Indignación es lo primero que te
sale de las tripas al conocer lo de Caja Navarra. Pero me atrevería a decir que
podríamos extrapolarlo a otras entidades públicas. Y es que el problema, para
mí, radica en dos conceptos: uno, el concepto que la ciudadanía tiene de la
política y, segundo, el concepto que algunos políticos tienen del interés
público. Es decir, aquí no se salva ni Dios, aunque tenga nuevo representante
en la tierra.
Primero empecemos por hablar de
muchos ciudadanos. La mayoría nos hemos acostumbrado a que la democracia nos
venga dada. Dada por unos cuantos que trabajan por ella y pensamos que eso no
va con nosotros, que los políticos son una clase aparte que entran por interés
personal. Y no es así. La democracia y la política es parte de todos y todos
tenemos que contribuir a ella en la forma que podamos. Hay quienes se implican
más y trabajan todo o una pequeña parte, cuando hablamos de entidades locales,
como cargos públicos. Y cuando uno dice trabajar implica, para quien es
socialista, la necesidad de una remuneración. Porque el trabajo, entendemos
desde hace más de 100 años que debe ser remunerado, de no ser así sería
esclavitud de unos muchos frente a unos pocos o conllevaría prácticas no muy
éticas. Otra cosa muy distinta es la representación que no debe ser remunerada
de la misma manera que el trabajo.
No es lo mismo cobrar por
trabajar que por figurar. Pongo un ejemplo, no es lo mismo cobrar por
desarrollar un proyecto o una propuesta que redunda en beneficio del ciudadano
que cobrar por acudir a unas fiestas o a una inauguración en representación del
pueblo.
El problema es que la Ley , por ejemplo en Navarra,
prima la representación frente al trabajo en lo que se refiere, por ejemplo, a
asignaciones a corporativos con el artículo 75 de la LBRL. Insiste en los cobros por
acudir a sentarse a pleno, comisiones y reuniones de órganos colegiados, sin
establecer nada sobre el trabajo previo o posterior. Cobrar por sentarse unas
horas, hayas o no hayas hecho nada, (representación). La no valoración del
trabajo en política conlleva una injusticia dentro de los propios políticos
mismos, pues aquellos que más trabajan no se diferencian en nada de los que
sólo se sientan. Y eso genera un verdadero problema político y social que tanto
ciudadanos como políticos tenemos que conocer y solucionar.
Ahora bien, todo hay que decirlo,
la representación también debe ser valorada, pero en su justa medida. Ésta
conlleva, por ejemplo, responsabilidad, defensa de unos criterios de interés
público y eso, en algunos casos, se paga. Sobre todo, cuanto más cerca del
ciudadano estás. Se paga a la hora de perder amigos, imagen, etc. Por otra,
puede repercutir en el armario de cada uno, que es lo de menos; con no llevar
bolsos de Luis Vuiton (¿se escribe así?, es que yo no tengo)…
En el caso de la CAN , el Partido Socialista de
Navarra está intentando explicar, diferenciar el trabajo y la representación,
sin conseguirlo. Porque la ciudadanía está indignada y con razón, porque está
pagando la crisis. Y, evidentemente, toda asignación debe tener un límite y
algo más importante un motivo, un concepto demostrable, que pueda ser
entendible, y una transparencia, una publicidad. Como ocurre con los
funcionarios cuyos sueldos son publicados y públicos.
Por tanto, considero que la gente
debe entender que hay un trabajo y como tal debe ser valorado y remunerado.
Y ahora es el momento en que
deben entrar los políticos, remunerados en su justa medida y lo más público
posible, Ese es el error político. Esconder lo que se cobra, como si cobrar por
trabajar fuese un delito. Más delito es cobrar como hacen algunas profesiones,
de las llamadas liberales, sin factura. Y cuando se esconde es que algo anda
mal. Los ciudadanos, creo, saben entender que al igual que a ellos lo normal es
que se pague por trabajar, aunque hoy, lamentablemente, esto no se cumple
siempre.
Por eso, creo que es el momento
de llamar a la reflexión a todos. Sin obviar, por supuesto, que quien está en
el Gobierno, quien marca las pautas valorando trabajo o representación, tiene
una responsabilidad. Debe asumirla. Y si ha cobrado a escondidas, dimitir,
porque, como decíamos antes, para eso le han pagado la representación, porque la
critica va en el sueldo y la dimisión también, señora Barcina.