domingo, 30 de marzo de 2025

LA ESTRATEGIA DEL GOBIERNO DE CULPABILIZAR AL CIUDADANO

El Gobierno, con su discurso, está llevando a la población de este país a una situación extrema en la que empieza a ver que sus derechos constitucionales quedan relegados frente a los derechos humanos. Muchos dirán que es lógico. Sería lógico si no fuese porque detrás se cierne una política nefasta y un tráfico de personas a gran escala; o lo que es lo mismo, tráfico de mano de obra barata a lo que hay que añadir, intuyo, algún acuerdo que no conocemos con terceros países (aquel teléfono de Sánchez olvidado). 
Dicho discurso hace que los ciudadanos sean considerados racistas, aunque no lo sean. El Gobierno nos coloca en un dilema ético y lo hace a sabiendas, de lo contrario supondría que son ignorantes en grado sumo: acoger a niños y adolescentes abandonados o a niños que sus padres traen atraídos por paraísos, o bien apoyar a quienes viven aquí donde también hay gente que tiene dificultades. 

Sin embargo, nuestros políticos sofistas niegan la segunda parte; lo hacen en beneficio propio para mostrarse como adalides de la solidaridad, del mismo modo que los pijos progres que los apoyan, puesto que niegan que existan dificultades económicas en este país. Dichas dificultades son culpa de los propietarios; la precariedad de los sueldos de las empresas. 

Desconocen que nuestra sociedad vive una situación de extremos, polarizada como la política: hay gente que vive muy bien y llama a la solidaridad, pero sin que le toquen nada de lo suyo, y las personas que sobreviven y son paganas de la solidaridad acomplejada de las clases pijos-progres. 


Los periódicos no van a la zaga; reflejan noticias sobre familias inmigrantes viviendo en la calle, pero ninguno muestra la precariedad de las familias españolas. Eso no seria de buen gusto: comparar la tragedia de gentes que huyen de un país dictatorial donde viven mal y pasan hambre con los ciudadanos de este país en los que hay una democracia solidaria y no existe pobreza o, más bien, se enmascara. 

Sin embargo, dicha solidaridad olvida fácilmente a la población de esos países que permanece allí cuando se trata de intervenir, de hacer algo real que cambie la vida de sus países de origen. Entonces hablan de intervención, de intereses económicos de los occidentales, mostrándose, de nuevo, manipuladores, como si la economía no fuese lo que mueven los propios Gobierno. Nada de recordar cómo llegó, por ejemplo, la Volkswagen a España en 1965 y cómo contribuyó a la economía de este país y de Navarra en particular (de hecho, la Comunidad Foral todavía depende de ella). Una inversión que se llevaría a cabo con sueldos que beneficiaban a la marca. Pero no quieren pensar eso, sino que lo hacían por solidaridad. Es obligatorio pensar eso para no tener que llegar a la conclusión de que a ellos le gusta tanto apoltronarse en los Gobiernos por su propia economía personal. 

Pero eso no, intervenir, pensar políticas de inversión y avance no en esos países, no, hasta ahí podríamos llegar; es mucho mejor que vengan aquí como mano de obra barata a seguir bajando los salarios de todos para que sigamos calladitos no vayan a ser que nos llamen racistas por querer comer y tener, al menos, una chabola.

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