Pobre río Ebro, sí. Pobre, porque te
quieren cuando te portas bien y te odian cuando haces lo que has
hecho siempre: anegar las tierras para fertilizarlas con tus limos.
Ya están, ya se oyen los gritos de los políticos buscando culpables
y los buscan en tu seno, en cualquier lugar, menos en sí mismos.
Porque tú río Ebro, no tienes la culpa de ser un río. El río más
caudaloso de España, nos decían en la escuela. Y yo cuando lo veía
me preguntaba “si éste es el más caudaloso, cómo estarán los
demás”. Pues en verano, pobrecito mío, te quedas en nada. Pero lo
vociferantes han comenzado a buscar culpables, a ver quien grita más,
que hay que dragar, que hay que sacar áridos, que hay que, que hay
que.... Y nadie te entiende, río mío, nadie te mira, nadie quiere
escucharte. Te echarán la culpa a ti y al Organismo rector, la CHE.
Y ésta no está exenta, porque está gobernada por esos políticos
que no escuchan a los técnicos. La CHE tiene un montón de gente
estudiosa que quiere escucharte, pero no les hacen caso. Es mucho
mejor gritar al unísono, gritar cuando vienes, buscar culpables, que
en eso son expertos, siempre culpables, sin mirar si las obras que
han promocionado, que han vendido, que han inaugurado son culpables
de algo de lo que pasa. Los políticos son así, siempre buscan
culpables en los demás. Los agricultores están enfadados. Es
normal, ven su cosecha anegada y sólo escuchan a esos que vociferan,
es más fácil escucharlos a ellos, gritan más y no saben dar
soluciones, siempre acaban haciendo las mismas que no resuelven nada.
No te escuchan a ti. Es que las cosas han cambiado, río mío; el
mundo ha cambiado y las cosechas no se definen según tu capricho,
sino según el mercado. No nos culpes a nosotros, las cosas son así
y los agricultores que viven de esas tierras, que has convertido en
fértiles, necesitan un poco de oxígeno. Ya lo sé, que tú vienes a
dar oxígeno, pero no hablo de ese oxígeno, mi río. NO. Hablo de un
poco de tregua para sus cosechas. Ya sé, te han hecho mucho daño.
Hay pueblos que ponen barreras más altas y tú te tienes que salir
por el pueblo colindante. Si ya me fijo, mi río, ya me fijo en la
Casa de las Marquesas, de Cabanillas, siempre ahí ¡Cómo sabían
los de entonces como eras, como te crecías en algunos momentos! Pero
ya verás como algún día llegas a ella, porque vendrán a
encajonarte más desde arriba y más y más y la pillarás. Que ha
habido pueblos que han hecho contigo lo que han querido y lo pagan
los demás. Si ya se ve, salvo quien no quiere ver. ¡Ay, mi río,
qué va a ser de ti! Van a seguir enfadados contigo. Y a tus
familiares, el Arga, por ejemplo, a ése también le han hecho de las
suyas, para que sea más bonito, para que tenga paseos, para que no
sirva para lo que sirve un río, para regar y dar vida. Porque tú,
mi río Ebro, no eres de nadie, te debes al cielo, a la tierra, al
mar que alimentas, te debes a los pájaros, a los rebaños, al
hombre, pero éste no te escucha, no te entiende. Pobre Río Ebro.
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