viernes, 4 de noviembre de 2016

ME EQUIVOQUÉ

Me equivoqué sí; me dí cuenta enseguida. Pero de vez en cuando es bueno recordar los equívocos. Hace poco más de cuatro años se me ocurrió, siendo concejal en un Ayuntamiento de una localidad Navarra, organizar unas Jornadas medioambientales con debates, conferencias, exposiciones, visitas guiadas…Conferencias con personas tan reconocidas como Miquel Porta, debates sobre energía, con Antonio González, Director Técnico de Foro Nuclear o Joseph Puig, profesor de la Universidad de Barcelona; sobre agua, protección ambiental y actividad primaria, la exposición Amigo Lobo en el marco de una Iglesia románica. Cinco intensos días en lo que quería demostrar: primero, que se puede llevar hasta los pueblos a personas de prestigio nacional e internacional; segundo que cabía la posibilidad de fomentar un turismo intelectual y de Congresos (cuestión que, curiosamente, incluía la Conferencia Política del PSOE; tercero, que el Medio Ambiente es una oportunidad; cuarto, que podía ser posible incentivar el interés, el debate de ideas en el mundo rural.

Pero francamente,  me equivoqué. Sí porque tenía la esperanza, la ilusión de que pudiera ser un banderazo de salida, la posibilidad de ir haciendo un nuevo camino, una mentalidad más abierta. Pero me equivoqué. Los ciudadanos quieren lo de siempre, no es posible todavía; no es posible, quizás, pretender que abandonen la comodidad de lo previsto por la incomodidad de la imprevisión. Esa que genera avanzar hacia un camino no ensayado, no explorado con anterioridad.

Hoy, cualquier evento medioambiental debe adornarse de fiesta, degustaciones, de tradición, de exaltación de lo propio, particular, teñido de idiosincrasia local, de actividad cotidiana. Avanzar supone introducir. Y me equivoqué. Para eso hace falta algo que todavía no he descubierto. Esa mentalidad mediterránea, esos pueblos que se enriquecían con sus puertas abiertas al mar. Un mar ahora sucio y, lamentablemente, repleto de cadáveres.

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