ese mismo paradigma. Les pregunto: ¿Ustedes quiere funcionar de la misma manera que la Administración hace con ustedes? Yo no. No quiero ser desconfiada como ella; si ayudo a alguien, puede que me engañe, pero prefiero que me engañe a ser despiadada; prefiero tener telarañas en mi bolsillo, a tener telarañas en el corazón.

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