domingo, 13 de julio de 2025
REPARTIRSE LOS POBRES
La política actual en España se vanagloria de la fuerza económica de nuestro país, mientras reconoce que hoy en día hay 12,5 millones de personas en riesgo de pobreza. Hablan de paradoja, cuando saben perfectamente que es el producto de una política en la que la sociedad ha quedado dividida en dos grandes bloques: lo que viven bien (no siempre por esfuerzo) y los que sobreviven. En estos últimos hay que incluir a dos grupos: esos 12,5 millones de personas, algunos trabajadores que viven controlando su economía, aunque tenga trabajo estable y otros que subsisten con ayudas. Es decir, hemos dividido a la sociedad de una forma que unos se sienten a gusto y otros no tienen tiempo para revolverse. Cualquiera de estas dos partes puede ser sustituida por otra.
Luego llegan las políticas de uno u otro partido, cada uno se reparte el pastel de a qué pobres apoyar.
Es así cómo la política actual se reparte los pobres. Unos defienden a unos pobres, los otros a otros, mientras nada se resuelve. Porque las medidas que todos ellos mantienen son ayudas, caridad que enorgullece su ego político con el dinero de todos los españoles, incluido los trabajadores pobres. Egocentrismo que no tiene ni un atisbo de sensibilidad, ni reflexión, ni análisis porque no plantean ninguna otra solución, sino alimentar al pobre.
Todo está medido política y, sobre todo, informativamente hablando: unos a favor de un bando, otros a favor de otro bando y los pobres en medio, en el frente, acallados, esperando que alguien les dé una respuesta en lugar de tener que ir mendigando caridad incluso en los medios de comunicación.
No son los ciudadanos particulares los que deben ayudar. No, porque los ciudadanos de este país pagamos impuestos para que esos a los que elegimos gestionen adecuadamente el dinero. Pero no; lo que hacen es contarles lo maravilloso que es nuestro país, nosotros, nuestra economía. Nadie reconoce nada, siempre se hace bien y los errores proceden de los demás: aclaman que hay entes ocultos, que la culpa es siempre del otro, sin ver que los precios no hacen más que subir.
Pagamos a unos responsables políticos para que nunca, nunca sean responsables de nada. Son los demás; y, en cualquier caso, siempre queda el ciudadano como último responsable de su situación.
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