sábado, 27 de septiembre de 2025

CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE IGUAL

“Lo asombroso respecto al destino de millones de jóvenes mal pagados y subempleados sin futuro es la indiferencia de la sociedad, incluyendo la indiferencia de la clase media "progresista". ¿Dónde están los progresistas? Están activos, pero lo que les interesa es el dos por ciento de “marginales": los gitanos, los drogodependientes, las prostitutas, los inmigrantes; el acoso sexual, el racismo...cualquier cosa menos el destino de tres millones de españoles desempleados, los jóvenes trabajadores con contratos temporales y los que tratan de vivir del salario mínimo". 

Este párrafo lo dice todo. Hoy día se habla mucho de la guerra intergeneracional. Sí guerra social, como se hablaba en Francia hace un más de un mes en sus emisoras. Boomers contra jóvenes. Sin embargo, es un batalla o una controversia, como quieran llamarlo, falaz. En cualquier época ha habido problemas, de uno u otro tipo y los jóvenes siempre han sido los que se llevaban la peor parte.

Nadie habla, ni recuerda una generación que llaman X algunos de cuyos miembros vivieron tiempos convulsos. Aquellos nacidos entre el 65/70, vivieron los últimos tiempos de la dictadura, la entrada de la democracia, el golpe de estado, la llegada del PSOE al Gobierno y una España que debía reconvertirse para seguir la senda de Europa. La España de aquel momento estaba caduca y debía reconstruirse. Fueron esos jóvenes del 65/70 los que empezaron a salir de los pueblos para ir a la Universidad. Hasta entonces, la mayoría de ellos en esa España rural, se quedaba anclada en sus municipios. Otros tuvieron la suerte de que sus padres habían emigrado hacia las capitales unos años antes y poder elegir su destino, que no fue fácil. La Universidades en España, en aquel entonces, estaban mucho más centralizadas que hoy en día. Muchos marcharon a estudiar empujados por los nuevos tiempos, por los horizontes abiertos que les prometían y sus padres invirtieron en ellos. 

Pero España no estaba preparada para recibirlos; ahí es donde comienza el informe Petras (de James Petras, investigador en estancia en CSIC), al que pertenece ese primer párrafo que puede ser válido para cualquier época, también para la actual, pero que pertenece a su estudio de 1995. Este informe retrata cómo aquella juventud universitaria acababa trabajando en bares, videoclubs (a ver cómo lo explicamos ahora) o buscándose la vida como podían. Jóvenes preparados en una sociedad que no estaba preparada todavía. Así se encontró en Barcelona con trabajadores retirados jugando al dominó en los bares de lunes a viernes y sus hijos trasegando cervezas en el margen de una vida sin futuro.
Las cifras de paro juvenil llegaban al 30% en 1991 y eso que en ciernes estaba la Exposición Universal de 1992 (otra cosa que a los jóvenes les sonará a chino); aunque actualmente la cifra ya alcanza al 25%. Sin embargo, la situación era muy distinta al estar España poco desarrollada para absorber a tantos estudiantes universitarios; ni existía la posibilidad de salir al extranjero, bastante habían hecho algunos llegando a la capital. 

El paro, curiosamente, bajaba considerablemente a partir de los 40 años hasta un 10,5%. Luego, había que tener en cuenta la cultura del pelotazo, o lo que es lo mismo, y que funcionaba y funciona, son las influencias que cada cual en su familia pudiera tener. Añadamos que muchos de ellos marchaban al servicio militar durante un año y ya tenemos la España de aquella época. 

Tampoco la legislación estaba suficientemente desarrollada. De hecho, los contratos en negro eran muy habituales entre la gente joven. No nos pongamos a hablar de los que supuso la entrada de las drogas que se llevó por delante a parte de esa generación. Por eso, entablar conversaciones sobre cuestiones intergeneracionales tiene que hacerse con plena perspectiva, con la diferencia de los momentos y teniendo siempre presente que todo un tiempo pasado fue igual porque en ningún momento hemos logrado una satisfacción general. Por supuesto que individualmente sí, pero en ningún momento como nación porque ni siquiera sabemos si existimos.