Y debemos pensar que las Leyes
son un instrumento de la democracia mediante el cual establecer una forma de proceder
a través de la mayoría. La mayoría representada en un Parlamento que debate con
un objetivo, porque la Ley debe buscar como meta el bien común. Es decir, esas
fórmulas provienen del propio concepto de democracia demo (pueblo) cracia
(poder) que elige a ese Parlamento.
Los ciudadanos pueden cambiar las
Leyes mediante su voto. Por eso es esencial que sus representantes sean
coherentes con sus programas.
Por eso, cualquier intento de
saltarse la Ley o sus reglamentos va en contra de la propia democracia, puesto
que quien se salta la Ley está erigiéndose como único portavoz de la voluntad
popular. Las Leyes requieren de un proceso de debate y un objetivo común.
Saltarse la Ley con un objetivo específico, sin el análisis previo, entre todos
aquellos que conforman la voluntad popular, supone un retroceso, puesto que ese
objetivo puede ser particular e influir negativamente en otros aspectos de lo
que es el bien común.
Hay ejemplos básicos a nivel
municipal donde la cercanía de la gente hace que la Ley se difumine frente a
los malos hábitos ciudadanos, que son comprendidos y obviados. Se deja hacer
porque se conoce, sin tener en cuenta que unos la hacen y otros no, que unos
tienen la osadía de pedir comprensión, mientras otros acatan la Ley. También
hay ejemplos a nivel general. Solemos solidarizarnos con aquellas personas que
son multadas por algún hecho punible, pongamos cazar ranas, y pensamos que su
castigo ha sido excesivo. No pensamos que si dejamos hacer a alguien algo
prohibido ¿Dónde ponemos la famosa línea roja? Ya nos hemos saltado una, ¿Dónde
ponemos la siguiente? ¿Y la siguiente? Quizás podemos seguir saltándonos las
líneas hasta llegar a la última línea, saltándonos la propia democracia.
Si todos nos hemos dotado de una
reglamentación es porque la naturaleza humana es débil, individualista, egoísta
y egocéntrica. No somos dulces corderitos. Y si lo fuésemos habría que tener
cuidado con seguir demasiado las órdenes de algunos, pues cuando se asustan,
alguno puede llevar a esos corderitos al precipicio o a la asfixia.
Pregúntenles a los pastores. A buen entendedor.