lunes, 27 de abril de 2015

EXPECTATIVAS SANITARIAS PORQUE SOMOS HUMANOS

Hablando con un médico de atención primaria me comentó que, a nivel de gestión, habían crecido las expectativas de las personas en cuanto a la sanidad, concluyendo que en ello había contribuido la evolución social. Eso me hizo pensar; pensar en las sociedad que todos hemos construido. Una sociedad pragmática, competitiva, individualista en la que los lazos de amistad se limitan a compartir aficiones, las vecindad ha dejado paso a la indiferencia y la familia es cada vez más pequeña gracias a esa denominada movilidad geográfica laboral. Eso conlleva dos interpretaciones; aquellos que dicen que esto fomenta el aumento de los problemas sanitarios en busca de los cuidados que ya no nos otorgan los más cercanos, y aquéllos que apuntan que no es así, sino que lo que aumentan son las expectativas de cuidados. Dando por buenas ambas interpretaciones, lo que nos encontramos, al final, es una mayor demanda de cuidados en general, sean físicos, psíquicos o psicosociales.

Una demanda real a la que debemos responder: o la atendemos o la dejamos de atender. No puede un Estado eludir esa realidad o mirar para otro lado.

Evidentemente, eso implica un aumento de los costes económicos que es lo que más preocupa: la financiación y la eficiencia, (qué bonita palabra y cómo la aprovechan algunos) Pero la eficiencia y la financiación también tienen dos puntos de vista y quizás más: el puramente economicista, a corto plazo, y el punto de vista humanista. El economicista mira los costes actuales, calcula recursos por número de pacientes, etc; el humanista mira la persona, una persona que quizás pueda empeorar, y que quizás está trabajando, y tiene niños o gente que depende de ella o muchas otras cosas.

Muchos se preguntan por las plataformas que surgen. No son más que la respuesta a la falta de ese apoyo que se ha perdido en el individualismo. La gente con problemas no sabe dónde acudir, el Estado se hace el sueco, nunca mejor dicho, bajo la premisa nórdica “tú te los has buscado o algo habrás hecho para estar así”. Pero es que el Estado somos todos, todos nosotros, no es un ente artificial, etéreo.

Los problemas sanitarios, están, por tanto ahí, son reales, aunque hayamos sido responsables, todos, de esa situación. Ahora queremos que se resuelva y no vale buscar culpables, hay que dar solcuiones. La gente no acude a los médicos por afición o por gusto. Como en todo, hay matices, pero habría que señalar que cualquier generalización es perversa. Del mismo modo que no se puede decir que todos los políticos son corruptos, o que todos los médicos tienen consulta privada sin renunciar al 35% de su sueldo, tampoco se puede decir que todos los pacientes se aprovechan de las sanidad pública. Muchos comentarios sobre unos u otros lo único que consiguen es dividir a la población: los pacientes porque los médicos no les atienden o les dicen que se tome un ibuprofeno; los médicos porque los pacientes no hacen más que quejarse y a ellos no le dan suficiente tiempo; los políticos quejándose de unos y otros. Todo porque no se tiene en cuenta lo que de verdad importa en este asunto. Por eso, no es de extrañar que en la mesa redonda, organizada por la Plataforma Ribera en Defensa de la Sanidad Pública, en la que estuvieron casi todos los Partidos Políticos, hay quienes no entendieran nada, no se sintieran representados, se sintieran vacíos en lo esencial.

En cierta forma todos hemos fallado, dejándonos llevar por el individualismo y hoy nos encontramos solos. Estamos solos, pero rodeados de mucha gente. Por eso ha llegado el momento de tomar partido y decidir qué modelo sanitario queremos: el frío de los países del norte, que son capaces de mirar cómo se ahogan seres humanos sin el menor ápice de vergüenza, o el latino, más humano, más filosófico, más amante de la vida. Que hayamos consentido y construido una sociedad individualista y pragmática no quiere decir que tengamos que mantenerla. La sociedad está uniéndose para ciertos objetivos esenciales como la sanidad, la educación y un último pilar, que se ha convertido últimamente en esencial ante el envejecimiento poblacional y la soledad, la dependencia. Las asociaciones deben servir para algo más que para organizar actos festivos y lúdicos, tienen que participar en la redacción de prioridades. Porque los técnicos hablarán de cuestiones técnicas, los gestores se su cartera de recursos, los políticos de su cartera de servicios; pero para saber qué sanidad queremos deberían haber primero padecido, sufrido y haber sido pacientes para comprender lo que quieren las personas; haber padecido y sufrido la situación de los trabajadores de la sanidad. La eficiencia, tan alabada, sirve para cuestiones como la energía, la industria, el desarrollo, pero no donde exista algo tan frágil, tan vulnerable, tan único y particular como el factor humano.

La Sanidad debe entenderse en un sentido más amplio hoy en día, porque las necesidades han cambiado. La Sanidad debe ser una bandera que hay que poner muy alto porque sin ella no es posible la felicidad. El objetivo de toda sociedad, creo yo, es que cada hombre, cada persona, sea feliz y eso no se consigue fomentando en la sociedad expectativas materiales. La expectativa más esencial, más humana, más primaria es la sanitaria, cualquier aspecto sanitario, encontrarse bien uno mismo. La sanidad no es cambiar un hueso por otro, ni curar una herida sangrante, es atender a las personas, en su totalidad. Quizás esto nos haga replantearnos nuestra prioridades a todos y empecemos a ver, profesionales y pacientes, la sociedad en general, que el crecimiento de expectativas como la sanitaria no es un lastre, no es un problema. Para mí resulta humano, lo que no entiendo es lo contrario, el crecimiento de las expectativas materiales, cuando sabemos que eso no nos va a dar la felicidad, sino la ilusión de tener más.