jueves, 15 de enero de 2015

LO QUE NADIE QUIERE OÍR

Ya que hay mucha gente dedicada a decir a los ciudadanos lo que quieren oír, yo me voy a dedicar a decirles lo que no quieren oír; mas que nada por llevar la contraria, que es lo que se me da bien.
Aunque la crisis se debió a una cuestión financiera proveniente de los Estados Unidos, cosa en la que no me meto que para eso hay economistas, creo que si utilizamos la memoria, nadie me negará que todos veíamos que aquí se construía mucho, demasiado, gracias a la liberalización del suelo. Pero no quiero hablar de partidos políticos. Veíamos cómo gente de la noche a la mañana se construía casas de la leche, veraneaba en lugares que no localizabas en el mapa y llevaba coches que sólo veías en las películas (por exagerar un poco). Lo veíamos y estábamos entusiasmados. ¿Quién te decía que no podías ser el siguiente?
Pero lo importante no es eso. Lo importante es que a ras del suelo, en la base, veíamos con alegría cómo podíamos comprar 5 cazadoras, 10 pantalones, 10 pares de zapatos, sin mirar la etiqueta. Podíamos permitírnoslo. Pero todo era proveniente de países terceros. Estábamos descapitalizando, desindustrializando nuestro país alegremente. Que inventen otros, que nosotros compramos; que tenemos dinero. Pero, poco a poco, el dinero se fue a esos países con industrias y nos dimos la vuelta y ya no había más que construir y no había dónde meterse a trabajar. Aunque lo cierto es que, en realidad, se beneficiaron unos pocos, ya que éramos nosotros los que fabricábamos en esos países terceros. Algo que ya ocurrió con el sector primario con productos estrella como el espárrago.
Después nos fueron quitando todo lo que habíamos conseguido: sanidad, educación... en aras de una deuda que todos habíamos contraído, unos más que otros, pero todos por igual. Del mismo modo que, individualmente, habíamos adquirido nuestras deudas particulares de consumo.
Ahora nos dicen que con quitar a unos y poner a otros volveremos a tener lo que queremos. Pero no es cierto. Como dice el anuncio: no tenemos sueños baratos, tenemos sueños caros y va a ser difícil volver a lo anterior porque no tenemos una base, no tenemos una industria, no tenemos investigación. No podemos decirle a la gente que vamos a vivir en un mundo más igualitario y que vamos a acabar con los poderes económicos, cuando lo que la gente está deseando, realmente, es lograr un nivel de vida superior, gozar de comodidades sin restricciones, tener esto y lo otro; no tener que envidiar el coche o la casa del vecino; encender la calefacción, las luces, o el aire acondicionado sin pensar ¿En serio pensamos que los ciudadanos pretendemos una igualdad por abajo? No, la mayoría tiene sueños caros. Caros para todos.
Que no, que no me valen mensajes prometedores que no incluyan algo tan importante como un cambio de mentalidad en todos nosotros.
Estoy cansada de generalidades. Estoy cansada de las mismas cantinelas porque hoy se hacen las cosas no a golpe de telediario, sino de plataforma. Y las plataformas no representan todos los problemas existentes hoy en día. Hay muchas más casuísticas desconocidas que no se tienen en cuenta y las generalidades las obvían. Constantemente se habla, por ejemplo, de los desahucios. Sin lugar a dudas, quedarte sin techo es lo más duro, pero que se te caiga encima también. Porque se olvida a una parte de la población que, quizás, malvivan en casas o pisos de su propiedad viejos y desmantelados porque no tienen con qué arreglarlos ¿Acaso no merecen atención esas personas? O como son propietarios privilegiados y con patrimonio que se las apañen?
Del mismo modo ocurre con las preferentes. No dudo que haya mucha gente engañada, pero hay una parte que habrá querido sacar duros a cuatro pesetas, mientras otros se conformaban con la seguridad de un interés pequeño. Como dijo el Juez Bermúdez, se tendrá que analizar cada caso, porque cauísticas hay muchas. Y es que del mismo modo que unos invirtieron sus ahorros, otros, por ejemplo pudieron invertir su desempleo en un proyecto que le ha ido mal. Y ese inversor ¿es acaso una casta que tuvo dinero y lo malperdió? O esos verdaderos empresarios que mantienen su actividad a duras penas y que siguen invirtiendo en calidad e investigación, aunque nosotros prefiriéramos lo barato, venido de fuera.
