viernes, 28 de enero de 2011

DE LA FLAGELACIÓN ESPAÑOLA

Debe ser asunto histórico el hecho de que los españoles, llegados el siglo XXI, sigamos flagelándonos como antaño. La culpa la tenemos nosotros, pero también la constante evaluación, vía informes diversos, sobre las capacidades de un país. Y, claro, como son informes internacionales, son muy serios y dignos de toda nuestra confianza. ¿A que sí?
Véase algunos ejemplos: el dopaje, la educación, la Ley Sinde o la maldita Ley del Tabaco. En el dopaje, ahí estamos todos los años flagelándonos un poquito más. Somos el azote de los drogatas del deporte y les damos buena caña, sin escatimar en consignas, que a eso no nos gana nadie ¡Menudos políticos especialistas tenemos!: “Tolerancia cero”, “el que la hace la paga”. Y mientras, los demás países frotándose las manos y poniendo a todos los deportistas españoles en el mismo saco, desconfiando de nuestros triunfos y criticando sin tregua la política deportiva española. ¡Si es que se lo ponemos a huevo! No he visto a nivel internacional una persecución deportiva como la de España, porque nosotros somos más papistas que el Papa. Y casos de dopaje hay en todo el mundo, incluso me atrevería a decir que muchos más. Pero me da la sensación de que en los demás países, salvo casos muy sonados, lo llevan como muy discretamente, sin luces, sin taquígrafos, sin ese “tolerancia cero y me llevo todo por delante”; con una retirada a tiempo, unos cambios oportunos en las federaciones y todo arregladito. Recuerdo aquella niña de Los Angeles 84, Marie Lou Reeton, con una musculatura de hombre, tras ganar 5 medallas, al año siguiente se retiró. O la falta de control antidoping en la NBA o los entrenadores de la RDA que van ahora por occidente bien pagados. Para colmo, ponemos el grito en el cielo cuando vemos a un médico en estas cuestiones ¿De verdad son nuestros mandamases tan ineptos que creen que un deportista va a tomar algo sin supervisión médica?
Luego está el tema de la educación. Llegan los informes internacionales y nos ponen a caer de un burro. Si es que no damos una. Y ¡hala! Otra vez a flagelarnos, que mal lo hacemos, que nuestros jóvenes no saben nada, que así no hay tecnología, que somos un país de camareros. Y no me lo explico cuando el país que se dice más guay del paraguay, Estados Unidos, tiene unos jóvenes que además de gordos, no saben donde está Europa. Ya no digo España, a veces, ni tan siquiera saben con qué linda su país, si es que conocen lo que significar lindar, (en su idioma, claro). Y no somos tan malos, inventamos el submarino, el autogiro, la fregona, el cigarrillo (¡anda y ahora lo quieren quitar! Con lo que nos costó inventarlo), pero también tecnología de  alta velocidad. Asimismo, numerosas Universidades y centros de investigación están llevando a cabo grandes descubrimientos en la lucha contra el cáncer. No somos perfectos, pero tampoco es para machacarnos.
Además de camareros, somos una pandilla de piratas que se copian todo lo copiable. Y miren, seguro que no soy la única, pero yo no me he bajado nunca nada de internet, ni me he copiado nada. Y soy idiota porque la puñetera SGAE (Sociedad para ganar a espuertas) me cobra igual el canon digital sin yo tener que pagarle.
Para colmo de drogatas, camareros y piratas, somos un país de fumatas. Pero, ¡Ojo! Eso son palabras mayores y hay que ir a por ellos con todas las armas de la Ley. Hay que denunciarlos, machacarlos, ostracismo, a ver si aprenden. Pero, eso sí, que sigan pagando al Estado. Con lo que pagan tendrían para uno de los mejores seguros de salud, pero como tienen que pagar al Estado, además de denunciarlos, que paguen. Ahora bien, si estamos en esas de denunciar a mí me apetecería denunciar también a aquellos que no reciclan, no a los que lo tiran todo a la basura,  sino a los que se dedican a echar su basura en cualquier contenedor, jorobando el trabajo de los que sí reciclan. Y también denunciar a los que van en coche a todos los sitios, que no hacen más que llenarnos los pulmones de humo; y a los que comen pipas, que manchan mucho, y denunciar y meter en la cárcel a los que pasan en patera con niños, poniéndolos en peligro de muerte; y a los malditos domingueros que ponen el campo echo unos zorros; y a los de los pesticidas, que nos están matando poco a poco y a los legisladores de la Ley antitabaco porque afectan a la salud de los fumadores que se ven abocados a una situación de ansiedad.
De la crisis ni hablo, que la culpa es de los pobrecitos españoles que quisimos tener lo que nunca tuvimos. Por eso ante tanta culpabilidad, que parece que estemos en los años de la Inquisición pero con otros protagonistas, tengo la sensación de que para la chusma política, que se dedica a debatir sobre el bien y el mal, sobre los pobres españolitos, sobre su actitud y su capacidad, siempre tienen la culpa los mismos, esto es, los ciudadanos de a pie, gobernados siempre igual desde los tiempos más remotos y no tan remotos, desde que la corrupción y los meapilas se instalaron en el poder. Aquellos que nos hicieron caer en Trafalgar y en tantas otras batallas que no tienen por que ser a balazos. Los españoles seguimos siendo unos cazurros, ignorantes, drogatas, vividores, ladronzuelos... Pero ¡ojo! Que se nos están cargando las pilas y como también reconoce la historia los españoles “hubiéramos sido buenos siervos, si hubiéramos tenido buenos señores” y cuando las batallas estaban perdidas lo que hacíamos es echarle un par de ... bien puestos. El pueblo, los españolitos, quedábamos como señores y los meapilas como lo que eran: unos gobernantes meapilas, interesados únicamente en medrar.
Como cuando Trafalgar y citando a Pérez Reverte, hasta hacía poco España había tenido escuelas de navegación, talleres náuticos, astronómicos etc. Había gentes bien preparadas, pero como hoy mal pagadas. Porque, recordando, mucho se lucen por ahí fuera, pero históricamente, aunque hemos hecho de las nuestras, también hemos sido más respetuosos ( dentro de los que cabe, en aquellos tiempos) que los enfant de la patri y los sires del carajo.
Así que menos echarnos la culpa a nosotros, menos fomentar la denuncia, la flagelación y la culpabilidad, que seremos como seremos, pero ¡anda que vosotros, pandilla gobernantes!

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