Era necesario establecer algún tipo de relación para la
supervivencia como especie. Así podríamos tomar la perspectiva de que el sexo
es una necesidad para la especie como lo es comer o beber. Hoy comercializamos
con nuestras necesidades básicas: compramos comida y agua ¿Por qué, entonces,
nos alarmamos si compramos sexo? ¿Por qué los trabajadores que comercian con algo
tan esencial como la comida y el agua
están sindicados y son bien vistos?
Otro aspecto antropológico es que, en la mayoría de las
ocasiones, en la naturaleza, la hembra decide con qué macho se queda. Suele ser
el más fuerte; por supuesto, también la hembra más adecuada para la procreación
será la más solicitada. El hecho de que la hembra decida, no entramos en
cuestiones delictivas, supone una ventaja, pues tiene más fácil el acceso a una
necesidad como es el sexo; el macho espera o lucha. Esa es, me aventuro de
decir, una posible razón de que haya habido más putas que putos.
El sexo en el mundo animal se entiende, sobre todo, como
supervivencia de la especie; aunque algunos observadores apuntan cierta
tendencia al placer en algunas especies. Sin embargo, en el humano las
relaciones macho-hembra se han desarrollado de otro modo; en ellas han influido
aspectos sociales, culturales o religiosos, éstos últimos los más duros con la
mujer, quizás por su facilidad para acceder al sexo. Además, incluimos un
sentimiento nacido, quizás, de esos lazos de protección: el amor.
Ciertas culturas comercializan con estas relaciones. De
hecho, conocemos muy bien cómo algunas entregan a sus hijas menores a señores
mayores restableciendo ese vínculo arcaico de protección que, hoy en día, la
mujer ya no necesita, puesto que la sociedad es la que protege a los
individuos.
De hecho, consideramos estas prácticas como una aberración;
y lo es en tanto que no es la mujer laque decide, sino una tradición, una
cultura que se cierne sobre el individuo y lo encarcela.
Avanzando un poco más, la hembra humana ha utilizado esa
ventaja que la naturaleza de ha otorgado. La mujer no es siempre un ser dulce,
delicado el que se aprovecha el hombre en su beneficio. Olvidamos cómo la mujer
utiliza su condición, por ejemplo, para conquistar al hombre con la cartera
llena, aunque no de la talla para una mejora de la especie y su supervivencia.
En suma, decide quién la va a proteger mejor económicamente, comercia con su
sexo. Cierto que luego se viste la relación con la belleza interior del
susodicho macho. Incluso la propia sociedad ha tratado al hombre como un objeto
cuando lo ha considerado como un buen partido. Es decir, incluimos valores
económicos en nuestros juicios sobre las personas.
Hay mujeres, suelen ser las más agraciadas, que no han
mostrado ningún recelo a la hora de utilizar su sexo para lograr ciertos
objetivos sociales o laborales; cierto que, ahora, generalizamos nuestra
opinión señalando que es un abuso contra la mujer; aunque no creo que la
aspirante menos agraciada opine del mismo modo.
Actualmente, las mujeres intentamos liberarnos de muchos
condicionamientos y tabúes teñidos de culpa. Pero todavía seguimos pensando que
el sexo es cosa de hombre, cuando puede entenderse como una necesidad. Casi
sacralizamos nuestro sexo.
Sin embargo, en esta evolución social del sexo, el acceso de
la mujer al mundo laboral ha propiciado que algunas no logren ese acceso
inmediato a la satisfacción de una necesidad. No pueden decidir en el entorno
social porque son mujeres que han priorizado su estatus económico y profesional
sobre el personal o de la especie. Lo han decidido así; pero ese mismo estatus
propicia que puedan acceder al mercado del sexo, que puedan comprar su satisfacción.
Quizás debamos acostumbrarnos a ello. No considero criticable esta opción. A
veces introducimos valoraciones de clase en este aspecto. Pero las mujeres de
estratos sociales de base tienen acceso
rápido al sexo si así lo desean y sin
contraprestación económica.
Pero como la conciencia social puritana está todavía
presente en nuestras mentes, algunas le dan la vuelta a la tortilla y en lugar
de aceptar que quieren sexo señalan que el tío macizorro que se trincaron tan
fácilmente las engañó y estafó.
Nos volvemos a sentir víctimas, sexo débil, en lugar de
mujeres, hembras que deciden, que actúan, que saben lo que desean.
La prostitución, como la entendemos hoy en día, no es el
único lugar donde se comercia con sexo; siempre ha habido matrimonios interesados
que hemos vestido socialmente porque es una relación formal. Juzgamos a quienes utilizan estos servicios y generalizamos señalando que son personas que van a hacer sufrir a quien compran el servicio; evidentemente, existen, pero no todos. Hay casos en los que han surgido matrimonios a través de la prostitución. Quizás una buena regulación de los servicios quizás aportara una mejora para los trabajadores.
A la hora de hablar de prostitución deberíamos abordar
muchos más aspectos, destapar cuestiones, valoraciones provenientes de una
evolución social y tradicional. Queda mucho por hablar. Pero, la hembra humana tiene que empezar a
interiorizar que el sexo no es cosa de hombres, sino de la especie, y que no es
culpable por sentir necesidad del mismo. Cuando lo haga, habrá dado un gran paso
en su liberación interior.
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