miércoles, 4 de septiembre de 2013

HIPOCRESÍA INFORMATIVA

Pretendía no escribir por un tiempo, pero para ello voy a tener que dejar de oír la radio o alguna radio que me sulfura. Sin embargo, creo que está bien escuchar de todo, porque de ese modo uno se hace su propia opinión, contrastando argumentos de unos y de otros; desmontando, quizás, en su cabeza, unos y otros.

Y me parece esencial, justamente eso. Muy al contrario de quienes piensan que a la hora de reducir gastos hay que cargarse la televisiones públicas que, no es que sean de mi devoción, pero hacen su función. Cierto que se puede hablar de excesos, pero, como siempre, quienes hablan, ubicados en sus pedestales, bien repletos sus bolsillos, olvidan cuál es la profesión que, supuestamente, les vio nacer, o les alimenta y les engorda sus bolsillos.

La información. Parece algo baladí, secundario, y manejado, por muchos, quizás poco profesionales. Algunos dirán, (ya lo estoy oyendo) y ¿tu a qué vienes a hablar de esto si te fuiste del periodismo a la política? Por eso mismo. Porque la información es el “cuarto poder” más maltratado. Y, lo más importante, porque ambas implican un compromiso social. Lo malo que es el cuarto poder menos poder, puesto que, en muchas ocasiones depende de la política y, en la mayoría, de la economía.

Quienes hablan desde ese pedestal olvidan que la información es mucho más que lo que ocurre en un país o en el mundo. Olvidan que hay una información local y regional necesaria para el ciudadano. Más que necesaria, esencial, porque le repercute directamente. Sin embargo esa información dista mucho de ser comprometida con los objetivos de la profesión, dista mucho de poder ser independiente porque está regida, casi en exclusiva, por términos económicos, como gusta a nuestra derecha. Esa derecha que pretende que todo dependa de la iniciativa privada: sindicatos, becas, ayudas, pensiones...Y si no hay dinero, porque eres un sector poco afín a los poderes económicos, pues a tomar por saco. Al final, no hay información, de calidad. Eso, unido a que en este país los ciudadanos carecemos de cultura informativa y democrática, nos conduce a un panorama desolador informativamente hablando, que sólo las redes sociales parecen haber solventado, en parte. Y digo en parte porque el exceso de información y opinión, sin tratamiento previo, sin argumentos o sin sustento de hechos acaba siendo, simplemente, un griterio universal.

La información precaria o chabacana es otro de los grandes problemas y su causa proviene tanto del emisor, (periodista/empresa) como del receptor (el ciudadano). En Navarra, por ejemplo, es muy habitual que los medios de comunicación se dediquen a recoger la información que se les ofrece y difundirla, olvidando una parte, para mí muy importante, que es el tratamiento informativo. Esto no significa tergiversar, sino cotejar las informaciones que se han dado con otros datos, hechos o argumentos que se puedan obtener de otras fuentes que no sea la interesada que ha ofrecido los datos. Luego está la Informacion de pandereta, muy, muy habitual en Navarra en la que lo que importa no es la información en sí, que no aporta nada, sino el protagonismo que se le da a algo o a alguien (tipo fulanito ha recogido una calabaza de 60 kilos, mira que es desgracia).

¿Por qué, creo, que ocurre eso? Cualquier medio que intente profundizar en informaciones se verá obviado económicamente hablando. No es bien visto en los foros económicos. Pero lo curioso del caso es que muchas veces esos medios, esos periodistas reciben el aliento y el ánimo de personas y empresas que, después, jamás públicamente les apoyarán sea con la palabra o con publicidad que les haga seguir adelante

Es esta hipocresía tiránica la que no está conduciendo a la más absoluta pobreza informativa. Como esos hipócritas en sus pedestales que quieren destruir los medios desde el púlpito de un medio de comunicación.

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