viernes, 12 de septiembre de 2014

UN NUEVO MODELO ES POSIBLE CON CRITERIO, VALENTÍA, UN CAMBIO DE MENTALIDAD Y MUCHA UTOPÍA

Estoy cansada de oír discursos en los que se habla de cambiar modelos, de cambiar formas de hacer, de acabar con vicios propios, sin que ninguno de esos discursos acabe diciendo el meollo de la cuestión: el cómo. Normalmente, se hablan de medidas macroeconómicas que, salvo el tipo de interés, no se sabe muy bien cómo, ni cuándo, ni de qué manera nos acabarán afectando a los ciudadanos.

Y es que esta crisis tiene, como dicen, una de sus causas en lo que se ha dado en llamar crisis del modelo productivo. El modelo productivo que tenemos es mas o menos simplificado: producir y producir, más y más. Todo el mundo menciona la necesidad de un cambio en el modelo, sin aclarar hacia dónde se quiere caminar. Lógicamente, si lo pensamos bien de verdad y no nos airamos con soflamas, para cambiar este modelo productivo es necesario tener claro que estamos en una economía global y que, por supuesto, para cambiarlo es imposible hacerlo a las bravas, de hoy para mañana e individualmente.

Cambiar un modelo no es fácil porque está instaurado en todo tipo de instituciones y, lo más importante, en la mentalidad ciudadana. Desde mi punto de vista, nada económico y más bien, en todo caso, político, creo que es necesario empezar a cambiar ese modelo desde abajo con valentía y criterio y utopía, sabiendo que esto va para largo, pero que hay que empezar a hacerlo y que esos primeros pasos ayuden ya al ciudadano.

Nos va a costar tiempo, mucho, pero entiendo que todo debe empezar desde los municipios con un apoyo adecuado desde el ámbito nacional, desarrollando políticas de impulso y apoyo, no sólo económico. Los municipios, las instituciones más cercanas al ciudadano, deben empezar a impulsar políticas que impliquen el fomento de nuevas actividades económicas que vayan conformando la base económica de ese nuevo modelo, al mismo tiempo que deben impulsar nuevas formas de ver las cosas, que haga nacer una nueva mentalidad, algo que entiendo va a ser una labor más ardua y mucho más complicada, de ahí que sea necesario empezar por abajo.

Estas nuevas actividades tienen que estar basadas en unas premisas: la primera de ellas deben ser sostenibles. ¿Qué es sostenible? Porque también es una palabra muy socorrida en estos tiempos de cháchara. Muy sencillo: primero hay que empezar sabiendo que estamos en un momento en que producimos y producimos, lavadoras, TV y demás aparatos para que se rompan más pronto y hagamos otras, y generen residuos; y creemos otra economía basada en el tratamiento de residuos;y sigamos produciendo. Pero hay que hacerlo más barato. Y las empresas buscan lugares más baratos donde no pagar tanto (o joroban la economía de un país) y así producir más barato, haciendo que los trabajadores cobren menos, para que algunos tengan 20 pantalones en el armario y llevemos cinco, a lo sumo.

Cambiemos el chip. Hagamos una economía en la que las cosas duren un poquito más, salvo en lo que se refiere a la tecnología y la ciencia que tiene que ir caminando hacia nuevas cuotas de investigación y bienestar. Hagamos una economía que no consista en producir, sino en mejorar la vida de las personas mediante mayores servicios sociales, educativos y sanitarios. Pero para eso es necesario un proceso enorme y largo, es preciso que cambiemos nuestra mentalidad; que empecemos a pensar que es necesario sueldos más altos para que podamos, todos, contribuir a mantener, fiscalmente, esos servicios sociales. Ese es el camino. Y ese camino no se consigue de la noche a la mañana. Se consigue teniendo claro el objetivo y empezando a trabajar desde abajo. Desde los Ayuntamientos, a través de una gestión eficaz y un compromiso claro con el bien común y no con el bien que dicte el mercado.

Y ¿qué es una gestión eficaz para infundir actividad económica?

Pongamos un ejemplo claro. Me gustan los ejemplos porque estoy harta de oír proclamas. El Plan E de Zapatero, tan criticado, era una buena idea. El problema fue que no se dieron las directrices adecuadas y que los Ayuntamientos pretendían más ponerse medallas y dejar las cosas bonitas, que dejar un futuro a sus ciudadanos. Algunas localidades dedicaron ese dinero a invertir, por ejemplo, en nuevas tecnologías que llevaran a una mayor eficiencia energética que, a la vez, supusiera un ahorro, que pudiese volver a invertirse en nuevas mejoras de eficacia. Pero eso no fue lo que hicieron la mayoría. Y hay posibilidades de seguir invirtiendo en nuestros municipios a través, por ejemplo, de los Fondos de Desarrollo Rural.

Por eso es necesario que el cambio de modelo se inicie desde abajo, que se insista en agrupaciones, que se acabe con los políticos florero, con los políticos que buscan la adulación, con los políticos que dicen que todo va a ser maravilloso en pocos días, con los políticos que quieren mantener las cosas como están, porque eso no nos conduce a ningún sitio y más teniendo en cuenta que los españoles llevamos una carga histórica de envidia y picardía que no es fácil de borrar. Apostar por quienes estén dispuestos a cambiar, a ser valientes, a decir a la gente que las cosas pueden no ser tan bonitas, pero son más eficientes y pueden mejorar la calidad de ese vecino al que ni se ha dado cuenta que le falta trabajo y dinero, porque no le interesa verlo; aunque sí le interesa, y no hace más que mirarlo, al que ha cambiado de coche por uno mejor y más chulo, aunque no sea más eficiente. Esa es la mentalidad que tenemos que cambiar, antes que nada y nos va a costar la leche. Pero..¿No deberíamos empezar ya a cambiar?