
El lenguaje es un conjunto de sonidos, signos y reglas mediante los cuales el hombre manifiesta cosas, hechos, sensaciones, sentimientos, pensamientos…Gracias a él llegamos a conceptualizar cosas materiales, inmateriales e, incluso, inexistentes. Pero nadie llegó un día y dijo: voy a inventarme unas reglas para comunicarme. El lenguaje se fue desarrollando con la evolución, de la relación del hombre con el mundo. De ahí que cuando hablemos del lenguaje hay que tomar en consideración no sólo aspectos lingüísticos, semánticos o sociales, sino también antropológicos, puesto que ha sido un elemento evolutivo.
Y el lenguaje asumió en su momento el hecho de que hubiese
dos géneros: macho y hembra. Así hay palabras en género masculino y femenino,
aunque las cosas no tengan sexo. Se puede argumentar que en las profesiones
predomina el masculino, pero debemos tener en cuenta que, en la evolución, la
hembra tuvo los problemas de su condición: menstruación, embarazo y lactancia,
lo que la hacía más vulnerable, necesitando una protección que, poco a poco, ha
ofrecido la sociedad.
Lo que hacemos hoy al decir que el lenguaje es sexista es
confundir género con sexo. Si el lenguaje fuera machista todas las palabras
serían masculinas. Pero no es así. Las palabras definen conceptos para
reconocer la realidad. Así juez es alguien que imparte Justicia; no tiene sexo,
es neutro. Luego están los artículos para aclarar un poco más: la o el juez
para saber si es macho o hembra y luego, si se quiere especificar más están los
adjetivos para calificarlos como queramos. Últimamente nos da por poner buenos
o malos jueces, pero eso es ya valoración; no es el lenguaje el que lo hace.
Hay muchas cosas más como los morfemas que van delimitando nuestra percepción.
Cuando criticamos el lenguaje por crear referentes volvemos
a confundir. Lo que crea el lenguaje es un referente a nivel de concepto.
Volviendo al juez, alguien que imparte Justicia, sin más valoración. Otra
cosa es el nivel de la significación.
Eso no procede del lenguaje que es neutro, no valorativo. La significación, sin
embargo, es social, procede de las múltiples convenciones y condicionamientos
sociales, además de los contextos, que
valoran lo que nos rodea. Algo que procede de nuestra historia colectiva
y de la moral que establece lo que es correcto o no. Pero el lenguaje no tiene
nada que ver ahí, no valora. El lenguaje cobra significación a través del
contexto social, particular, moral, físico, expresivo, simbólico…
Si decimos la casa es azul, el lenguaje está diciendo lo que
esta diciendo a nivel semántico: artículo, sustantivo, verbo y adjetivo que
crean una imagen en nuestro cerebro; pero si decimos la casa es azul delante de
una hilera de casas amarillas, entonces, adquirirá un significado particular porque
es especial, y si quien lo dice es un cargo público y la Ley señala que las
casas deben ser amarillas, la significación cobra otro tipo de importancia.
El lenguaje, por tanto, no puede ser sexista, sino que somos
nosotros, quienes lo interpretamos, quienes establecemos esa connotación, el
carácter que adquiere una frase. El lenguaje busca una economía de palabras
mediante la cual llegar a una comunicación efectiva, lograr conectar con quien
deseamos. Evidentemente, la comunicación se ha ido complicando porque no es
solo el lenguaje el que interactúa, sino muchos otros elementos presentes en
esa interacción como el contexto, el entorno social, lo simbólico… Ese es el
espacio en el que se mueve el sexismo, la desigualdad, no en el lenguaje.
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