Generalizar provoca injusticias. Por eso no me valen las palabrerías de moda sobre problemas únicos. Hay un problema y es la felicidad de las personas, el bien común, la mejora de la existencia humana. Es un problema suficientemente grande como para generalizar con unos pocos casos o unos pocos culpables.
Creo que podremos volver a tener una sanidad y educación universal y, quizás, la Ley de dependencia vuelva a ser efectiva. Pero nos queda mucho camino por recorrer como ciudadanos, mucha reflexión que hacer. Primero ¿en serio necesitábamos 10 pantalones para tirarlos al año siguiente o con la mitad nos valía? Y nuevas televisiones más grandes y muebles más modernos para cambiarlos por otros. Porque hoy hay que consumir para producir y que tengamos trabajo. Y eso me parece que no nos lleva a ningún sitio, salvo a nuevas crisis de producción y consumo. Evidentemente, se puede consumir nueva tecnología, pero utilizada con cabeza. Nuestra sociedad está sustentada en el consumo y la producción, pero la tierra, nuestra casa, no está preparada para ello. No podemos volver a comprarnos 10 pantalones (me van a matar las industrias de pantalones), tenemos que empezar a pensar y a entender que la felicidad consiste en otra cosa.
Porque, además, esa producción, ese bienestar que estamos buscando depende de algo tan debatido como la energía. ¡Ojalá la producción energética fuese limpia! Pero no hay producción alguna que no implique un efecto. Las energías renovables son lo deseable, pero van muy lentas y tienen sus efectos también. Por lo pronto y antes de que me ataquen a degüello, nadie podrá decirme que no he defendido el medio ambiente a capa y espada desde muy pequeña. Llevaba las insignias de Greenpeace cuando todavía ni estaba en España y ni se la conocía, porque yo supe de esta Asociación debido a mi ascendencia francesa. Estaba en contra de las nucleares. Sin embargo, no por ello dejo de preguntarme si pecamos, en España al no haber apostado por alguna central nuclear nueva que nos ofreciera la posibilidad de no depender del exterior. Hay algo que todavía les falta a las renovables y es la posibilidad de acumulación energética, almacenamiento. Porque cuando no hay sol ni viento, tienes que tirar de otra cosa. Quizás eso nos hubiera dado para ahorrar e invertir en investigación y mejoras sociales y no tendríamos centrales hoy obsoletas y viejas.
Hemos sido unos incoherentes. Porque mientras decíamos no a la energía nuclear, consumíamos más y más energía. Y ¡claro que la energía nuclear es peligrosa y contaminante! Pero obviamos o no queremos valorar la contaminación diaria que no rodea y que nosotros mismos aportamos: basura, pesticidas, consumismo, jabones y jabones lavando ropa limpia, el coche en ciudades con servicios públicos, (en los pueblos es más comprensible). Tantos y tantos contaminantes de uso diario con los que nos relacionamos, pero a los que les damos escasa importancia, actúan más lentamente, van matando poco a poco.
Así que, aunque muchos busquen y señalen a los corruptos, y yo también, que esto no viene de ahora, que ya hace años; aunque busquemos hoy a los culpables de nuestra situación, eso no va a arreglar nuestra forma de vida. Nadie nos va a dar esos sueños caros (salvo la lotería). Pero eso no quiere decir que no podamos vivir bien, con bienestar, cubriendo nuestras necesidades y siendo felices con lo que podamos tener. Pero para eso hay que pensar en positivo y hay que cambiar nuestra mentalidad, nuestra producción nuestra visión de la economía y del mundo. Evidentemente, ese nuevo camino no creo que llegue a verlo, tengo 46 años. De hacerse costará tiempo, pero espero que se inicie. Por el bien de nuestros hijos y de nuestra casa.

Nota del autor: (Los que me conocen saben que no soy consumista. Pero creo que todos debemos hacer una reflexión sobre nuestros propios errores y me gusta hablar con humildad. Nadie es perfecto, nadie, creo, puede dar lecciones a nadie. Lo digo por aquellos que luego tienden a personalizar y a meterse con el que escribe y no con lo que escribe).

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